LA MISA

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Era domingo en la mañana y Doña Martina al fin había convencido a sus dos nietos que fueran con ella a misa. Franco solía ir a misa con su abuela de vez en cuando, se sentaba a su lado y junto a él Fausto y Fernando Cuervo con su madre. Solían ponerse de acuerdo para llegar juntos a misa, así mínimo no se aburrirían durante todo el sermón que regularmente estaba dirigido a ellos. Pero ese día también asistiría Alba.

Se paró temprano para salir a montar para relajar el cuerpo. Sabía que en cuanto topara a las amigas de su abuela la boca no les pararía. Después de darse una ducha seco su cabello intentando que esas ondas se hicieran lo más hermosas posibles. Y lo logro levanto el cabello largo y ondulado en una cola de caballo alta, dejando caer dos mechones al frente. Se puso un vestido verde agua debajo de la rodilla con un escote en v y unas aberturas discretas a los lados.

En el camino al pueblo la abuela la ponía al día de todo lo que debía saber de la misa en Las Palmas y de los chismes locales, quien miraba a quien, quien hacía que y quien les caía mal y bien. Franco se divertía con esas descripciones porque su abuela siempre terminaba cada chisme con "Pero ya no diré nada porque no soy chismosa" siempre la misma.

Al llegar el joven Villaseñor ayudo a bajar a su abuela quien le hacía señas para que bajara a su hermana. Mientras el giraba hacia donde estaba ella vio como ese perfil conocido llegaba a su lado, escucho un a expresión de sorpresa seguida de unos besos sonoros y unas risas escandalosas.

La gente les miraba de reojo y la abuela se apresuraba para quitarle esa alimaña de encima a su nieta, pero al darse cuenta de quien se trataba se sintió más tranquila.

-¡Chamaco!- lo golpeo en el brazo con la biblia- Deje de apretar a mi nieta- rieron ambos separándose

-Vamos Tita, no esté celosa que para usted también tengo- la envolvió en sus brazos besando su mejilla

Fausto Cuervo era el menor de los Cuervo, se llevaba 2 años con Alba, se conocieron de niños, cuando sus padres los llevaban a equitación. Tiempo después estuvieron juntos en la preparatoria en los Ángeles y finalmente se encontraron una o dos veces en Texas, mientras él estudiaba la carrera.

-Que chamaco tan empalagoso- se alejó limpiando su mejilla

-Se hace la dificil-sonrió divertido Fausto apretujando nuevamente a su amiga-¿sigues brava?-

-Te diría que si solo para molestar, pero en realidad estoy bien... Aunque no soporto tu nivel de rajon- le pellizco el estómago soltando carcajadas

La madre de los cuervo llego a saludar, la abrazo con autentico cariño y le hizo saber más de una vez cuanto agradecía su apoyo a Fausto mientras estudiaban. Fernando la saludo distante, nunca se llevaron bien, ahora estaba casado, dejo la carrera atrás y regreso al rancho.

Franco y Fernando tenían la misma edad de alguna manera se podría decir que crecieron juntos. Se encaminaron nuevamente a la iglesia la señora Carolina caminaba del brazo de su amiga Martina, mientras Fausto caminaba con Alba del brazo y los últimos intentaban escabullirse y librarse de la misa.

Y casi lo logran pero algo los sorprendió, eran la señora Eliza junto con su hijo menor Tomas y un Abel claramente mal humorado. Alba clavo los ojos en él. Traía un pantalón de vestir color negro sujeto al cuerpo con una hebilla enorme, una camisa que pareciera seda color gris junto con la ya conocida texana negra, un reloj claramente de oro ambos hermanos llevaba Ray Ban y caminaban altivos. Tanto Tomas como Abel median más de 1.80, tenía espaldas amplias y manos gruesas. Tomas llevaba el cabello a los hombros mientras la pulcra barba de Abel le daba ese toque duro que le distinguía.

Casi en la entrada Eliza de Villegas se unió a las otras dos señoras que desearon minutos antes no topársela. Aún así la recibieron en su "Club" con una sonrisa. Ese pintoresco grupo de hijos y nietos se había convertido en el centro de atención, todos se saludaron antes de entrar a la iglesia, pero ya fuera por temor o precaución Alba saludo a lo lejos a todos apresurándose a entrar a la iglesia junto con su abuela, Fausto apretó su mano mientras intentaba soltar su brazo y quitándose la gorra le siguió.

El ParaísoWhere stories live. Discover now