Carmel me está observando a mí.
¿Cómo? No lo sé, no sé cómo es que esa bruja puede verme, pero lo está haciendo.
Aprieto los puños y mis dientes chirrían con fuerza al verla sonreír de esa forma tan diabólica. La manera en la que levanta una sola de sus comisuras y me observa con ese brillo psicópata en los ojos me revuelve el estómago.
Me tenso y clavo mis pies al suelo, irguiéndome hasta parecer una dura roca en el medio de la calle. Mis ojos parecen los de un animal salvaje deseando saltar sobre su presa y arrancarle la carne a tirones. Sanguinarios pensamientos pasan por mi cabeza mientras la veo sonreír con más ganas, deformando su rostro con su boca abierta y su fila de dientes blancos brillando con falsa alegría.
Lleva su mano a la mesa que está a su lado y toma un encendedor. Frunzo el ceño cuando veo que echa un líquido sobre la cortina color crema a su lado.
Carmel me regala una última sonrisa torcida, con aquel característico brillo en sus ojos, y luego gira la rosca del encendedor, soltando la llama naranja y acercándola a la cortina, que comienza a prenderse fuego.
No me quedo a ver como la mujer observa maravillada el fuego consumiéndolo todo, sino que me encuentro corriendo por las calles del pueblo, huyendo.
Imagino el aire fresco golpeándome el rostro mientras cierro los ojos y espero que los nervios cesen. Si estuviese vivo, mi corazón estaría galopando furioso en mi pecho.
Puedo sentirlo palpitar.
Siento que han pasado más cosas en un solo día que en los últimos diez años, todavía no me acostumbro a las nuevas compañías y giros que ha dado mi vida. ¿O mi muerte?
Recordar sus ojos azules brillando con malicia al verla incendiar su propia casa me hace estremecer. La escena se reproduce una y otra vez en mi cabeza como un disco rayado, y no me puedo deshacer de la mala sensación que se alojado en mi pecho. Sé que, si Carmel reencarnó, es por algo, y tengo la intuición de que no es nada bueno.
Unos pasos acercándose a mí me hacen voltear a verla, me observa con preocupación. Su mirada logra calmar bastante el mar de nervios que me succiona por dentro.
—¿Todo bien? —pregunta, cautelosa—. ¿Por qué saliste corriendo así? Me he asustado mucho, Hank—dice. Mi corazón se ablanda al escuchar la verdadera preocupación en su voz.
Hace mucho que alguien no se preocupa por mí, se siente bien volver a sentirse cuidado.
Sonrío de lado y la observo de reojo. Asiento sin decir nada más, dándole a entender que me encuentro bien, aunque no lo esté.
—Esa mujer. —digo—. La conozco—Abbie me observa confundida y desvía la mirada analizando mis palabras. Se muerde el labio, como cada vez que piensa, y no logro retener el impulso de observarla. Mis ojos se desvían por unos segundos a su boca.
—¿La señora Richardson? —Niego.
—La hija, Carmel. —Escupo su nombre como si fuera estiércol—. Ella... —-Trago saliva—. Ella es la reencarnación de una de las personas que me asesinó—Ella se lleva las manos a la boca y ahoga un grito de horror. Sus ojos bien abiertos me hubieran hecho reír de no estar en esta situación.
—Ya veía yo algo raro. Tenía cara de zorra mala, a mí no se me escapa nada. —Una risa se escabulle de mis labios y sale en un susurro trabado por mis dientes. Abbie sonríe y me da unas palmaditas sobre mi hombro, aunque en realidad solo está palmeando el aire. De todos modos, es reconfortante.
—¿Recuerdas lo que te conté sobre los eventos que se hicieron para conseguir votos? —Ella asiente—. En el evento en su casa, me colé en su oficina y robé unos papeles importantes que ponían su puesto y su prestigiosa vida en juego—Sus ojos redondos brillan cuando me observa curiosa y algo temerosa, incitándome a seguir—-. El día que se llevó a cabo nuestro evento, fui secuestrado por los Richardson sin dejar rastro alguno—Aprieto los puños, recordando el instante en el que me colocaron una bolsa en la cabeza y me dejaron inconsciente—. Me llevaron a una especie de bosque, me golpearon hasta quebrarme varios huesos y dejarme casi inconsciente. Y digo casi, porque después de golpearme me dispararon uno por uno hasta que morí desangrado. Siete balas en total, Abbie—Me permito ser débil y mostrarme vulnerable, mi voz se entrecorta. Inspiro profundo para no romperme en pedazos—. Siete—susurro, mi voz temblorosa delata mis ganas de llorar. Pero no lo haré, yo no lloro, ya no.
BINABASA MO ANG
Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
〔XI〕
Magsimula sa umpisa
