Hay bastantes grupos de hombres, ancianos y jóvenes que me dedican miradas coquetas y alzan sus jarrones invitándome a beber con ellos. Pongo cara de asco y me pego a mi hermano.

Austin me toma del brazo y nos conduce a un lugar alejado de la multitud. Éste, para mi sorpresa, cuenta con dos sillones y una mesa cuadrada entre los dos, contrastando con las demás mesas redondas y feas.

Austin toma asiento frente a mí y una camarera no tarda en llegar y, con bastante coqueteo hacia él, dejar dos menús sobre la mesa. Apuesto los mismos quince lingotes de oro de antes a que le da su número de teléfono antes de irnos, y apuesto mi braga favorita a que mi hermano se sonroja y rechaza el gesto dejando el papel doblado junto al billete de propina.

Austin ojea el menú con el ceño fruncido, como siempre que está concentrado en algo, y susurra los nombres de los platillos con curiosidad. Yo ruedo los ojos y pido una hamburguesa completa extra grande y media jarra de cerveza. Luego, Austin se decide finalmente por unos ñoquis con salsa mixta y una jarra de cerveza llena. La camarera se va meneando sus caderas con exageración luego de tomar nuestros pedidos.

—¿Qué te parece el pueblo? Es bonito, ¿no? —Tiene la cabeza apoyada en sus manos entrelazadas y sus codos clavados en la mesa. Hago un mohín e imito su postura, pero con desgano.

—Muy... rustico, feo, viejo y aburrido, querrás decir. —Austin suspira con decepción y menea la cabeza. Sé que él se esfuerza para crear un nuevo comienzo aquí, pero a mí me cuesta demasiado, y aún más me cuesta sabiendo que hace todo esto por mi culpa.

¿Por qué sonríes cuando está todo tan mal? Solo ódiame, Austin, estaría más tranquila si lo hicieras.

—Anímate, demon. —Sonríe de lado. Odio que me llame así, me trae malos recuerdos—. Ya verás que no es tan malo como parece, la gente es agradable y la casa... Oh, espera a ver la casa, es enorme, un poco vieja, pero está en buen estado. Nuestro primo Travis es el dueño por herencia y la ha estado limpiando y cuidando para nosotros. Es un buen tipo, me sorprendió que aceptara que nos quedemos en su hogar con tanta facilidad—Frunzo el ceño.

—¿Y eso no te parece extraño? —pregunto. Él chasquea la lengua mientras niega.

—No realmente. El pobre hombre es ciego, ¿sabes? —Nunca he visto u oído de Travis en mi vida, ni siquiera sabía que era mi primo—. Se la pasa solo sin nadie que lo ayude en esa vieja mansión, no me sorprende que acepte nuestra compañía—Asiento pensativa, tiene sentido. Yo también aceptaría que mis parientes vivan conmigo si estoy sola en un pueblo remoto.

—¿Y su familia? ¿No lo visitan?

—No quise preguntarle mucho al respecto, pero la verdad es que creo que no tiene a nadie. —Oh, pobre hombre.

La camarera interrumpe nuestra conversación trayendo nuestros pedidos, y se me hace agua la boca. Apenas los platos tocan la madera de la mesa, comienzo a devorar la hamburguesa como si fuera lo último que comeré en mi vida. Cuando estoy por terminarla, un hombre se planta justo a mi lado con una sonrisa amigable.

—Buenas tardes, mi nombre es Rafael, un gusto conocerlos y bienvenidos a Brightville. —Sonríe y mi hermano, siendo sociable por naturaleza, le devuelve la sonrisa. Yo le doy un buen trago a mi cerveza—. ¿Les molesta si tomo asiento junto a ustedes? —pregunta con cordialidad, y al ver que yo no me muevo ni un milímetro se sienta junto a Austin. Es un señor que ronda los cincuenta años, de cabello blanco, arrugas por todo el rostro y una piel rosácea con bastantes marcas. Lleva un gorro al estilo vaquero y una camisa color crema.

—Mi nombre es Austin Thompson, y ella es mi hermana Abbie. Un placer conocerlo. —El hombre me sonríe con simpatía mientras yo termino de tragar mi hamburguesa.

LoopWhere stories live. Discover now