8- Un momento de libertad

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      ¿Estoy feliz? No. Sobre todo, cuando lo primero que veo al abrir los ojos es la cara burlona de Marco. La privacidad aquí no es muy amplia. No puedo ponerle seguro a mi puerta, así que técnicamente cualquiera puede entrar.

     —¿Tuviste una noche muy entretenida? —cuestiona divertido.

      No digo nada, sencillamente me siento y veo el consolador encima de mis piernas. Cuando terminé de ducharme anoche no sentí mucho alivio, y tuve que volver a hacerlo en la cama.

      —¿Quieres que hablemos de tu frustración sexual?

      —No tengo ganas.

      Un sabor amargo me baja por la garganta. Recordar mi frustración es recordarlo a él, y eso solo hace que empiece a calentarme por todas partes, lo que no es bueno ya que no hay nadie que me apague.

      Marco está muy complaciente el día de hoy. Me deja tomar una ducha antes de bajar a entrenar. Dice que entiende lo frustrante que puede ponerse una persona si no calma sus ganas y me felicita por lo bien que lo estoy llevando. No sé exactamente lo que sabe, pero no estoy insatisfecha. Claro que habría sido mucho mejor tener adentro al idiota que al consolador, pero, he trazado un plan. Igual no puedo tener sexo sin preservativo hasta dentro de siete días (bueno, faltan menos que eso), así que, esa será mi primera excusa. Las siguientes semanas me las arreglaré para no caer rendida a su hombría antes de poder obtener todo lo que quiero.

      Entrenar con Marco es agradable. Más que un entrenador es un amigo que me cuenta un montón de cosas, todas las que quiera. Lo mejor de todo, es que él también odia a la reina.

      —Siento pena por el pobre Nícolas.

      —¿Te refieres al rey? —pregunto mientras troto.

      Lo de los vestidos es cosa del olvido. Sí tengo que usarlos en cualquier lugar del castillo, excepto aquí. Es un trato que he acordado con Marco. No soy detestable y él me deja entrenar con la ropa que yo quiera.

      —Sí —responde a mi pregunta.

      —¿Por qué?

      —Es un buen hombre —asiento, en el tiempo que llevo aquí tuvimos un enfrentamiento nada más vernos, pero luego se ha portado muy bien—. Su matrimonio fue arreglado. Algo que tiene con ver con la Burguesía o no sé qué.

      —Ya decía yo que nadie podía casarse con esa mujer por voluntad propia.

      Ambos nos reímos, es divertido. Cuando mi reloj suena, Lory aparece casi al instante. Creo que debo idear algún plan para que él me dé tiempo extra o disminuya las clases de mi horario. Es demasiado duro tener que hacer esto cada vez de forma tan rigurosa, especialmente cuando no me agrada.

      Llego al desayuno y la bruja está tan arisca como siempre. Como en medio de sus constantes correcciones: así no debes comerte el hot cake, levanta el meñique cuando tomas el té, mantén una postura firme... y un montón de cosas más que ignoro.

      Las horas pasas, y me encuentro con una mujer más anciana que la anterior. Las clases históricas son aburridas y tengo un montón de ojos sobre mí encargándose de que yo esté en el lugar que debo en el tiempo correcto.

      Antes de entrar al comedor donde se servirá la comida, la bruja me dice que debo mantenerme derecha, ser respetuosa y bla bla bla. Me levanto el vestido y le enseño mis bragas a la vez que me doy una cachetada en el trasero. Ella me mira con indignación y yo le saco el dedo corazón. Que se guarde sus opiniones.

En la cama del príncipeWhere stories live. Discover now