34. Un frasco roto

Start from the beginning
                                    

—¡Eso! —chillo como si estuviera en un partido de los Jaguars, y luego me obligo a inhalar despacio, porque se aproxima la parte difícil de la explicación—. El caso es que siempre pensé que somos como una especie de computadora que se la pasa intentando conectarse a internet. Probamos con distintas redes. Encontramos conexiones débiles, otras no tanto, y luego están las fuertes. Algunas contraseñas son sencillas de conseguir, aunque jamás faltan las difíciles. Y... —Pienso en mi madre—. Perdemos algunas conexiones que creíamos imperdibles; por tormentas, porque la factura del servicio es alta o, ya que cambian dicha contraseña para darle tu lugar a alguien más, lo que no está mal. Para resumir: tenemos muchas opciones y solemos quedarnos con la más fuerte y estable, pero el resto sigue ahí, debajo de la elegida. Para mí, mamá era la conexión más fuerte de papá, y tú en ese entonces ni siquiera estabas en el radar.

Temo herirla u ofenderla, así que dejo de hablar para comprobar su estado. Nota mi preocupación y asiente para tranquilizarme antes de hacer un ademán para que continúe. Su otra mano desaparece bajo el escritorio, en busca de algo.

—Cuando nos enteramos de que salían, Kyla no se escandalizó como yo. Lo tomó natural. Sabes que ella siempre fue del tipo que cree en un único amor verdadero, e intentó calmarme al decir que nuestra madre era el de papá. Cuando volví a pensar en la teoría del internet, me di cuenta de que la conexión más fuerte, aquella a la que nos conectamos de forma automática, de la que nos preocupamos cuando se cae y en la que pasamos más tiempo, es en la de casa. Mi madre era el hogar de mi papá. Eso implicaría que cuando murió, lo dejó sin más opción que conectarse a otras redes. Tal vez igual de fuertes, pero estas nunca llevarían la palabra hogar a ellas, porque en nuestra casa jamás volveríamos a tener Wi-Fi.

Las palabras suenan horribles, pero ella nota la parte que no lo es.

—No quisiste que considerara a Dalton mi hogar si yo jamás podría ser el tuyo.

Por primera vez desde que la conozco, sus ojos se cristalizan.

—La idea de Kyla se metió en mi cabeza y no creí que fuera justo para ti, aunque no tuviera idea de tu historial de conexiones. Creo que en algún punto te empujé porque, aunque amo a mi padre, no sentí que él pudiera amarte como amó a mi madre. Y nadie merece luchar por un pedestal que ya está ganado.

Conformarse es una mierda que no tolero en general, ¿pero para personas como ella? Fue la única que se esforzó en intentar entender mi mundo en lugar de obligarme a entender cómo funcionaba el de afuera. Me ayudó a enfrentar el duelo de una forma diferente.

Me ayudó a interesarme cuando todo me daba igual.

—¿Y ahora qué teoría apoyas? ¿La de Kyla o la tuya?

Me di cuenta de que debo dejar de armar teorías y no meterme en situaciones que no me corresponden. Al final, aunque quiera lo mejor para ambos, solo ellos saben lo que sienten.

No podemos controlar la vida de las personas, incluso si lo hacemos con la intención de que sean felices o no salgan lastimados. En cierta parte me parece que los controladores se enfocan en el control sobre otros porque le temen o no saben qué hacer con el suyo propio.

—Dejo de apoyar teorías. —Me encojo de hombros—. Ahora solo te apoyo a ti y a papá.

Quiero que ese hombre llegue al sol y que esta mujer queme su soledad. Deseo que brillen de lunes a domingo y de verano a primavera, todos los años que se pueda.

—¿Genevive? —inquiero tras ver que baja la cabeza y sorbe por la nariz—. ¿Estás...?

—Me apena no haber prevenido esto.

Bajo del banco de un salto y rodeo el escritorio. Me pongo en cuclillas frente a ella y toco su hombro en un intento de contención. Sabía que debía mantener la bocota cerrada, ¿fui tan insensible?

—No quiero cambiar mi contraseña ni que él cambie la suya, mierda. —Se limpia la única lágrima que le cae por la mejilla, serena—. La conexión que teníamos estaba bien, no necesitábamos esto.

Estoy por preguntarle a qué se refiere, pero tal como ella no debió preguntármelo al principio, yo tampoco debo. La mano que escondió debajo del escritorio estaba sobre su abdomen.

Está embarazada.

Siento que alguien le pone la tapa a mi frasco y lo enrosca de golpe con fuerza. Sin embargo, apenas tengo tiempo de procesarlo porque escucho un gimoteo desde el pasillo antes de ver a Mery pasar corriendo.

No sé por qué. Tal vez tanto tiempo con la oveja despertó mi desinterés y ahora me preocupo por la gente, o puede que solo necesite un minuto lejos de Genevive para digerir que podría llevar a mi futuro medio hermano o hermana dentro suyo en este momento. Incluso puede que solo me preocupe por Howard y, al saber que quiere a Mery, siento la necesidad de verificar que no quiera tirarse de la azotea del edificio o lo que sea.

—Ya regreso, te traeré un poco de agua —aseguro antes de esperar que asienta para marchar.

Al deslizarme por las baldosas resbaladizas del corredor, veo los zapatos de charol de la dictadora ser tragados por la escalera. Echo a correr tras ella, guiándome por el sonido de su llanto, sus pisadas y las puertas que abre y cierra.

Hasta que de verdad llegamos a la azotea.

Se sube a la cornisa. Su cabello negro ondea con la brisa que arrastra el aroma a petricor tras la lluvia. Cada una de sus extremidades tiembla mientras mira hacia abajo, llorando sin parar.

—¡Mery, ¿qué haces?! ¡Bájate de ahí!

Intento acercarme, pero se gira con tal brusquedad que casi trastabilla hacia el vacío. Me quedo helada mientras me señala y me grita que no. Una y otra vez. Solo grita no. Cada vez que intento decir su nombre, me interrumpe. Luego, se cubre las orejas con las palmas de las manos y cierra los ojos.

Saco mi teléfono del bolsillo. Llamo a Howard. Ni siquiera sé si me entendió en medio de los gritos, pero le cuelgo porque temo alejar mi atención de ella.

Me equivoqué. Hay algo peor que un frasco que no puede ser abierto, y eso es un frasco roto.

Mery no puede morir.

No puede romperse. 


Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now