Capítulo 5.- La coartada

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―¿Está cien por cien seguro de que James Burnside estaba ahí en el momento que la cuarta víctima fue asesinada?

―Mira, Ada. Reconozco que no creo que él matase a esas mujeres. No... Será muchas cosas, puede que sea un cabrón y trafique, robe, lo que sea. Seguro que hay mil motivos por los que se merece estar en la cárcel. Pero no creo que él sea el asesino en serie. Y si no lo es, sabes lo que significa.

―Que otra mujer morirá en un mes.

―Sí. Yo no puedo mancharme las manos con este caso. Primero porque mi carrera podría verse afectada y, segundo, porque el fiscal llegará a esa misma grabación que has llegado tú, y podrían relacionarme, señalarme como cómplice o algo parecido. Le haría más mal que bien. Nos lo haría a ambos.

―Lo sé. Por eso querías pedirme que aceptase el caso, pero no te atreviste, Robert.

―Burnside no mató a esas mujeres, y menos a Christal.

―¿La conocías? ―pregunto interesada.

―No mucho, pero traté con ella un par de veces. Era una buena chica. No se merece lo que le hicieron... Pero James Burnside no fue. Jamás le haría daño. A ella no.

Me lo creo. Sé que Robert Robinson será muchas cosas, pero estoy segura de que, como mínimo, está convencido de la inocencia (en este caso) de Burnside. Y su preocupación es la misma que la mía: que el asesino vuelva a matar.

―Esta grabación ha generado una duda razonable para mí, señor Robinson. Mañana volveré a hablar con James Burnside. Si me convence de que es inocente, aceptaré el caso.

―Gracias, Ada.

-o-o-o-

La montaña de papeles a mi alrededor no me deja ver el suelo, pero tampoco lo intento. He pegado la mesita baja a la pared para tener más espacio y me he sentado sobre la moqueta. Las carpetas con toda la información acerca del caso y de las víctimas me rodea por completo. Solo espero que no me den ganas de hacer pis en un buen rato, porque no quiero desorganizar nada. Y, para mí, todo esto tiene un orden.

Mañana iré a primera hora a ver a James Burnside y quiero estar segura de que no me dejo ningún cabo suelto. No me gustaría meterme en algo así y que luego resulte que me equivoco. Si voy a representarle es porque estoy segura de que es inocente. Al menos de estos cargos, porque ya decidí que James Burnside de inocente tiene poco.

Suspiro. Es confuso para mí. Pero lo que más me preocupa es que el verdadero asesino esté libre, así que tendré que centrarme en eso. Cojo una carpeta de las que aún no he revisado. Precisamente es la de la quinta víctima, Christal. Tengo que apartar la mirada de las imágenes del forense, porque son demasiado duras. No es solo un asesinato, es... grotesco y horrible.

Doy la vuelta a las imágenes y leo los informes. Estoy en ello, cuando la puerta de mi piso se abre con cierta brusquedad. Pongo los ojos en blanco, es Fred, que se dejó la sutileza en el vientre de su santa madre al nacer. El olor a sushi inunda mi pequeño piso cuando entra cargando un par de bolsas de cartón.

―¿Qué haces? ―me pregunta como saludo, tras cerrar con el pie y dejar las bolsas sobre la barra de la cocina.

Mi piso es diáfano pero minúsculo. Está en el centro, muy bien situado cerca del trabajo y los juzgados. Pero claro, el precio es superior a lo que estoy dispuesta a pagar por un piso. Me parece un lujo innecesario, igual que cambiar de coche, por muchos problemas que dé. En realidad, soy bastante ahorradora. Sé que cuando llegue a fiscal ganaré menos, así que prefiero tener un colchón económico y no acostumbrarme a lujos innecesarios. En lo único que me permito un gasto excesivamente ridículo es en zapatos, pero eso es por el aspecto profesional. Los zapatos dicen más de las personas de lo que creemos. Y, bueno, alguna debilidad tengo que tener, ¿no?

El fuego no siempre quemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora