Capítulo 26.- El hombre quemado

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Me tiende el pendrive con una sonrisa confiada y yo lo recojo enseguida. Me sonríe, pero antes de que pueda hablar siquiera, Jimmy entra en la estrecha sala, que parece aún más pequeña con él en ella. Sujeta del cuello a Jules y le alza contra una pared, tirando fotos y frascos con líquidos en el proceso.

―Como te acerques a Ada te mato ―le dice y no sé si lo hace en serio, pero me lo creo―. Y si descubro que le hiciste daño a mi hermana, matarte va a ser lo menos malo que te haga, y luego te mataré.

―¡James! ―le regaño con un grito, tirando de su brazo.

Se deja arrastrar fuera. Guardo el pendrive y cojo mi bolso y la sudadera que he dejado a un lado de la puerta al entrar. No espero a Burnside, estoy furiosa. Bajo rápido, aunque sus pasos van justo detrás de mí. Espero hasta que llegamos a su coche, y me giro antes de subir para mirarle furiosa. Me adelanta cuando voy a gritarle cuatro cosas.

―Bien hecho, Ada. Sabía que a ti te lo daría.

―¿Estabas jugando al poli bueno, poli malo? ―pregunto indignada.

―Bueno, al delincuente malo, abogada buena ―asegura con una risa.

―No puedes actuar así, Burnside, si te detienen...

―Jimmy ―me corrige y yo grito frustrada.

―¡Eso no es un juego!

―Lo sé, pequeña, pero los tipos como Jules no sueltan la información porque los amenaces, porque están acostumbrados a que los zurren.

―Genial, eres un héroe. Piénsalo cuando cometas un delito y te metan en la cárcel y a mí me quiten la licencia por haberlo permitido. Eso si no me meten en la cárcel también. Y no quiero ir a la cárcel, ¿sabes? No creo que me gustase.

Rodeo el coche furiosa y subo dando un portazo. Para mi sorpresa Jimmy se sube en silencio, en lugar de regodearse de su plan. Me pongo la sudadera con cierta violencia mientras él arranca y solo consigo hacerme daño yo sola en el brazo y la mejilla.

―Lo siento, Ada, pensé que era la forma más rápida de sacar la información. La próxima vez te contaré mis planes.

―La próxima vez déjame a mí ―le ordeno y él se limita a asentir. No me lo creo, pero finjo que sí―. ¿El Número Ocho tiene algún sitio donde Christal pudiera estar? ―cuestiono―. Haggard también mencionó que pasaba mucho tiempo allí.

―El despacho de Haggard y un sótano. ¿Crees que iba allí a investigar?

―Creo que no perdemos nada por comprobarlo.

No sé si Jimmy está muy de acuerdo con mi idea, pero estoy segura de que en un tiempo no va a discutirme nada. Seguramente hasta que tenga otra idea genial que piense que es mejor que las mías. Yo decido no discutir también. Cada uno va a hacer las cosas a su forma. Y realmente no se si estoy enfadada porque parece que el beso ha sido una estrategia para algo y no porque lo sintiese, o porque haya sido un capullo con Jules. ¿Por qué me ha besado?

No puedo preguntarle, aunque era mi intención, porque mi móvil empieza a sonar. Blue recuperó mis cosas y no sé ni cómo, pero se lo agradezco mucho. Cambiar de móvil y tener que solicitar de nuevo los documentos es un rollo. Me sorprende ver el nombre de Sullivan brillando en la pantalla.

―¿Sí? ―pregunto extrañada.

―Lo siento, Sullivan, juro que no te daré plantón nunca más, porque eres el mejor abogado del mundo y el hombre más atractivo de la historia.

Se me escapa una carcajada ante el «saludo» de mi amigo y consigo que Jimmy me mire con los ojos entrecerrados, aunque no sé qué pasa por su cabeza.

El fuego no siempre quemaWhere stories live. Discover now