Noto como el ambiente se vuelve más tenso, todos tienen expresiones molestas en sus rostros, el odio hacia los Richardson es algo que compartimos,

—Pero esta vez sucedió algo que les arruinó el plan. —prosigue papá. Levanto la cabeza del plato por primera vez desde que tomé asiento. Las novedades son cosa extraña por estas tierras, los periodistas escasean porque no hay nada interesante que reportar y los diarios son el comedero de chismes amorosos entre ricos, o anuncios políticos—. Los habitantes se han quejado—Suelto mis cubiertos sobre mi plato.

No logro ocultar el asombro en mi rostro, nadie lo logra, mis hermanos se miran atónitos entre sí. Nadie nunca se había quejado de que Richardson tome el puesto de alcalde desde que se lo robaron a mi padre.

—El pueblo exige que nuestra familia arme un evento, quieren que nos postulemos para candidatos, quieren ver qué tienen para ofrecer sus fundadores. —No puedo evitarlo y sonrío. ¡Es una noticia increíble!

—Ellos quieren que haya dos eventos. Y luego de oír nuestras propuestas y objetivos, decidirán quién se queda el puesto de alcalde. Exigen democracia. —La sorpresa es palpable en el ambiente, incluso la intrusa abre la boca sin poder evitarlo, totalmente atónita.

Estoy seguro de que ganaremos, mucha gente no está de acuerdo con la forma tan injusta en la que los Richardson manejan el pueblo, solo beneficiando a las personas más adineradas. Es algo injusto y totalmente materialista, no es manera de dirigir un pueblo, un alcalde debe de ser justo con todos y mantener un equilibrio para evitar conflictos futuros.

—Lo haremos, ¿verdad? —pregunta Marcos—. El evento.

Papá asiente con una sonrisa y todos chillan de felicidad.

—Ganaremos esto, hagamos lo que tengamos que hacer. —Su mirada cae en mí, y su semblante serio me confunde.

—Y tú eres quien debe decidir aquí. —Frunzo el ceño sin comprender a qué se refiere—. El pueblo ha exigido solo una cosa—hace un énfasis extraño que me genera una repentina tensión—. Quieren que tú seas quien se postule como alcalde. No aceptarán a nadie más—Abro los ojos con sorpresa. De repente la idea de recuperar el puesto no me gusta tanto como antes.

¿Yo? ¿alcalde? Nunca ha estado en mis planes, la idea no me hace feliz, de hecho, me genera náuseas. Tratar con tanta gente, mi cara plasmada en todo el pueblo, manejar la vida de tantas personas...

No puedo.

Mamá nota mi lucha mental e intenta convencerme con un tono dulce.

—Es la única manera de recuperar lo que es nuestro, Hank.

—Por favor, sabes lo importante que es esto para nosotros. —sigue Ángela. Marcos y Kevin me miran también, casi rogando que diga que sí.

Tengo un gran dilema entre manos.

Me molesta que ellos no piensen en mi felicidad, me enoja el hecho de que un puesto sea más importante que mi paz mental. Pero no puedo juzgarlos.

No puedo negarme y dejarles servido el puesto a esos malditos ladrones, tampoco decepcionar a mi familia. Por más temor que la idea me cause, y aunque sepa que aceptar conlleva sumirme a una prisión eterna, la condena de ver sus miradas de decepción el resto de mi vida me asusta más.

Con un nudo en el estómago y una profunda sensación de estar cometiendo un error, asiento firme. He tomado la decisión, no puedo dejar que ellos se queden con el puesto, no se lo merecen. Tampoco quiero que me odien...

—¡Gracias, hijo! —exclama mi madre con una enorme sonrisa.

—Has tomado la decisión correcta. —dice mi padre, y me regala unas palmaditas en el hombro. Mis hermanos chillan felices, todos están entusiasmados.

Ha llegado la hora de recuperar lo que es nuestro, sin importar lo que suceda.

Y con el cuerpo temblando y el miedo subiéndome hasta la garganta, espero no arrepentirme de esto.


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