Pero estás muerto. Me recuerdo esa vocecita traviesa en el fondo de mi cabeza, y aprieto los labios en una línea fina.
Giro la cabeza para regalarle una mirada cargada de condescendencia.
—Que mal gusto tienes. —Sus ojos me echan a patadas en mil idiomas distintos, pero la ignoro. De repente, recuerdo al hombre pelirrojo—. Vaya a hacer sus cochinadas infieles a otro lugar.
Abbie me observa confundida, pero no puedo concentrarme en su bonito rostro arrugado cuando hay un tipo metiéndole mano debajo de la ropa. Si pudiera, ya le habría quebrado cada dedo con el que osó tocar a una mujer casada.
Para mi sorpresa, ella le planta un casto beso en los labios que me revuelve el estómago.
—Sigamos adentro, mi cama es increíble, ya verás.
¿He escuchado bien? Por el amor de Dios.
Mis dudas son confirmadas cuando ambos entran a la habitación y ella lo tira a la cama, dejándolo caer sobre mi preciado colchón.
—Ni se le ocurra hacer semejante acto indecoroso en mi cama, Abbie. —Le advierto, pues ya me he quedado sin palabras para expresar lo disgustado que me siento. Cuando el tipo vuelve a escabullir sus manos por debajo de la ropa, exploto—. ¡¿Cómo puede dejar que un hombre cualquiera la toque de esa forma tan bochornosa?! ¡Por el amor de dios! ¡Y en mi cama! —Suelto todo lo que tenía retenido, pues me enfada de sobremanera la forma morbosa en la que él la toca, como si fuera un pedazo de carne y no una persona. Y aún más me enfada que ella se deje tocar, y encima en mi cama.
Me despeino el cabello con frustración al no poder hacer nada para impedir esto. Realmente nunca nadie me ha sacado tanto de mis casillas como esta mujer atrevida. En cualquier otra ocasión hubiese dejado que creen una familia de treinta hijos y rompan la madera de la cama, si así lo deseasen. Pero no en mi cama, no en mi habitación, no en mi maldita casa.
Cuando las manos de ese tipo se aproximan a tantear esa zona, me giro incapaz de ver eso y azoto con fuerza la puerta.
Ambos saltan en su lugar, asustados.
—¿La puerta se ha cerrado sola? —pregunta él. Abbie me observa con odio, sabiendo que he sido yo el causante de ello.
—Es el viento. Siempre sucede, no te preocupes. —dice, e intenta volver a besarlo, pero yo soy más rápido y abro la puerta por completo. El joven voltea más asustado—. Oh, olvidé que está rota, siempre se abre sola—Pese a que intente salvarse con mentiras, la expresión del joven ya luce pálida. Para mi mala suerte, traga saliva y se coloca bien los huevos antes de seguir con los suyo.
Cuando él dirige sus manos al pecho de la jovencita en la cama siento que exploto, y me dirijo a paso furioso hacia los armarios.
Es cuando escucho el gemido salir de los labios de Abbie y el sonido del cinturón de él siendo desabrochado que siento que me pierdo a mí mismo, que toda mi furia y molestia sin justificaciones se apodera de mí llevándome a abrir y cerrar la puerta de uno de los armarios con tanta fuerza que hasta ella se asusta.
—¿La puerta del armario también se abre y cierra sola? —El miedo en la voz del joven me hace querer sonreír, y sin medir mis actos me dirijo al armario siguiente.
La satisfacción se apodera de mí al ver al joven vestirse aterrado, con cada parte de su cuerpo temblando de miedo—. Oh, vaya, se me ha olvidado que tengo un asunto pendiente que resolver. Lamento irme así, nos vemos otro día y lo seguimos, ¿sí? —El joven se larga dejando a una Abbie frustrada y molesta en la cama, con la falda bastante subida y el rostro rojo. Pero yo, por alguna razón, me siento feliz de haber echado a ese ser.
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
