14- Ansiedad

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Necesito un orgasmo.

Qué tontería.

No, no lo necesito. ¿O sí? ¿Hace cuánto que no tengo uno? Creo que desde... no, estoy segura que desde la última vez que fui a la habitación del idiota. Y eso fue hace dos días.

Me meto al baño por una ducha fría... pero no me alivia. Me pongo ropa interior y una bata. A ver, no puedo hacer estupideces. Tengo un consolador y... al idiota a una puerta de distancia.

No, olvídalo, no haré eso.

Me cubro de pies a cabeza con la sábana pensando en mi dilema moral, y me quedo dormida.

Cuando abro los ojos, todo está oscuro. Creo que madrugué. Me siento en la cama, bostezando y miro el reloj de la mesita de noche. Esa mierda tiene que estar mal.

Marca las 12:37 AM.

Me tiro en la cama y me cubro el rostro con la almohada para lanzar un grito. ¿Ahora insomnio? Justo lo que me faltaba. Respiro hondo, yo puedo con esto, esto no es más fuerte que yo...

Pero él si es grande, y fuerte y está tan... ¡Que no voy a pensar en él!

A ver, tiene que haber maneras. No voy a tocarme pensando en él porque no se lo merece, ya superé esa etapa. Tal vez si troto un poco eso me alivie. ¿Ponerme a sudar a esta hora? No parece muy agradable.

Me sumo en mis pensamientos, incluso pienso en darme una ducha fría, pero no quiero morir de hipotermia. Miro el reloj 1:03 AM. Bien, iré por un vaso de agua fría... o dos.

Salgo al pasillo y miro a ambos lados. No hay nadie a la vista. De pronto la ansiedad vuelve a mí. ¿Y si...? No, no hace falta.

Cierro la puerta para ir a la cocina. Pero un intento no le hará daño a nadie, ¿verdad? Solo voy a ver como duerme y me iré por el vaso de agua.

Me paro frente a la puerta del idiota y me debato entre tocar y no hacerlo. Solo quiero decirle hola. A lo mejor estoy ansiosa porque hace rato no hablo con alguien. Sí, eso debe ser.

Me atrevo a dar dos ligeros toques en la puerta y espero. No pasa nada. Seguro está durmiendo. ¿Pero y si tiene una pesadilla? ¿Qué clase de amiga sería si tiene una pesadilla y no hago nada? Debo asegurarme de que está bien. Con ese pensamiento en mente, vuelvo a tocar.

Solo voy a preguntarle cómo está, si no tiene ninguna pesadilla y luego iré por el agua y a dormir. Fácil, puedo hacerlo. ¿Él quiere que seamos amigos? Bien, seremos amigos. Toco de nuevo la puerta, esta vez un poco más fuerte.

No dejo de jugar con mis manos y mover el pie de forma ansiosa. Ay no, esto definitivamente no es bueno para la salud. Creo escuchar pasos, pero no estoy muy segura. Me quedo quieta, a la espera.

Solo le preguntaré cómo está, si no tiene pesadillas y luego iré por mi agua y a dormir. Solo eso. La puerta se abre y una sola palabra se escapa de mis labios y es:

—Fóllame.

¿Qué pasó con eso de las pesadillas?

—¿Qué? —pregunta. Su voz es ronca, sexy y realmente lo necesito.

Entro a la habitación sin que pueda decir nada más y cierro la puerta detrás de mí. Está tan oscuro como afuera, pero los objetos son ligeramente visibles.

—Lo que escuchaste —digo mientras me quito la bata—. Necesito sexo.

—Julia... estás, ¿te tomaste algo?

En la cama del príncipeWhere stories live. Discover now