Epílogo

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Tres años después...

—Dile... dile que venga —susurra el rey.

—Querido, estás muy débil.

—Dile —repite.

La reina deja escapar algunas lágrimas mientras sale de la habitación para buscar al hijo de su esposo.

Camina por el castillo hasta llegar al despacho del príncipe, donde supone está, y gracias a Dios no se equivoca. Los dos últimos años la salud del rey ha ido decayendo y de a poco, Nícolas ha ido tomando el control de la monarquía. Ha reinado por dentro y por fuera ya que su padre no se encuentra en posición de hacerlo.

La reina entra y Nícolas levanta la cabeza al percibir el movimiento. Ella no dice nada, y él entiende lo que eso significa, especialmente cuando un sollozo se le escapa a la mujer.

Él se pone de pie y sale a paso rápido del lugar, para llegar a la habitación de su padre, no le gusta lo que ve. El rey está más pálido que nunca y ni siquiera se molesta en disimular una sonrisa cuando lo ve entrar.

—Padre —susurra llegando a su lado.

—Es la hora.

La voz del rey está débil, maltratada por una enfermedad que nadie conoce y ningún médico ha sido capaz de curar. Empezó como un sueño constante, y luego sus órganos empezaron a fallar uno a uno.

—Padre —el príncipe nunca ha sido conocido por ser de los que lloran, pero la situación lo supera e inclina su cabeza mientras una lágrima se le escapa.

El rey le pide que busque la grabadora que siempre guarda en el cajón de la mesilla de noche y su hijo obedece. Presiona el botón de grabar, y lo que se escucha en la habitación es lo siguiente.

—A partir de hoy, yo, el rey Nícolas III, te declaro a ti, príncipe heredero Nícolas IV, mi primogénito, el nuevo rey de Inglaterra.

Detienen la grabación y lo siguiente que se escuchan son los sollozos del nuevo rey mientras se despide de su padre.

La reina, que observaba la escena oculta tras la puerta, partió camino a la cocina. Algunas empleadas estaban preparando la cena y ella les pidió que se retiraran. Orden que se cumplió sin refutar.

La reina saca un frasco que llevaba oculto en su cinturón y lo coloca dentro de un envase que nadie toca, porque supuestamente contiene unas especias especiales que usa la reina para su té.

Fingir es tan difícil, pero tener que continuar con el trabajo hasta que la línea se acabe, lo es mucho más. Su trabajo aún no termina, y mientras él viva, jamás lo hará.

En la cama del príncipeKde žijí příběhy. Začni objevovat