11- La tercera ¿es la vencida?

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Estoy muerta. La jodidamente aburrida "fiesta" se prolongó hasta las dos de la mañana en unos tacones sumamente incómodos. Fui presentada como una "buena amiga", y el "nos estamos conociendo" me tenía harta. Lo bueno es que causé una buena impresión en prácticamente todo el mundo y mañana me he ganado un día sin deberes.

Me doy una ducha para quitarme el olor a hipocresía porque, seamos honestos, todos envidian a todos, empezando por el tal Duque de MonNegro. Cuando salgo, me siento fresca, relajada, y pensar en ponerme ropa me da dolor de cabeza. Así que me acuesto como Dios me trajo al mundo, o sea, divina. Odio admitirlo, pero estas sábanas son malditamente suaves y caigo rendida casi de inmediato.

Cuando despierto a la mañana siguiente, miro mi reflejo en el espejo. Estoy abrazando una almohada, se pueden apreciar perfectamente mis piernas y brazos, con estirarme un poco incluso se verían mis senos. Giro la cabeza, desperezándome, y veo a idiota en la puerta. De forma instintiva halo las sábanas para darme mayor seguridad, pero él solo me mira desde el umbral.

—¡¿Qué te pasa?! ¿Qué demonios haces en mi habitación? —cuestiono, al ver que no tiene planes de hablar.

—Se supone que así debía ser.

—¿Qué? —lo miro extrañada, sin saber a qué se refiere—. ¿De qué hablas?

—Cuando nos acostamos. No se suponía que te levantaras primero e intentaras escapar. Se suponía que debía verte en mi cama, desnuda, o en su defecto, con una de mis camisetas puestas.

—Pero no fue así —mis palabras salen con más odio del que pretendía—. Ahora supéralo y sal de aquí.

—Mi padre solicita que bajes en 15 minutos. Te recomiendo que te apresures. No le gusta la impuntualidad.

—Se supone que hoy es mi día libre —me quejo.

—Las órdenes las da él —levanta las manos y sale de mi habitación, cerrando la puerta.

Vuelvo a acostarme mirando al techo. ¿Qué tan grave sería ser ligeramente impuntual? Luego me acuerdo que no me he ganado el visto bueno de Lory y que debo trabajar en eso. Me pongo de pie y me doy una ducha rápida arreglándome tan rápido como puedo sin olvidar ponerme uno de los trajes de vieja. Si todo sale como planeo, esta será la última ocasión en la que tendré que usarlo.

Abro la puerta justo cuando Lory está a punto de tocar. Lo saludo y le permito encaminarme hasta el despacho del rey. Cuando llegamos, coloco mis manos detrás de mi espalda e inclino ligeramente la cabeza.

—¿Quería verme majestad?

—Así es, toma asiento.

Lo hago y escucho la puerta cerrarse. El rey no me habla, sencillamente mueve los papeles como si yo no existiera, pero tengo la prudencia de esperar. Finalmente saca un teléfono y lo pone en altavoz en medio de ambos. Una voz se escucha del otro lado de la línea y las lágrimas me asaltan mientras miro al rey sin entender nada, pero el vuelve a los papeles.

—¿Hola? —pregunta otra vez la voz.

—¿Papá? —murmuro.

—¡Pastelito! ¿Pastelito eres tú?

—¡Sí! —río un poco—. ¿Cómo están?

—Oh, ya sabes cómo es tu madre. Se ha hecho gerente de un bar. ¿Te lo puedes creer?

—Sabes que mamá siempre será la jefa.

La llamada se extiende por no sé cuantos minutos, pero el rey no se queja. Sencillamente me ignora, como si estuviera sola hablando con mis padres. Mamá se unió a la conversación hace poco y este es el tipo de cosas que extrañaba. Las llamadas ocasionales en las que bromeábamos hasta que la risa provocaba que dejáramos de respirar por unos segundos.

En la cama del príncipeحيث تعيش القصص. اكتشف الآن