Loop.
"Mors ultima linea rerum est".
¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla?
*Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original.
*Está prohibido la copia, adaptación total...
Nunca me he enojado tanto en mi existencia, ni menos he actuado con impulsividad. En mis años de vida, si hubiese presenciado una escena así, seguro me hubiese marchado y hubiese mandado a alguien a que los eche de mi habitación.
Supongo que ser invisible y que los demás saquen provecho de ello me ha empujado a hacer lo que hice.
—Te voy a matar. —declara.
—No puede, porque ya estoy muerto.
Abbie se levanta de la cama y se acomoda la falda. Aparto la mirada algo tenso por la situación, y aún más al escuchar los sonidos que han salido de sus delicados labios por las cosas que ese salvaje le ha hecho. La furia vuelve a mí cada vez que lo recuerdo.
—Maldito imbécil. ¿No podías dejarme follar en paz? Iba a lavar tus malditas sábanas, de todos modos. —Abro los ojos y entreabro la boca indignado y sorprendido, una vez más, por lo maleducada que puede llegar a ser esta niña atrevida.
—Le recuerdo que se encuentra en mi habitación, estaba en todo mi derecho de hacerlo. —No la dejo responder ya que no pienso escuchar su cometario grosero, y me marcho de la habitación hacia a mi lugar favorito.
Bajo las escaleras y doblo yendo hacia la cocina, pero en vez de entrar en ella me introduzco en el pequeño y escondido pasillo que hay en un rincón. Al final de él, una escalera caracol de piedra me guía hacia arriba.
Cuando llego al final de las escaleras, logro ver el paisaje que tanto me gusta. Estoy a una altura tan significante, que logro ver incluso las fronteras del pueblo vecino.
Apoyo mi cuerpo en una de las cuatro columnas de la torre que sostienen el pico que es el techo, y observo el cielo tiñéndose de naranja y amarillo. El sol está escondiéndose, dejando a su paso una degrade de colores cálidos.
Un ruido a mi lado me interrumpe, y sé que es ella aunque no diga una palabra. Su presencia irrita mi sistema.
—¿Y usted que hace aquí? —pregunto, olvidando las formalidades. Ella ni siquiera me mira cuando responde, está demasiado ocupada admirando el atardecer, y no la culpo. Es una vista preciosa.
—Te seguí. —Abbie apoya las manos en el semi muro de la torre y asoma su cuerpo hacia adelante, en una pose peligrosa que me lleva a intentar —estúpidamente— tomarla del brazo y arrastrarla hacia atrás, pero mis manos atraviesan su cuerpo. Ella lo nota y me observa.
—Ten cuidado, estas paredes son viejas. No es seguro que te apoyes allí. —Se hace hacia atrás con precaución, y yo no puedo dejar de pensar en cómo mis manos atravesaron su cuerpo, recordándome una vez más que solo soy un simple muerto.
—Gracias. —Sonríe—. Que bonita vista. Este lugar es asombroso—Sus ojos brillan al hablar, y una de mis comisuras tiembla por el estímulo. Asiento, también embelesado por el panorama—. ¿Vienes aquí muy seguido? —Vuelvo a asentir.
—Cuando estaba vivo, este era mi lugar favorito, y lo sigue siendo. —La tristeza cubre mi voz.
—Cuéntame sobre ti. —dice. La observo sorprendido y confundido, hace mucho que alguien no me pedía algo así.
—¿Por qué querría saber sobre mí? Estoy muerto. —Aprieto los labios y miro el horizonte, ignorando la punzada que me pincha el pecho.
—Que no estés vivo no quiere decir que no merezcas que te escuchen, Hank. —La dulzura en su voz me descoloca, y hace que el dolor en mi pecho vaya desapareciendo. Su sonrisa me tranquiliza—. Vamos, cuéntame—Me anima con una sonrisa. Una de mis comisuras se alza inevitablemente y mi pecho se calienta de felicidad al sentirme escuchado por primera vez en siglos.
—Mi familia fundó este pueblo, mis antepasados lo hicieron. Todos los Hawthorne hemos vivido en esta mansión por años, heredándola junto al puesto de alcalde, pero un día un hombre nos lo robó—Comienzo a contar—. La familia Richardson nos robó el puesto de la alcaldía y lo ejercieron por años en los que mi familia se sumió en la injusticia y el rencor. Un día, el pueblo se reveló y decidió que serían ellos quienes elegirían al nuevo alcalde, pues los Richardson habían heredado el puesto de sus antepasados ladrones—El rencor inunda mi voz, y Abbie apoya la mano sobre la mía, traspasándola. De igual forma, su gesto me da fuerzas para seguir—. Se organizarían dos eventos para sumar votos, uno en la mansión de los Richardson, y otro aquí. Al finalizar los dos eventos el pueblo votaría y se elegiría al nuevo alcalde, pero ellos tenían una condición. De mi familia, yo era el único que podía postularse, pues creían que era el único de los Hawthorne capaz de dirigir el pueblo de forma correcta. Y lo hice, me postulé—Aprieto los puños cuando los recuerdos vuelven.
—¿Y qué sucedió después? —pregunta, pero yo no logro responder. Abbie lo entiende, y me pregunta otra cosa—. Háblame de tu familia—Una sonrisa de lado adorna mi rostro al instante, una llena de dolor.
—Tenía tres hermanos. Ángela, la menor. Marcos, el del medio. Y Kevin, el Don Juan. —Ella ríe al escuchar lo último—. Mi madre era preciosa y muy atenta con nosotros. Mi padre siempre me regañaba por no ser el hijo mayor responsable que siga sus pasos, pero en el fondo me apreciaba—Trago saliva al recordar las bellas palabras que mi padre me obsequió el día de mi muerte. Si tan solo hubiese sabido que serían las últimas...
—Seguro eran geniales, me hubiese gustado conocerlos. —murmura. Una sonrisa de comprensión adorna su rostro.
—Mi hermana la habría amado. Era muy atrevida, como usted. —Ella suelta una carcajada y yo la observo, reprimiendo la mía.
—Ah, ¿sí? Vaya, gracias por el cumplido. —Ruedo los ojos con una pequeña sonrisa—. Debes extrañarlos mucho.
—Ni lo imaginas.
—En realidad, sí lo hago. —La observo confundido, y ella me sonríe con tristeza—. Yo también he perdido mucho. No te das una idea cuánto.
Es ahora cuando noto, que tal vez no somos tan distintos después de todo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.