Cuando el sol ya ha salido del su escondite y el día ha tapado a la noche, me marcho de aquel lugar. Paso por la puerta de la cocina, todo está en silencio como siempre estuvo antes de que la joven y su esposo llegaran, y eso me tranquiliza y desespera a la vez. Me tranquiliza el hecho de ver todo en su lugar, el silencio siendo el único huésped en esta mansión. Pero a la vez, me desespera el hecho de verme otra vez solo.
Si bien la llegada de Abbie y su esposo me ha enfurecido en mil sentidos y he estado dando todo de mí para que se larguen, sería una mentira enorme negar que la joven atrevida ha traído a mi vida una tranquilidad infinita. Me ha dado la paz de poder despertar sabiendo que hay alguien que puede verme, oírme y sabe de mi existencia. Por primera vez, siento que puedo contar con alguien, aunque eso no quiere decir que desee que ella viva en mi hogar, toque mis cosas y haga añicos mi estabilidad.
La odio, pero debo admitir que me agrada poder hablar con alguien luego de pasar desapercibido por siglos.
Me dirijo a las escaleras dispuesto a subirlas e ir a despertar a la intrusa golpeando la puerta y los muebles hasta que me lance algo a la cabeza, pero me quedo estancado en mi lugar al verla bajar.
Mis ojos vuelven a ella como el imán y el hierro. No logro evitar darle una repasada a sus piernas apenas cubiertas por una falda extremadamente ajustada y corta. Trago saliva y desvío mis ojos a otra parte de su cuerpo.
Es una mujer casada, Hank. Y tú un caballero, no seas descarado.
Con esas prendas tan ajustadas puedo notar la extremada delgadez de su cuerpo, y me pregunto si es así por genética o debido a una mala alimentación. De todos modos, me guardo mis pensamientos para mí mismo, por educación y respeto.
Abro la boca para preguntarle a donde va, pues claramente esa no es ropa que se use en casa, pero ella me interrumpe cuando pasa por mi lado.
—Voy a salir, no me sigas. —Bueno, parece que hoy me quedaré con la duda. Antes de que cierre la puerta a sus espaldas, alcanzo a frenarla con mis dedos.
Como si quisiera seguirla y soportar su exasperante presencia.
Cambio mi destino ahora que la joven se ha ido y me dirijo a un lugar que hace días no visito. Abro la puerta lo más que puedo, ya que es pesada y mis energías no son suficientes para abrirla mucho —de hecho, si Abbie la hubiese cerrado por completo no hubiese podido abrirla y salir de aquí—.
Cuando salgo al jardín ella ya se ha marchado, dejándome solo junto a la naturaleza inmune a mi presencia. Camino siguiendo uno de los caminos de tierra hasta llegar al lago. Me alegra verlo como siempre.
Me siento en el borde y meto mis piernas en el agua, sabiendo que no hay forma que me moje, pues la humedad de ella no afecta a seres inmateriales como yo. Si concentro toda mi energía en ello, puedo llegar a crear pequeñas ondas con mis piernas, pero sería un derroche de energía innecesario. Así que solo me dedico a observar mi reflejo en el agua y dejar que un recuerdo lejano me invada.
Es como si hubiese sido ayer cuando me encontraba tirando pequeñas piedras al lago, sentado en la orilla y con la intención de que reboten lo más lejos posible. Mi hermano Kevin se encontraba junto a mí, compitiendo para ver quien lograba hacer rebotar la piedra más lejos.
—¿Estás nervioso por mañana? —Me pregunta. Lanzo una piedra que rebota cuatro veces.
—Nada que no pueda manejar. —afirmo, fingiendo serenidad cuando los nervios parecen querer quemarme por dentro.
—Lo harás bien. —Su confianza en mí me deja una sensación acogedora en el pecho—. Confío en que, con tu cara de anciano malhumorado, conquistarás a muchas chicas que votarán por nosotros—Lanza una piedra que rebota cinco veces y me observa con arrogancia, mientras que yo, con molestia.
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
