Es sabido por el pueblo que esos jóvenes son mujeriegos sin modales, pero a nadie parece importarle eso cuando les ofrecen irse con ellos.

Del otro lado de la señora Richardson, se encuentra la quinta hija y única mujer entre los hermanos, siendo también la mayor de todos. Aquella mujer que tanto odio, aquella que heredó de la mejor forma los asquerosos dones de su madre, siendo una mentirosa y manipuladora joven ladrona. Es hermosa y encantadora para todos, y usa eso a su favor aun sabiendo que por dentro, debajo de su máscara de plástico, es un monstruo igual o incluso peor que su madre.

—Dicho eso, quiero comenzar con mi discurso hablando sobre algo tan importante como es por qué quiero ser alcalde. ¿Qué me lleva a querer ser el responsable del orden de este pueblo y la comodidad y felicidad de ustedes, mis habitantes? —Frunzo el ceño, ya ha comenzado con su palabrerío barato que seguro su esposa le ha hecho aprenderse de memoria—. Pues verán, damas y caballeros, este pueblo es una de las cosas más importantes que tengo luego de preciada familia—Le dirige una mirada de falso cariño a sus hijos y esposa—. Lo he dirigido por años, soñando con cada día poder ser mejor en mi labor, llevarles felicidad a sus casas, tanta que quieran criar a sus hijos, nietos y bisnietos aquí en Brightville. Que vean el pueblo como su hogar, como un lugar especial al cual nunca quieran dejar. Quiero ser para ustedes un motivo de admiración, quiero ser justo, quiero prosperar, quiero aprender y quiero triunfar junto a ustedes—Ruedo los ojos. Puras mentiras—. Una vez mi padre me dijo antes de que asuma el cargo de alcalde: "No existe un alcalde perfecto, pero si existe un hombre propuesto". Propuesto a aprender de cada caída y patear las próximas rocas en el camino, y eso es lo que quiero ser para mi querido Brightville. Quiero caerme, levantarme y recuperarme con ustedes, para no volver a caer jamás—Sonríe ante las miradas de admiración que le brinda la gente—. Ahora, dime, Brightvile. ¿Quieres triunfar conmigo? —grita, para que todos en el salón lo escuchen, y pasan escasos segundos para que luego una oleada de aplausos y palabras de aliento se escuchen por todo el lugar.

Mi familia y yo nos miramos compartiendo la furia que crece a cada minuto. Ese discurso patético y carente de metas y planes precisos, pero lleno de verborrea sentimental se ha llevado más de la mitad de los votos.

Solo hay una manera de ganarme la confianza de la gente de Brightville, y es encontrando evidencia que demuestre que las personas que en este momento reciben ovaciones son unos monstruos.

Decidido a lograr mi cometido, me dirijo a la puerta de entrada al salón y le pregunto a los guardias donde está el baño. Ellos me indican que suba al primer piso y que el baño se encuentra a la izquierda.

Si Brightville está ciego, entonces tendré que hacerlos ver a la fuerza.

Cuando llego al pasillo del primer piso me dirijo al lado contrario a los baños. Camino abriendo varias puertas que me encuentro en el camino, pero ninguna es la oficina de Eduard Richardson.

Me dirijo a la antepenúltima puerta del pasillo, encontrándome con una habitación sumida en la oscuridad, y como no logro ver nada que me indique si es la que busco o no, me adentro más en ella buscando ver mejor. Pero de repente, la puerta se cierra detrás de mí y oigo el sonido del pestillo. Alguien le ha puesto tranca.

Antes de que pueda siquiera acercarme a la puerta la luz se enciende, dejándome ver a una figura recostada sobre la puerta de madera.

Carmel sonríe con lujuria y deja de apoyar su peso en la puerta para erguirse frente a mí.

—Así que al final si aceptaste mi propuesta, creo que no te desagrado del todo, Hank. —Se mofa, aunque noto el tono coqueto que también utiliza. La observo impasible, no me interesa y ella lo sabe, pero simplemente no puede aceptar que alguien en el mundo no sucumba a sus encantos y sus palabras falsas.

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