22- Compañeros de estudio

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Durante las dos semanas siguientes las cosas están un poco tensas entre Nícolas y yo. Tensas en el sentido de que él quiere sexo y yo no.

No es que no lo quiera, lo hemos intentado, pero en cuanto entra en mí revivo el terror que pasé de que pudo haber un ser dentro de mí y eso le abre paso al pánico y ofusca todo el deseo dentro de mí. Así que no, definitivamente no me siento preparada para eso.

Me he pasado el tiempo yendo a eventos y todo lo demás. Afortunadamente, la cámara me ama, así que, hasta donde me han dicho, todos están felices y contentos con que el idiota pueda ser su rey.

Cuando se cumplen cuatro meses de mi estadía aquí, estoy frustrada en mi habitación tratando de memorizar las preguntas para el examen que tendré mañana.

Me he pasado la semana tan ocupada que no he tenido tiempo de repasar nada, y si no apruebo, adiós plaza y adiós trabajo prestigioso. Solo pensar en eso hace que mi cabeza se nuble y no pueda pensar en nada.

Y por si se lo han estado preguntando, no, el idiota y yo no hemos tenido sexo. Ya no es tanto por mi miedo, sino que más bien: él tiene muchos compromisos, yo tengo muchos compromisos y a veces no coincidimos en horarios libres. Y cuando ambos tenemos un evento juntos, por lo regular llegamos tan cansados que él se va a su habitación y yo a la mía. Ya lo sé, un desastre.

Ahora mismo estoy mirando al techo y moviéndome de lado a lado en mi silla giratoria. Escucho que la puerta se abre y giro de inmediato para ver al idiota y a Marco lado a lado con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Qué hacen aquí? —pregunto.

—Amiga —me apunta Marco—, te presento a tus compañeros de estudio.

—¿Es enserio? —levanto una ceja escéptica y cuando ambos asienten, no puedo evitar reírme.

—Dame tus apuntes —dice Marco acercándose a mí.

Los tomo del escritorio y se los doy mientras lo veo acostarse en mi cama. Nícolas es el siguiente en moverse y camina hasta mí para luego sentarse en el suelo. Esto es extraño. Lleva sus manos a mis caderas y entiendo sus intenciones cuando intenta bajar mi pantalón de pijama.

—¿Qué pretendes? —cuestiono.

—Ayudarte a estudiar —responde simple.

Mantiene las manos en el borde de mi pantalón y yo dejo las mías sobre las suyas. Miro a Marco y él solamente sonrío.

—Te explico —me dice—. Yo te haré las preguntas, y si respondes bien, el muchachote aquí te dará un beso.

—¿Y por qué quiere bajarme los...? Oooooh —exclamo al entender lo que pasa—. O sea, ¿frente a Marco?

—No puedo hacerte las preguntas y esto al mismo tiempo —dice Nícolas de forma obvia.

—Pero si quieres me tapo los ojos —sugiere Marco—. Digo, no es como que tu vagina sea la cosa más interesante del mundo. Claro que si habláramos de la polla de Nícolas...

—¿Quieres estudiar con nosotros o no? —me cuestiona.

Lleno mis mejillas de aire y luego lo dejo salir. Que me hagan un oral mientras mi mejor amigo gay me pregunta los temas de mi examen de mañana... no es un método que alguna vez haya probado.

—No tenemos toda la noche —Marco chasquea los dedos.

—No quiero que veas mi vagina.

—Ay, ¿desde cuándo tienes pudor? Además, por si lo olvidaste, ya la he visto. En el gimnasio, ¿recuerdas?

Claro que lo recuerdo. Fue en uno de esos momentos de frustración sexual de cuando no tenía al idiota.

En la cama del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora