15- Sueños húmedos

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Iba a dormir hasta el amanecer, estoy segura. Pero que alguien murmure a tu lado, tenga su erección pegada a tus nalgas y tenga su mano en uno de tus senos... no da mucha paz.

Quito su mano sin problemas mientras me siento en la cama y veo el reloj. 3:28. Es muy temprano. Me quedo ahí mientras lo escucho murmurar. No estoy muy segura de lo que dice, así que concentro un poco mi oído en ese sonido y logro captar algunas palabras.

—Sí... —su mano se envuelve en la sábana, apretándola entre sus dedos—. Más rápido.

Ok, ¿qué rayos está soñando? Quito la sábana de su cuerpo y como mis ojos están muy adaptados a la oscuridad, puedo ver su erección. Ahora me siento un poco culpable por lo que pasó hace un rato. No lo dejé terminar, eso es cruel.

Tomo su erección en mi mano, envolviendo los dedos en ella. No puedo evitar soltar un suspiro cuando siento su grosor. Dios, podría quedar obsesionada con esta cosa.

Es temprano... y no hay nadie. Me posiciono sentada sobre mis rodillas mientras meto su miembro en mi boca. Ay cielos, me encanta esta cosa. La llevo hasta el fondo de mi garganta y la saco lentamente hasta succionar la punta. Parece que Nícolas sigue en sus sueños raros, así que me dedico a lo mío sin interrupciones.

No puedo detenerme. No sé por qué la obsesión con tenerlo dentro de mi boca, pero no puedo parar, siento un extraño tipo de satisfacción. No dejo de lamer y chupar su falo con mi boca, ni dejo de masajear su tronco con las manos. Finalmente, lo siento tensarse, gemir muy fuerte y siento la explosión en mi boca que no dudo en tragar por completo.

Escucho sus jadeos pesados, pero la erección no se bajó por completo, de hecho, creo que está volviendo a crecer.

—¿Qué me hiciste? —murmura con voz ronca.

—¿No es obvio? ¿Con qué soñabas? —pregunto curiosa.

—Contigo.

—¿En serio?

—Debajo de mí.

Me bajo de sus piernas para acostarme a su lado, boca arriba.

—Entonces sube.

—¿Qué?

—Hace rato no te dejé terminar y que te corrieras me ha dejado caliente. ¿Necesitas una invitación o...?

Al segundo siguiente lo tengo encima, abriendo mis piernas con sus rodillas. Baja los labios a mi cuello y me permito tocar sus hombros mientras lo hace. Esta vez tenemos tiempo. Baja a mis senos, lamiendo y succionando a cada nada. Incluso se queda más tiempo del necesario en la cima de mi seno derecho y estoy segura de que habrá un moretón mañana.

Sin previo aviso, siento como me invade y no puedo evitar soltar un jadeo a la vez que me aferro a sus hombros. Pone ambas manos a los lados de mi cara y empieza con sus movimientos profundos mientras mis piernas se envuelven en sus caderas.

Si abro los ojos, tengo su rostro cerca del mío, si los cierro, la ligera sombra me hace imaginarlo y que me esté tocando no me ayuda. Quiero disfrutarlo, pero a pesar de estar tan a oscuras, siento que sus ojos me atraviesan, y no puedo permitirlo.

—Detente —digo en medio de sus embates.

—¿Qué? —baja el ritmo, pero no se detiene.

—Que te... detengas —jadeo—. En serio, para.

Se detiene por completo y lo empujo para que salga de mi interior. Supongo que piensa que estoy loca, pero no me importa. Una dependencia sexual es lo último con lo que quiero luchar, así que haré todo para evitarla. Me pongo a mitad de la cama sobre mis manos y rodillas. Es esto o nada.

—Ya estoy lista —murmuro.

Lo siento ponerse detrás de mí y pasar su dedo desde la entrada de mi vagina hasta mi clítoris, haciendo que varias sensaciones me invadan. Luego siento su glande en mi entrada, mientras su dedo se mantiene en ese botón de placer que me hace suspirar. Empieza a entrar lentamente y mientras a mí se me escapa uno que otro jadeo, a él se le escapan algunos gruñidos.

Cuando está adentro por completo, se toma un minuto y lo agradezco. Lleva una mano a mi cabeza y hace algo de presión, supongo que quiere que la pegue a la cama, así que lo hago, y como si fuera sorpresa, su invasión se siente más profunda.

Empieza a mover sus caderas de lado a lado y luego en círculos, como si quisiera tocar cada punto dentro de las paredes de mi coño. Con la cara pegada al colchón, lo siento salir lentamente y luego entrar con fuerza.

—¡Joder! —el grito escapa antes de que lo piense.

Lo demás... lo demás no puede definirse sino como una buena ronda de sexo.

Sus movimientos son seguros, directos y profundos. El sonido de sus bolas golpeando mi perla me excita el doble mientras sus manos se aferran a mis caderas para mantener la estabilidad.

Es intenso, y más cuando con una de sus manos toma mi cabello provocando que me levante. Mis piernas quedan a los lados de sus rodillas y mi cabeza queda apoyada en su hombro mientras mis manos buscan como sujetarse de sus caderas cuando sus movimientos no paran.

Lleva una mano a mis caderas y con la otra envuelve mi cuello continuando con la avalancha de sensaciones. Mis gemidos en su oído parecen motivarlo porque provoca que sus movimientos se vuelvan más rápidos. No sé cómo diablos sabe que me excita demasiado el que me tenga agarrada por el cuello, pero me encanta. Muevo mis caderas al ritmo de las suyas y cada vez que nos encontramos... el sonido, las sensaciones, todo es intenso.

Mueve la mano de mi cadera para colocarla en el vértice de mis piernas y empezar a acariciarme. De las ventajas (o desventajas) de ser multiorgásmica, es que, si te saben tocar, te corres en cortos períodos de tiempo, así que me veo echando la cabeza hacia atrás para disfrutar de las oleadas del orgasmo que me sacuden sin piedad.

—Extrañaba tenerte así —me susurra cuando vuelvo de mi nube.

Sudorosa y con la respiración errante, lo siento salir de mí y acostarse en la cama. Me giro hacia él y, aunque no puede definir la expresión en mi rostro, lo veo extrañada.

—Yo te hice venir —me explica—. Quiero que me devuelvas el favor.

¿Suena engreído? Es posible. ¿Me molesta? Para nada.

Me subo a horcajadas sobre él, dándole la espalda y me dejo caer lentamente sobre su miembro. Empiezo un lento y tortuoso sube y baja que me hace disfrutar.

Coloco mis manos en sus rodillas y empiezo a mover mis caderas al frente y atrás, provocando que suelte un gruñido y lo siguiente que siento es su mano chocando con mis nalgas.

—¡Oye! —no sé si grito o jadeo, pero solo gano que lo vuelva a hacer, por lo que mis uñas se clavan en su piel, provocando que levante las piernas.

Cuando todo se calma, reanudo mis movimientos que van cada vez subiendo más de ritmo, igual que mis jadeos y, creo que él está en las mismas, porque de su garganta salen los sonidos más malditamente sexys que he escuchado. Sus manos van a mis caderas, aprieta con fuerza, obligándome a seguir su ritmo rápido que, no me molesta en absoluto.

Llevo mi mano entre mis piernas y empiezo a acariciarme mientras disfruto de sus penetraciones y poco tiempo después me encuentro temblando por la llegada del clímax. Creo que las contracciones de mis paredes son las que lo arrastran al vacío, porque justo cuando estoy regresando de mi nube, él explota en mi interior.

Estamos jadeantes, sudorosos, y no sé él, pero solo quiero dormir.

—Te dije que en el sexo somos tal para cual.

—No empieces —murmuro cansada. Aunque tiene razón.

En la cama del príncipeWhere stories live. Discover now