Cap. 10: Mentiras piadosas

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—Buenas tardes, Roxana.

Alzo la vista del menú, encontrándome con una amable sonrisa que ya he visto antes.

—Oh, hola, Noah.

—¿Ya sabes qué vas a ordenar?

—En realidad... —Mi voz pierde volumen cuando un estrepitoso sonido proveniente de mi celular comienza a sonar. Rápidamente me apresuro a sacarlo, y visualizo el nombre de Olimpia en la pantalla. Maldigo por lo bajo antes de girarme al chico y murmurar—: Perdona.

Él hace un ademán con la mano, indicándome que no hay problema.

—Regreso en unos minutos —comenta antes de irse a atender a otra mesa.

—¿Diga?

—¡Roxy! ¿Qué tal va todo por allá?

—Bien, bien —finjo demencia, ya que en realidad no había vuelto a cruzar una palabra con mi hermana desde aquella extraña llamada telefónica que tuvimos en la madrugada de hace unos días—. ¿Y en casa? ¿Cómo están todos?

—Oh, todo bien. Aunque, ya sabes, hoy la casa parece estar de cabeza.

Mi ceño se frunce ante esa última expresión.

Sintiéndome altamente nerviosa, hago un repaso mental sobre las fechas importantes en la familia, como los cumpleaños o el aniversario de mis padres. Sin embargo, me tranquilizo cuando sé que no se trata de eso.

—¿De qué hablas? —cuestiono con extrañeza.

—¿Acaso lo olvidaste?

—¿Olvidar qué?

—¿Sabes qué día es hoy?

—¿Diesciséis...? —inquiero titubeante.

Olimpia suelta un suspiro al otro lado de la línea antes de chillar:

—¡Hoy es domingo! ¡El primer domingo de fútbol americano del año!

Maldición, lo había olvidado por completo. Eso explica el ajetreo en casa. En el partido inaugural de la temporada, todo era una locura.

—¿Roxy? ¿Sigues ahí?

—Sí, sí —murmuro—. Lo siento, es que con algunas cosas que han pasado últimamente... —Me callo al percatarme de lo que estoy diciendo—. Supongo que simplemente lo olvidé.

—Es entendible —concuerda mi hermana—. Quiero decir, no creo que lo que robe tus pensamientos estando en un país nuevo sea un partido de fútbol americano.

«No, en realidad es un nombre completamente desconocido».

—Exacto —coincido más como excusa que por otra cosa—. En fin, ¿deduzco que verán el partido en casa?

Olimpia emite un sonido de afirmación al otro lado de la línea.

—Ya sabes cómo es papá, prefiere la comodidad de nuestro hogar para momentos tan emotivos como estos.

Sonrío automáticamente al recordar la euforia que inundaba a mi padre en cada partido que compartíamos juntos. De pronto, aquella sonrisa se convierte en una mueca de nostalgia.

—Sí, lo recuerdo.

—¿Y tú? ¿Ahora que lo sabes, planeas verlo?

Tuerzo un poco mis labios.

—No lo sé... No creo que sea muy divertido verlo sola.

—Podríamos conectarnos en una videollamada y...

Premonición de amorWhere stories live. Discover now