Y como era de esperarse de la impaciente de la mini Kim. Me apareció su nombre en la pantalla de mi celular.

— Chischis, ¿dónde estás? ¿Ya estás en la esquina de la casa? ¿En la puerta? ¿Estás entrando? — me reí.

El recuerdo de mi Nini llegó a mi mente, ella también me llamaba así.

— Nenita, falta media hora para la cena. Ya estoy por llegar — le respondí con un tono dulce. Pude imaginar su puchero.

— Si no llegas, no voy a comer — me advirtió—. Así me obligué la abuela So Ji, no probaré ni un bocado.

Toqué el claxon para que el que estaba adelante de mí en el semáforo avanzara. Necesitaba llegar lo más rápido posible o no tardaría en llamarme llorando y acusándome de mentiroso.

— ¡Es tu culpa, Theo! — gritaba mi madre al otro lado de la línea — Has malacostumbrado a la niña. No come si no estás y no duerme si no le das el beso de buenas noches. ¡Y luego te molestas porque llora cuando viajas! ¡Menudo granu...! — se calló de golpe.

— Eh, eh, eh. Nada de groserías delante de mi castañita— le reprendí en broma.

— ¡Espérate a que llegues! ¡Con las tijeras te voy a esperar para cortarte esas greñas! — riñó.

Me había dejado crecer el cabello y lo había pintado negro azabache, por lo general siempre lo llevaba amarrado, pero a mi mamá no le gustaba mi estilo, ella prefería mi color natural y corto.

Faltan 5 minutos para la hora de la cena y gracias a varios semáforos en rojo pasados pude llegar a tiempo. Dejé el carro en la puerta para que los de seguridad lo guarden, mientras tanto, yo corrí hacia la habitación rosa de la casa, en busca de una chiquita gruñona y caprichosa.

— ¡Ya llegó Chischis! — exclamé entrando como si fuera de la realeza. ¡Lo qué me hacía hacer!

La pequeña castaña se levantó de la cama dando brincos sobre ella y canturreaba "Llegó, llegó, llegó mi Chischis!". Era una ternura y yo me derretía por ella, podría ir hasta el fin del mundo solo por ella.

— ¿Vamos a cenar o que traigan nuestra comida aquí? — pregunté con una sonrisa inocente.

Mi madre casi me aniquila con la mirada y con su tacón. Tan delicada, mi adorada madre.

— ¡No, Chischis! Las princesas no comen en sus camas, es de mala educación y va en contra del protocolo de los Kim — afirmo, la enana. Le di la razón con un gesto y mi mamá nos miró orgullosa.

— ¡Son dos gotas de agua!

Los tres nos fuimos a sentar a comer con la abuela Haneul, nos sirvieron la cena mientras oíamos fervientemente las anécdotas de su día en preescolar. Todos parecíamos embobados por su dulce voz y su carita llena de ternura.

— ¿Mamá cuándo llegará, Chischis? — me preguntó. Hice una mueca como si pensara.

— Estuve hablando con ella por llamada, me dijo que llegara para tu cumpleaños.

La cena culminó una media hora más tarde, fui a cambiarme con ropa más cómoda, mientras que mi mamá le colocaba el pijama a la nenita de la casa y la acostaba en su cama. Y como todas las noches fui a contarle un cuento para dormir y darle su beso de buenas noches.

Estuve a punto de irme de su habitación, cuando su voz me detuvo en el umbral de su puerta.

— Chischis quiero que a mi fiesta todos vayan con antifaces — pidió con voz adormilada.

— ¿Ahora qué película viste? — pregunté divertido. Ella frunció el entrecejo, levantándose — Okey, okey, castañita. Le diré a Hun que informé a los invitados.

AMAR ENTRE REINOS [02]Where stories live. Discover now