Sin miedo

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El tiempo paso lento y calmado por Abel y Alba, la cabeza les nadaba entre nuevas decisiones y despedidas que querían dar marcha atrás. Ya era diciembre, y el plan para que Alba comenzara a competir estaba hecho. El equipo de Jasón, que ahora también era su equipo, pasaba más tiempo del que ella esperaba en su rancho y pronto esa gente atrajo a más y más y eso se volvió un lugar bastante ruidoso. Abel no tomo con tanto arte el hecho de saber que competiría sin su presencia, aun así, decidió que de ahora en adelante todo lo que tuviera que ver con ella le pasaría de largo.

Sebastián y Lidia tenían todo bajo control y por primera vez Alba pudo centrarse en algo más que no fuera irse a la quiebra. Belmont y Magdalena vivían en la ciudad, al fin habían dado el paso para malestar de todos en El paraíso. Y aunque Magdalena se quebró la cabeza con esa decisión, no encontró mas que apoyo en su amiga. Se sentía mas tranquila viéndola reír con Jasón, y mas tranquila con el trato de Doña Luci, además sus viejos amigos estarían con ella. No debía temer.

Alba había decidido dar mil pasos adelante, y eso conllevaba dejar a algunas personas atrás y abrir puertas que había cerrado. Así que se vio llegando a Las palmas para pasar navidad. Su tita se volvió loca al verla llegar, no esperaba menos de ese recibimiento. Paso tiempo con sus sobrinos. Con su Tito, con su padre, incluso cruzo dos o tres palabras con su madre por teléfono.

Don Modesto la miraba atento. Algo había cambiado en ella, ya no había más dolor ni miedo era como si se hubiera resignado a que el paso del tiempo curara todo. Ahora solo podía ver decisión y un rasgo muy parecido a la felicidad.

-Me voy a gastar de tanto que me mira Tito- dijo encendiendo otro cigarrillo en el balcón

-Estas bien hermosa mija- le sonrió y ella se levantó para sentarse junto a él y acurrucarse en su costado- aunque no quiera admitirlo, ese chamaco te hizo mucho bien-

-¿Cuál chamaco?- pregunto dudosa

-Pos el demonio del paraíso- soltó burlón- siempre que está a tu alrededor brillas de una manera diferente. Brillas para ti- decía mientras le peinaba el cabello con la mano

-Abuelo, no estoy con él, rompimos. Y creo que esta vez fue definitivo- y esa noticia lo tomo por sorpresa

-Chamacos tontos- soltó mientras la noche les calaba y los cigarros se terminaban en sus dedos

Estar en Las Palmas para Alba era un viaje en el tiempo, podía verse a sí misma intentando ser feliz en el pasado, podía verse peleando y riendo de tontearías con Abel, podía verse escondida con Pedro, eran todos errores y momentos felices. Las Palmas siempre eran así para ella, un cumulo de nostalgias y nada más.

Mientras estaba en el pueblo con su abuela, vio una espalda conocida, era Abel Villegas, estaba recargado sobre el mostrador de la cervecería con una joven entre sus brazos. No supo cuántas veces en su vida había visto esa escena, pero era la primera vez que le dolía tanto.

Camino detrás de su abuela, intentando pasar desapercibida. Y lo hizo, Abel ni se inmuto de su presencia, llevando esos coqueteos del mostrador a su auto. Mientras arrancaba la camioneta junto con esa jovencita vencida en coqueteos la vio de pie frente a la verdulería, traía unas botas negras. Un vestido negro con flores de manga larga y medias, el frio le ponía la nariz roja y los ojos tristes le miraban fijamente por debajo del flequillo largo y sin peinar.

"Maldita sea" susurro intentando no mirarla ¿Qué demonios hacía en Las Palmas? Ahora no podía bajar a la chica y simplemente ir tras ella, estaba peleando contra sus bajas pasiones, contra ese control que la joven Villaseñor ejercía en su persona, volvería Abel Villegas, el eterno Abel Villegas.

No podía arrancarle la decisión ahora, no podría ser él de nuevo yendo tras ella, esta vez no, jamás volvería a ser así.

La navidad fue más de lo que esperaban, la familia de Lidia viajo para pasar las fechas en La Ilusión con doña Lucia y Jacob, mientras Alba disfrutaba de una cena y carcajadas en Las Cumbres.

-Tita- susurro Alba a su abuela mientras entraba a su habitación- ¿Puedo dormir contigo?-

-Mija, ya sabes que sí, tu abuelo no se va a morir por dormir un día en otra habitación- dijo abriendo sus brazos a ella

-Tita, el otro año voy a competir- le confeso- quiero que seas la primera que lo sepa, dentro de un año en navidad, estaremos festejando mi triunfo-

-Así será mija- le dijo acariciando su frente- y espero que dentro de un año en esa mesa que hoy reías también este ese hombre-

-¿Tú también Tita?- rio- primero no querían ni verlo y ahora no pueden vivir sin él se burló- recordando la escena del día anterior donde ni si quiera se percato de su existencia.

-Mija, nunca le tuve buena fe a ese animal, aun así estoy segura que tu abuelo y yo tenemos el mismo motivo para que nos agrade; cuando estuviste en coma, encontró la manera de colarse una o dos veces a la semana, siempre te contaba cosas, te peinaba el cabello, aunque fueran 10 minutos, procuraba hacer algo por ti-

-Nunca supe eso- dijo con un nudo en la garganta. No podía ni si quiera imaginarlo. Ese vaquero de metro noventa con un peine en mano, seguramente mato de amor a mas de una enfermera.

-Son momentos que estoy segura el guarda en su memoria, la vida para él no es fácil, después de todo se enamoró de alguna manera de la mujer de su hermano-

-Nunca quise que las cosas terminaran así- y ya estaba de vuelta en dejando lagrimas por un villegas

-Lo sé. Por ello, has lo que consideres correcto, gana, crece, y ama, no tengas miedo mija, no tengas miedo-

Y ese era el plan, vivir sin miedo.

El ParaísoWhere stories live. Discover now