Con agallas camino de regreso a la calle principal, por suerte ya está atardeciendo y la gente volvió a sus casas para dormir la siesta. Ahora el pueblo se encuentra más vacío, muchos locales están cerrados y tengo más libertad para recorrerlo.
Durante el trayecto me encuentro un museo antiguo, una escuela y un parque. El parque ha sido mi lugar favorito, con un lago precioso y un puente sobre él al cual no he dudado en subirme.
También he pasado por la casa del alcalde. Es una mansión más pequeña que la mía, pero una, al fin y al cabo. No me quedé mucho tiempo a analizarla porque no quería que el alcalde y su familia se alarmen cuando vean a una loca acechando su casa desde afuera.
Luego de recorrer lo que me faltaba, me encontré en el camino con un hospital, una pequeña estación de policía junto a la de bomberos, un banco y bastantes bares. Decidí volver a casa, grabándome todo el mapa de lo que recorrí en mi cabeza.
Lo que me ha sorprendido bastante de este pueblo es ver la gran diferencia que hay en la fachada de las casas a medida que me acerco a la zona en donde vive el alcalde. Allí, las casitas de madera vieja se convierten en mansiones, como si aquí se concentraran todos los ricos del pueblo.
Niego con la cabeza por mis pensamientos mientras camino hacia la salida del pueblo.
Llego a la reja con la respiración agitada e introduzco la llave en el candado para quitar las cadenas. Luego de pasar al otro lado vuelvo a colocar todo en su lugar, pero esta vez no bloqueo el candado, sino que lo dejo abierto para que mi hermano no tenga que sacar las llaves y abrirlo cuando vuelva. Seguro llegue tarde y estará agotado, así que esta vez cocinaré algo yo y se lo dejaré en la mesa del comedor.
Camino pasando junto a la fuente y sigo derecho hacia la puerta de la mansión, sintiendo como la calidez del sol que comienza a esconderse en el horizonte me golpea en la espalda. El cielo adopta colores cálidos y maldigo por no poder disfrutar de ver el atardecer por tener tantas cosas que hacer.
Debo desempacar, preparar la cena, averiguar por la universidad en línea, investigar sobre posibles puestos de trabajo aquí en Brightville y escuchar el nuevo álbum de mi banda favorita. Suspiro y entro a la mansión luego de hacer una fuerza inhumana para abrir la puerta.
Debemos arreglar esa maldita puerta.
Camino directo a mi habitación para comenzar a desempacar cuanto antes. Quiero quitarme esa tarea de encima para poder seguir con lo más fácil.
Una vez que llego me quito el abrigo y lo dejo en el perchero, lanzo mi celular a la cama el cual rebota y me hace pegar un susto de muerte y vuelve a caer sobre el colchón.
Cojo mis enormes y pesadas maletas y las coloco con mucho esfuerzo sobre la cama. Abro la primera y comienzo a sacar la ropa, doblarla y separarla por sección y color. Cuando termino con la primera tanda llevo todo hasta los armarios, los cuales había abierto ayer para limpiarlos, encontrándome con que estaban repletos de ropa de hombre. Pero lo más curioso no era que estaban llenos de ropa de hombre, sino que era ropa tan costosa y fina que parecía pertenecerle a un ricachón de hace doscientos años atrás.
Junté toda esa ropa y la coloqué en unas cajas que me he encontrado por ahí. Lo lamento por la persona dueña de aquellas prendas, pero ahora la habitación es mía.
Coloco la primera tanda de ropa doblada en los distintos estantes del primer armario y vuelvo a la cama para seguir con la segunda.
Es cuando me encuentro doblando un vestido color negro que me regaló mamá para mi cumpleaños número diecisiete que lo siento.
Hay alguien en la casa.
—Maldita sea. —mascullo, recordando que dejé el candado abierto. Pudo haber entrado cualquiera en todo este tiempo.
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
