13- Buen humor

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      Les juro que me despierto en una nube esponjosa. Mi alarma suena y abro los ojos, desperezándome con una ridícula sonrisa que me cruza el rostro.

      —Hola —le sonrío a Marco cuando lo veo al lado de mi cama.

      —¿Qué te picó? —cuestiona burlón.

      —¿Qué una no se puede despertar feliz? Es un hermoso día.

      Se me escapa una risa mientras me levanto y me doy cuenta que estoy desnuda. Río otra vez mientras me cubro con la sábana y me levanto para ir al baño. No se burlen, pero me siento tan inspirada que incluso unas pequeñas notas de alguna canción rara salen de mi boca mientras el agua cae sobre mí.

      Salgo del baño y me visto, bajo la mirada de Marco. Cuando estoy lista, me giro hacia él.

      —¿Vamos a entrenar pastelito? —le pregunto tocando su nariz con mi índice y dándole una gran sonrisa.

      —¿Quién eres y qué hiciste con la gruñona de Julia?

      —No seas amargado, camina.

      Me voy con él de la mano mientras no aparta su mirada de mí. Cuando llegamos al gimnasio, camino a una de las máquinas, pero él me detiene.

      —Ok, te detengo aquí, ¿qué diablos te pasó?

      —Pero por qué estás tan enojado —río—. Mira qué bonito está el día de hoy.

      —Mujer, ¿Qué te pasa? —me sacude, como si quisiera hacerme reaccionar.

      No puedo evitar abrazarlo mientras no dejo de reír. Él me devuelve el abrazo y creo que mi risa lo contagia. Le tomo la cara entre las manos y lo confieso.

      —Me hicieron -el mejor sexo oral- de mi vida.

      —Nooooo —abre los ojos de forma desmesurada e incluso se cubre la boca con la mano—. ¿Estás de broma? —niego.

      —¿Eso de que Nícolas no es complaciente? Olvídalo No fue uno, sino dos orgasmos increíbles.

      —Pensé que era el idiota.

      —No cuando me da...

      —¡Ok cállate! Dios, que das envidia mujer.

      El resto de la mañana, más que ejercicios, son de mí diciendo lo jodidamente feliz que estoy. Nop, por muy bien que sepas autocomplacerte nada se compara a lo que puedes hacer con el sexo opuesto, olvídenlo. O en el caso de Marco, con gente de tu mismo sexo.

      No sé qué hora es, pero tengo hambre, así que voy al comedor, porque sí, ya me sé el camino. Cuando llego, los cuatro miembros de la familia están en la mesa.

      El idiota y la reina dándome la espalda, y los demás en su lugar.

      —¡Buen día estrellitas! —digo cuando me acerco.

      Todos se quedan mirándome de forma extraña, el desayuno no está servido, así que aún no están comiendo. Me tomo la libertad de hacer una reverencia exagerada y luego le doy un abrazo al rey, provocando que se tense, y todos me vean con la boca abierta.

     —¿Cómo les amanece en este hermoso día?

      Veo a los empleados traer los platos y converso con ellos, cosa que les impresiona.

      —Lamento incordiarles sus majestades —habla Martha cuando acercándose.

      —¡Martha! Qué alegría verte. ¿Cómo están tus hijos?

En la cama del príncipeWhere stories live. Discover now