Abro el libro y comienzo a leer las primeras páginas mientras le doy un mordisco al pastelito, manchando mis comisuras con glaseado. Pasan algunos minutos mientras me sumerjo en la lectura y disfruto de la comida, hasta que un movimiento frente a mí me hace despegar la vista de las letras con ganas de golpear al imbécil que me ha interrumpido.

Levanto la cabeza con la mirada lanzando flechas de hielo que se clavan en el chico que tengo enfrente, sonriéndome de lado.

—Lamento interrumpir, pero no pude contenerme al ver lo que estás leyendo. Es uno de mis libros favoritos. —dice, y yo lo observo con la misma molestia que antes. Creo que no nota que me importa una mierda lo que está diciendo, pues sigue hablando—. Mi nombre es Mark, por cierto—Me extiende la mano y yo lo miro de arriba a abajo. Es atractivo.

Castaño, tiene un corte de pelo y un peinado muy de la época de mi bisabuela, pero no le queda nada mal. Lleva una camiseta blanca tapada por una camisa beige con los primeros botones desabrochados y un cinturón negro sosteniendo unos pantalones de tiro alto grises. Sus ojos son del color del cielo, con unas pestañas largas envidiables, una piel bronceada, una nariz pequeña y respingada y unos bonitos labios con forma de corazón.

Su cuerpo es regordete y robusto, con una espalda ancha y un atractivo que me haría suspirar si no estuviera molesta por su interrupción.

Tomo, luego de unos minutos, su mano.

—Soy Abbie. —digo, tajante. Él se rasca la nuca algo avergonzado.

—Estás enfadada porque interrumpí tu lectura, ¿verdad? —Lo miro en silencio y él lo toma como una afirmación. Suspira—. Lo siento, sé lo que se siente, acepto que me golpees, me lo merezco—Sonrío sin poder evitarlo.

—Mejor me lo recompensas invitándome algo la próxima vez. —Él me mira sorprendido, un leve rubor alcanzando sus mejillas. Luego asiente con una sonrisa de lado que logra que un calor se extienda en zonas peligrosas de mi cuerpo.

—Dime, Abbie. ¿Eres nueva aquí en Brightville? —pregunta, jugando con los bordes del libro que lleva entre sus brazos.

—Mi hermano y yo nos mudamos ayer, vivimos en la mansión sobre la colina. —Eso parece descolocarlo.

—Vaya, no sabía que ese lugar tenía nuevos residentes. —Hay un deje extraño en su voz que me eriza la piel—. De todos modos, es genial que vivas allí, siempre quise visitar el lugar. ¿Sería un atrevimiento pedirte que algún día me invites a pasar? —No me pasa desapercibido el disimulado tono coqueto que utiliza.

Oh, vaya, miren que suerte la mía. Ya tengo con quien estrenar el colchón de mi habitación.

—Para nada. —digo. Una sonrisa insinuadora adorna mi rostro—. Vendré más por aquí, espero encontrarnos seguido, Mark. Y, ¿quién sabe? —Me muerdo el labio—. Tal vez algún día decida llevarte al castillito, seré una asombrosa guía—Lo último lo digo en su susurro insinuador que lo hace tragar saliva, nervioso.

Bien, Abbie, bien. Gánatelo.

—C-claro. —Sonríe—. Me parece genial, digo, asombroso, estupend...—Interrumpo su verborrea cuando me levanto y saco un par de billetes del bolsillo de mi abrigo. Los dejo en la mesa y recojo mis cosas.

—Lamento interrumpirte, cariño. —Le regalo una sonrisa de disculpa. Mark no pasa para nada desapercibido el hecho de que lo llamé cariño. Lo noto por la manera en que sus mejillas se tiñen color carmesí—. Debo irme, todavía tengo mucho que recorrer. Nos vemos en estos días—Le guiño el ojo y me dirijo a la salida.

Antes de salir me despido de Mony y le digo que dejé el dinero en la mesa. Ella me regala una sonrisa radiante antes de despedirse también y abandono el local volviéndome a encontrar en el medio de aquel oscuro callejón.

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