Cap. 21: Asuntos del corazón

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—¡Eh! ¡Feliz cumpleaños, preciosa! —Zoe es quien abre la puerta del departamento de los chicos, recibiéndome con una amplia y agradable sonrisa y brindándome un fuerte abrazo.

—¡Gracias! —comento devolviéndole el gesto, influenciándome con su buena vibra.

—¡Ya ha llegado nuestra festejada! —informa en un grito después de habernos separado. Es entonces cuando me percato de que ninguno de los dos hombres se encuentra a la vista.

En respuesta a la incógnita que empezaba a formarse dentro de mi cabeza, ambos muchachos abandonan sus respectivas habitaciones y hacen acto de presencia en la sala. Noah es el primero en acercarse a mí. Me regala un segundo abrazo en lo que va del día, esta vez llegando al punto de elevarme unos centímetros del suelo. Susurra un «felicidades» cerca de mi oído antes de apartarse.

Isaac se queda de pie a unos centímetros, y en sus ojos puedo ver el debate que está teniendo sobre si tenemos la confianza suficiente para que se acerque de una manera tan personal. Al final termina avanzando unos pasos hasta plantarse delante de mí y me rodea sutilmente con sus brazos por unos segundos, asegurándose de que el gesto no sea tan íntimo, antes de dejarme ir.

—Feliz cumpleaños, Roxana. —Sus comisuras se elevan ligeramente, con gracia.

—Gracias. —Mi sonrisa es más amplia que la de él, pero realmente no me afecta aquel pequeño detalle.

—¿Nos marchamos ya? —inquiere Noah, echándole un vistazo rápido al reloj.

Todos asentimos de acuerdo. Tomamos nuestras pequeñas maletas y dejamos el piso atrás para tomar un taxi que nos llevará a la marina de la Isla Hamilton, ya que ese puerto es el único punto de salida de la isla.

—Tomaremos un ferry en la terminal de la marina que nos llevará hasta Shute Harbor —Noah se encarga de explicar el plan—. Trajiste lo que te escribí, ¿cierto? —La pregunta va dirigida a mí, por lo que levanto la mochila que tengo recargada en mis piernas a manera de respuesta—. Bien, porque pasaremos la noche ahí.

La idea no me toma por sorpresa, ya que parecía la explicación más lógica cuando me pidió que empacara un pijama junto con los productos de cuidado personal que suelo usar por las noches, pero escuchar la confirmación salir de su boca lo vuelve real, y a la vez emocionante.

—Isaac ya se ha encargado de hacer las reservaciones correspondientes, por lo que llegaremos a un pequeño hotel cerca de la costa para dejar nuestras cosas y de ahí nos dirigiremos al lugar de la celebración —concluye.

—¿El cual es...?

—Sorpresa. —Sonríe socarronamente. Desde la mañana he intentado que me confiese el motivo por el cual viajaremos veinte kilómetros en ferry para llegar a una pequeña localidad costera, teniendo en cuenta que vivimos —yo temporalmente, al menos— en una de las islas más hermosas del mundo. Sin embargo, como era de esperarse, Noah ha evadido mi ráfaga de preguntas.

Suelto un pequeño bufido, resignada, pero también decidida a confiar en este trío.

Veinticinco minutos más tarde el ferry atraca en la terminal de Shute Harbor. Las pocas personas que realizamos el recorrido a esta hora descendemos de la embarcación una vez que nos dan la autorización, y nosotros cuatro nos vamos andando hasta el hotel, ya que, según asegura Isaac, se encuentra solo a unas cuantas calles del puerto.

El lugar donde nos hospedaremos es una habitación cuádruple en el segundo piso de un pequeño edificio, con cuatro camas individuales y un espacio prudente para que podamos pasar la noche. Cada quien se hace cargo de su espacio una vez que empezamos a acomodar nuestras pertenencias, y al cabo de unos minutos Noah empieza a apresurarnos a todos, alegando que llegaremos tarde.

Premonición de amorWhere stories live. Discover now