Loop

〔IX〕

—Madre me ha pedido que te convenza de comportarte y no coquetear con las invitadas. —Suelto, pues es verdad. Mi madre me ha ordenado vigilar a Kevin y asegurarme de que no vaya a coquetear con nadie. Tenemos una imagen que mantener, según ella—. Así que hazlo y deja que tu cama se enfríe por esta vez, o madre nos matará a ambos—Kevin ríe y niega con la cabeza.

—Deberías divertirte un poco más. Eres el mayor y no te he visto ni acercarte a una mujer en mi vida. ¿Te gustan los hombres, hermanito? —Ruedo los ojos y lanzo otra piedra que rebota solo tres veces. Maldigo en mi interior.

—No le encuentro relevancia a cuestiones triviales como esas. —Kevin chasquea la lengua y lanza otra piedra que rebota cuatro veces.

—¡Sí! —Festeja—. Hermano, deberías probar, aunque sea acostarte con alguien. Tal vez eso despierte algo en ti—Entendí el doble sentido en su comentario, pero lo dejo pasar—. Puedo presentarte a alguna mujer, si quieres. O a un hombre. ¿Te gustan más los hombres? —Vuelvo a rodar los ojos.

—No, gracias. Estoy bien así, cuando conozca a alguien a mi altura me preocuparé por pedirle la mano. —Lanzo mi última piedra, que rebota cinco veces, y sonrío victorioso pensando que él no superará eso.

—Algún día encontrarás a alguien que te mueva el suelo, y sabrás que es mucho más que solo pedirle la mano. —Kevin se levanta y antes de irse lanza su última piedra, que rebota seis veces.

El recuerdo finaliza devolviéndome a la realidad. Una sonrisa triste adorna mi rostro, pues aun después de tantos años podría decirle a mi hermano que estuvo equivocado, y que no he encontrado una persona así. Pero no puedo hacerlo, ya no.

Me levanto de mi lugar y decido volver a la mansión, el tiempo se me ha pasado volando mientras recordaba mi vieja vida y observaba el lago. Vuelvo por el camino de tierra hasta llegar a la fuente y veo que la puerta está cerrada.

Diablos.

Debo esperar a que Abbie vuelva para entrar, así que suspiro frustrado y me apoyo en el vehículo rojo a esperarla. Pasa aproximadamente media hora cuando la veo llegar, pero frunzo el ceño al ver que no está sola. Viene con un joven de aproximadamente su edad —atractivo, aunque no más que yo— que observa el lugar maravillado. Ambos caminan hasta la entrada y abren la puerta, así que yo aprovecho para avanzar hasta allí sin que ellos me noten y trabar la puerta con mi pie justo antes de que Abbie la cierre por completo. Pero la joven ni siquiera nota mi presencia espiándola por la pequeña franja que dejó la puerta sin cerrar ya que está demasiado ocupada, de un momento a otro, besando al tipo a su lado.

Me quedo hecho piedra observando como aquellos dos intrusos se comen vivos en la entrada de mi casa.

Ambos avanzan hacia las escaleras y se pierden en el primer piso mientras siguen con sus asquerosos besos. Yo salgo del trance en el que me he sumergido y abro la puerta lo poco que puedo para poder pasar, y luego la cierro. Avanzo por las escaleras con rapidez, de repente sintiéndome molesto sin ninguna razón. Giro y camino por el pasillo de la derecha dirigiéndome a mi habitación, esperando que esos dos no se encuentren allí besándose como cochinos. Pero no, se encuentran en el marco de la puerta comiéndose entre los dos como si nunca hubieran comido en sus vidas.

Aprieto los puños a mis costados y clavo mis ojos en ese punto en donde el tipejo le besa la piel. Sus asquerosas manos se ciernen a ella con tanta fuerza que parece que va a quebrarla, pero Abbie no parece molesta con ello. Cuando oigo ese sonido salir de su boca, siento una falsa bilis subirme por la garganta.

Yo preocupándome por no perderme en los ojos de una mujer casada, y ella enrollándose con el primer tipo que se le cruza. ¡Y en mi casa!

Me acerco al chiquillo que la toca como un depravado que no ha visto a una mujer bonita en su vida, y le observo. ¿Qué tiene de interesante? Sí, tiene su atractivo, pero yo soy mucho más guapo.