6- Hay personas detestables

24.9K 2.6K 563
                                    


      Para cuando son las once de la mañana, estoy exhausta y aburrida. Apenas entro a la sala y veo el sillón, me siento en el. Veo mi reloj, llego diez minutos tarde, pero no veo a la ginecóloga en ningún lugar. Cierro los ojos por unos segundos para ver si finalmente puedo recuperar el sueño que perdí. En ese instante siento como alguien llega con paso rápido susurrando muchas veces "lo siento".

      Abro los ojos de mala gana y veo a una mujer que no debe ser mucho mayor que yo parada frente a mí con una bata blanca.

      —¿Tú eres la ginecóloga? —pregunto con voz cansada.

      —Sí. ¿Usted es la señorita Spencer?

      —Julia. Y llega tarde.

      —Lo siento su... —la veo dudar un rato, como si no supiera qué término usar.

      —Julia. ¿Eres nueva o algo así?

      —De hecho, estoy sustituyendo a mi tía.

      —Uy, que no se entere esta gente o les va a dar una crisis. ¿Me abro de piernas ahora o más tarde?

      Ella ríe un poco, entendiendo mi chiste, y justo cuando busca dónde sentarse, Lory entra a la habitación.

      —¿Lista para su cita, señorita Spencer?

      —Está justo al frente, ¿no ves?

      —Obviamente no tendrán la cita en el salón del té, acompáñenme.

      De mala gana me pongo de pie y la mujer me sigue. Me imagino lo gracioso que sería estar abierta de piernas en la sala donde sus majestades toman el té. Creo que por algo está prohibido en el contrato tener sexo en cualquier lugar del castillo que no sean las habitaciones. Claro que no es como que yo quiera fornicar a diestra y siniestra.

      Nos llevan a un pequeño salón con una de esas sillas profesionales de ginecólogos y nos dejan solas. De inmediato me quito el vestido que tengo. No es el mismo con el que hice ejercicio ya que no me iba a abrir de piernas frente a una extraña apestando a sudor, pero es del mismo estilo. A pesar de que hay tantos vestidos lindos en el closet no puedo usarlos. En el castillo siempre se usan los harapos gigantes.

      Me siento cómodamente, quitándome las bragas y colocando mis pies donde deben estar para quedar abiertos, mientras tanto, la mujer se va preparando sacando cosas de su bolso de trabajo y poniéndose unos guantes para luego sentarse en el pequeño banquillo frente a mí.

      Empieza a inspeccionarme. Estoy acostumbrada a esto. Una vez al mes tengo mi cita con el ginecólogo y hace apenas dos semanas fue la última. No me correspondía otra visita, pero según los hechos, no podía quejarme. Me quedo mirando al techo mientras ella hace su trabajo. Tiene mano suave, lo que es bueno, ya que hace todo más soportable.

      —¿Cuándo fue tu último periodo?

      Me quedo pensando un poco. Siempre llevo la cuenta de eso, con mi estilo de vida lo que menos necesito es un bebé.

      —Hace una semana —contesto.

      —¿Usas algún método anticonceptivo?

      —Pastillas.

      —¿Cuándo las tomaste por última vez?

      —El sábado en la mañana.

      —¿Se vinieron adentro en algún momento entre el sábado en la mañana y hoy a esta hora?

En la cama del príncipeWhere stories live. Discover now