Cap. 6: Banco de medusas

351 40 18
                                    

—¿Roxana?

Al escuchar la pronunciación de mi nombre a mis espaldas, me detengo en seco. Al reconocer la procedencia de la voz, maldigo por lo bajo y ajusto mis gafas de sol.

—Hola. —Finjo una sonrisa.

—¿Te encuentras bien? —inquiere Noah.

Asiento con la cabeza e intento dar media vuelta para marcharme de ahí, pero su voz vuelve a interrumpirme.

—¿Estás segura? —insiste—, es que te ves fatal.

Mi boca se abre con un poco de indignación ante la sinceridad de sus palabras.

—Bueno, gracias por remarcar lo obvio —contesto con tono cortante.

—¿Vas a asistir a una fiesta de disfraces o algo parecido? —cuestiona ignorando mi reproche anterior.

Enarco una ceja detrás de los lentes.

—¿Disculpa?

Noah señala en un movimiento el sombrero que traigo puesto y los anteojos.

—Solo... tuve una mala noche —suelto, intentando no darle mucha importancia.

Definitivamente quedarme dormida con el maquillaje puesto y con los restos de lágrimas en mi rostro no fue una buena decisión. Noah tiene razón, esta mañana tengo un aspecto nefasto.

—¿Necesitas algo?

—Solamente bajé por algo de desayunar —explico—. Realmente no tengo ánimo para algo más, así que seguramente pasaré el resto del día en mi habitación.

Noah asiente lenta e impasiblemente.

—En la planta baja hay una tienda donde seguramente puedes conseguir una aspirina o algo parecido —menciona el chico. Al parecer no es necesario explicar el tremendo dolor de cabeza que tengo en estos momentos.

Mis comisuras se elevan ligeramente ante la recomendación.

—Lo tendré en cuenta, gracias.

Empiezo a caminar para ir por mis alimentos, pero su voz vuelve a detenerme apenas he dado un par de pasos.

—Por cierto. —Hace una pequeña pausa en la cual giro mi torso—, ayer no te vi después del juego.

Las palabras flotan en el aire por unos segundos, y a pesar de que no hay ninguna pregunta formulada en la oración, comprendo a dónde quiere llegar.

—Sí... —alargo—. Conocí a unos chicos y, bueno, me entretuve un rato con ellos. Lo siento.

Ni siquiera estoy segura de por qué me disculpo, lo cual ocasiona que frunza mi ceño.

—Descuida —comenta Noah con la misma extrañeza que yo—, seguramente coincidiremos en otro momento.

—Seguro que sí. Gracias nuevamente por... el consejo.

—No fue nada.

Hago un gesto con la mano en el aire a modo de despedida antes de seguir mi camino. Después de haber recogido mi desayuno en la cafetería, recuerdo las palabras de Noah y me dirijo a la planta baja, donde compro unas pastillas para el dolor de cabeza.

Suelto un suspiro tras cerrar la puerta de mi habitación y coloco las cosas sobre la cama antes de tirarme a un lado de ellas. Me mantengo unos segundos con la mirada perdida en el techo hasta que una punzada en la cabeza me trae de vuelta a la realidad, por lo que me apresuro a ingerir los alimentos para posteriormente poder tomarme la pastilla. No bebí tanto anoche, pero realmente no estoy acostumbrada.

Premonición de amorWhere stories live. Discover now