23- Lo que me hace feliz

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Dos semanas, faltan solo dos semanas para irme de aquí y finalmente vivir mi vida como siempre quise.

En el tiempo que he estado aquí, me he conocido más a mí misma, y eso me enorgullece.

Los eventos reales no son tan molestos como los encontraba en un principio, molestas son las personas que siguen pidiendo una fecha para "el compromiso" cuando hace apenas cuatro meses nos declaramos novios. Esta gente necesita una vida propia.

Busco a María porque quiero hablar con ella, y me sorprendo al encontrarla en la habitación de la reina.

—¿Qué haces? —cuestiono.

—Limpiando.

Mete una inyección en el cesto de la basura y el líquido llama especialmente mi atención. Es amarillo, como...

—¿Necesitabas algo? —María interrumpe mis pensamientos.

—Oh, sí. En una semana haremos mi fiesta de despedida, estás invitada.

—Por nada me la pierdo.

Salgo de la habitación y voy al despacho del idiota para... conversar.

—Hola idiota —digo al atravesar las puertas.

—Hola encantadora sirena.

Desde aquella noche, no deja de decirme sirena. Y no es como que yo me oponga mucho al asunto.

—¿Te falta mucho?

A pesar de que el contrato ha quedado casi obsoleto, porque, vamos, ya no deben obligarme a nada. Una regla inquebrantable es la de tener sexo SOLO en las habitaciones.

—Como una hora —me responde.

Bufo y me acuesto en el sofá.

—¿Crees que una mamada cuenta como sexo? —le pregunto, y noto cómo aprieta con fuerza el plumón con el que escribía.

—No me hace gracia.

—No estoy bromeando.

Lo preguntaba en serio, pero no puedo reprimir la risa al ver lo que ha causado en él. Es muy divertido molestarlo.

—¿La oferta seguirá en pie dentro de una hora?

—Tal vez —me hago la interesante.

—Julia... —su tono es amenazante.

—Ok —levanto mis manos y me pongo de pie—. En una hora, pero si llegas tarde me retracto.

Como si eso fuera posible. Salgo del despacho y voy a hacerle una visita al rey, que también está en su despacho. Cuando abro la puerta, no me gusta lo que veo. Está dormido sobre el escritorio. Últimamente duerme mucho y eso no me gusta.

—Hey —pongo la mano en su hombro y lo sacudo para que despierte. No funciona.

Le doy unas cuantas palmaditas algo fuertes en la cara para que espabile y abre los ojos de forma rápida y se levanta como persona que acaba de salir de un hechizo del sueño. Hay un poco de baba en la comisura de su boca y tomo una de las toallas de papel que hay en la mesa para que se seque.

—Parece cansado su majestad —le digo cuando se levanta.

—Tuve una mala noche —contesta simple.

Me quedo un rato charlando con él. En los últimos meses se ha vuelto algo similar a una figura paterna para mí y me gusta pasar tiempo con él. Últimamente tiene bastante tiempo libre.

En la cama del príncipeWhere stories live. Discover now