ELLA MURIÓ

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Pasaron dos días desde que estaban en Las Palmas.

Los días en familia fueron sanando el destrozado corazón de la joven. A pesar de todo lo malo ese pedacito en las Palmas llamado Las Cumbres, tenía la capacidad de armarla cuantas veces fuera necesario.

Esa mañana Pedro se levantó más tarde de lo normal. Como si una fuerza externa le llenara el cuerpo de una pesadez que no comprendía.

Pensó en ir a cabalgar para sacar de su cabeza todos esos nudos que de vez en vez le atormentaban. Bajo a desayunar junto con Santiago quien discutía con su mamá sobre la próxima participación de Abel en el PRB, al parecer la vida siempre recompensaba a los más miserables.

Mientras se alejaba de la conversación se topó con su padre, Don Adán envejeció de más los últimos años, se veía cansado y un poco destrozado. Ningún padre soñaba con ver a sus hijos separados los unos de los otros. Pero esa era su realidad. Su hija menor y su hijo mayor preferían pasar por cualquier penuria antes que volver a casa.

-Tengo que ir con Modesto, le he vendido el lote que colinda, con el lago, así la propiedad quedara dividida por fin- Pedro se sorprendió

-¿Por qué hiciste eso?, ese lago era el valor de esa parte de la propiedad-

-No tengo ganas de discutir contigo los porqués, pero sentí que era parte de mi deber- Su hijo encogió la cabeza entre los hombros avergonzado- bien, ¿Puedes llevarme?-

Pedro no era fan de pisar esa quinta, pero era inevitable cruzarse algunas veces. Manejo nervioso hasta llegar al lugar, ayudo a que su padre bajara, el señor Adán se enderezó entrando a la casa. Pedro le miro a lo lejos, camino un poco por el lugar buscando donde ocultarse mientras salía su padre, ni loco entraría al lugar y menos se quedaría en la camioneta, camino hasta el vivero abandonado quería alejarse de las miradas de la entrada, pero más que alejarse su mirada encontró algo que jamás esperó.

A lo lejos una joven de piel bronceada y cabello largo cabalgaba en su dirección, pudo ver su gesto de sorpresa e inmediatamente  noto que intentaba regresar por el camino y de un momento a otro estaba sujetando las riendas de la yegua.

-Alto, shhh- calmaba al animal mientras la joven saltaba para salir corriendo- ¡Espera!- grito soltando la yegua para correr tras de ella- ¡ALBA!- y su nombre en esa boca sonó igual que en sus peores pesadillas- Detente- la sujeto del brazo girándola hasta chocar con su pecho.

-¡Suéltame!- gritaba mientras el hombre la sujetaba de la muñeca y la apretaba por la cintura- ¡Suéltame que grito!-

-¿Qué demonios? Cálmate- y al ver como se preparaba para dar un grito no tuvo opción que cubrir su boca- ¿Acaso estás loca? Solo quiero hablar- y la calma en esa voz le llenaba de terror-¿Qué te paso?- dijo moviendo la mano de su boca a su ojo- ¿Quién te ha golpeado?-

-Pedro, solo suéltame- y la desesperación que vio en esos ojos grises que tanto soñó le desarmaron

-¿Por qué regresaste?- Le susurro sin soltarla

-Solo vine a ver al Abuelo- dijo mirando al lado- suéltame- el negó con la cabeza

-¿Dónde has estado? ¿Quién te golpeo?-

-No es asunto tuyo, y no me han golpeado, me he caído de un caballo- esa frase le revolvió el estómago y la imagen de ella en el aire le golpeo la memoria

-¿Estas montando de nuevo?-

-No es algo que te importe- y sus palabras salían cada vez mas inaudibles

-Podemos hablar como personas civilizadas, solo quiero saber cómo estas-

-Bien, estaba perfectamente hasta que me paraste la yegua- dio un tirón hacia atrás intentando liberarse de ese tacto que le quemaba

El ParaísoWhere stories live. Discover now