—¿Entonces quién es? A su esposo le dolerá saber que usted hace esas cosas con otros hombres. —Mis cejas se juntan hasta parecer una y mi expresión debe parecer graciosa.
¿Estoy casada y no me he enterado? ¿He firmado algún acuerdo de matrimonio borracha?
—¿Esposo? ¿Qué esposo? —Hank detiene su andar para escrutarme en silencio. Su cabeza se inclina hacia un lado sin que él lo note, haciéndolo lucir tierno e inocente.
—El hombre pelirrojo que vino con usted. ¿No es su esposo? —Pasan pocos segundos antes de que estalle en carcajadas estruendosas. El pobre salta hacia atrás, asustado por mi reacción, y sus ojos chispean entre la molestia y la vergüenza. Parece que ha notado, antes de que se lo explique, que ha sacado conclusiones equivocadas.
—¡Claro que no! Austin es mi hermano. —Hank se muerde el labio y aparta la mirada, totalmente avergonzado. Aquel gesto me causa ternura, pero decido dejarlo tranquilo y no decir nada—. Entiendo que te hayas confundido. No es la primera vez que nos pasa, después de todo, no nos parecemos en nada—Ahora me observa atento y curioso, invitándome a seguir hablando—. Austin fue adoptado por mis padres antes de que yo naciera. De todos modos, nos llevamos de maravilla y nos queremos como si fuéramos hermanos biológicos.
Un silencio largo, aunque no incómodo, pasa mientras nos acercamos a la entrada del pueblo. Hasta que Hank decide hacer aquella pregunta que tanto temía.
—¿Y sus padres? ¿Ellos no han venido con ustedes? —Aprieto los puños y respiro profundo, juntando fuerzas para sonar lo más tranquila posible.
—Mis padres están muertos.
—Oh, lamento pregunta... —Lo interrumpo.
—Está bien. Ven, sígueme. —Hago el intento de tomarlo del brazo para guiarlo por el callejón, pero recuerdo que es imposible, así que solo dejo que me siga. Me introduzco en el lugar poco iluminado hasta que llego a la puerta del café. Antes de entrar me giro a verlo y le pregunto—:. ¿Has venido alguna vez aquí?
—Solo un par, y hace mucho tiempo. Había olvidado que existía este lugar. —Mira con nostalgia el cartel de la cafetería antes de seguirme a través de la puerta. Mony se encuentra en la barra como de costumbre y sonríe radiante al verme entrar por segunda vez en el día, debo de ser su clienta favorita.
Ordeno lo mismo que antes, pero cambio el sabor del pastelito por uno de chocolate. Me dirijo a la mesa de siempre y le susurro a Hank disimuladamente que me espere allí, Luego voy a la biblioteca, tomo mi preciado libro y vuelvo a sentarme en mi sitio. Antes de hacerlo corro levemente la silla de enfrente para que Hank pueda sentarse sin tener que moverla él. No hay nadie más aquí, pero prefiero no correr riesgos.
—Puedo traerte un libro si quieres, pasaré de página por ti. —Busco la parte en la que me quedé en el libro mientras cuelgo mis cosas en la silla.
—Muchas gracias, pero declino su ofrecimiento. —Ahogo una pequeña risita. Hank es demasiado elegante, tanto que estoy segura de que sería blanco de muchas burlas si estuviese vivo y se comportara así frente a personas de su edad. Me dispongo a sumergirme en la historia que ocurre frente a mis ojos, pero su voz me interrumpe—. Si no le molesta, iré a echar un vistazo al lugar—Asiento sin prestarle mucha atención, ya que casi toda ella está concentrada en el conjunto de palabras plasmadas en las hojas del libro.
Y como si la vida no se cansara de enviarme señales diciendo que este no es un día para leer, Mony llega a interrumpir mi lectura cuando trae el pedido. Aunque esta vez no se marcha, sino que se sienta en la silla de Hank, que ha desaparecido entre los estantes.
Menos mal, sino, lo habría aplastado.
—¿Cómo estás, preciosa? —pregunta con una sonrisa dulce. Dejo mi libro en la mesa, resignándome a la idea de que hoy no podré seguir leyendo.
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
