La teoría de las piedras filosofales

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Había pasado un largo tiempo ya, Elena llevaba meses viviendo con Sirius, yendo a visitar a Lily y James cuando ellos no iban a verlos a ellos, yendo a cenar con los señores Potter (quienes habían regresado ya del refugio de dragones), visitando cada fin de semana a los Tonks, y ayudando a Remus en sus transformaciones, aprovechando que este había regresado a Londres.

Pero la actividad que Elena siempre realizaba a diario, era pasar horas frente a la pared del cuarto donde dormía con Sirius, ya que en esta llevaba un mapa mental donde trataba de unir las piezas de las pistas que le había dado la profesora Bloom.

Así que tan pronto sonó  el despertador a las 5:00 A. M. se apresuró a callarlo, pues no tenía intención alguna de despertar al pelinegro a su lado, quien dormía plácidamente, ya que a Sirius no le terminaba de agradar la idea de que Elena pasara horas aislada del mundo entero sólo para tratar de resolver un misterio.

Se paró de la cama y se estiró lo más que pudo, talló sus ojos tratando de despertarse a la vez que tomaba su bata y se la ponía, pues el clima en Inglaterra empezaba a ser más frío de lo habitual, quizás debido a que era finales de enero.

Antes de salir del cuarto, paró un momento para apreciar la vista frente a ella de Black profundamente dormido. Sonrió enternecida y salió, procurando no hacer ruido al cerrar la puerta.

Bajó los escalones de puntillas, maldiciendo por lo bajo cuando la madera rechinaba.

Soltó un suspiro de cansancio mientras se servía el café recién salido de la cafetera, que tuviera el propósito de descubrir lo que el acertijo de su profesora significaba, no quería decir que le gustara despertarse tan temprano.

Dejó su taza de lado, y para matar el tiempo mientras esperaba a que se enfriara, decidió lavar los platos, pues la noche anterior los merodeadores se habían reunido y todos ellos comían como muertos de hambre.

Mientras el agua fría se escurría por sus manos, sus pensamientos empezaron a mostrarse más profundos que antes.

Como el pequeño detalle de que aún no descubría qué decía la carta que Regulus le había mandado a Sirius, que al parecer había sido fuerte, ya que incluso había dejado de ir a verlo, algo que acordó con hacer.

Él ya sabía que su hermano era mortífago, entonces ¿Qué podía ser peor que eso?.

Elena formó una mueca, pensando que quizá todo sería más fácil si pudiera volver a la Orden junto con los demás, había escuchado meses atrás que Molly estaba embarazada y la quería felicitar.

Pero Lily, Remus, James y Sirius, sobreprotectores como siempre, no se lo permitían, decían que estaría más a salvo si se mantenía al margen de lo que pasaba en el mundo mágico.

Había tratado de escabullirse, pero ahora incluso habían hablado con Dumbledore y Ojo-loco Moody acerca de su  situación, así que entrar a escondidas no era una opción.

Miró sorprendida al pie de las escaleras al salir de su trance y escuchar la madera rechinar, lista para tomar su varita, pero sólo era Sirius.

--¿Qué haces despierto tan temprano?-- le preguntó secando sus manos, pero el pelinegro parecía no haberla escuchado, pues su cansancio aún lo tenía atontado --¿Quieres café?-- Sirius asintió.

--No eres muy silenciosa que digamos cuando acomodas los cubiertos-- repuso el pelinegro, bostezando, Elena dejó una cuchara con las demás y notó, que en efecto, el choque del metal era más fuerte de lo que se había dado cuenta --¿Tú qué haces despierta?.

Preguntó el pelinegro caminando hasta ella, depositando un fugaz beso en sus labios para después tomar su taza.

--Bueno, tengo un caso que resolver ¿Recuerdas?-- escuchó a Sirius suspirar mientras se sentaba, así que ella lo siguió a la mesa.

Historia Mi felicidad y mi tristeza (Pt.2) (Continuación)Where stories live. Discover now