—Siguen siendo creaciones de nuestro hermano — pagó su bebida y comenzó a caminar hacia su hermano—. Hades jamás rompería el trato, y es hora que tú empieces a respetarlo como él. Porque, que seas mi confidente y mano derecha, no quiere decir que pase por alto tus desobediencias — advirtió Zeus.

—¡Como diga, Dios de Dioses! — dijo con sarcasmo antes de desaparecer entre un tumulto de gente.




Sophia.

—Pescadito, te estuve buscando por todos lados — dijo a duras penas por su respiración irregular. Él había estado corriendo con la comida que le pedí en un táper.

Bajé la mirada. No podía sostenerle la mirada a mi propio esposo, porque me sentía culpable, estúpida e inútil. Y lo peor de todo, era que ni siquiera tenía las agallas suficientes para contarle lo sucedido hace un rato.

—Eh, sí. Todo bien — respondí restándole importancia al asunto.

—Te conozco — sentenció con severidad —. ¿Alguien te hizo algo? — miró a nuestro alrededor como león en busca de una presa.

—No, Theo... Estoy bien, en serio — le mentí con tal descaro, que dolía. Quemaba por dentro. Él me miró con suspicacia.

—Entonces, ¿por qué desapareciste?

Miré a mi alrededor, intentando encontrar una buena idea que me sirva de excusa. Una señora pasaba vendiendo chullos tradicionales del lugar ofreciendo sus productos con voz melodiosa y rimando.

—¡Por eso! — señalé "emocionada". Mi adorado mono volteó en dirección de mi dedo y la vio. Arqueó la ceja con incredulidad —. ¿Qué? ¡Yo quiero uno para mí y unos pequeñitos para nuestros bebés! — su gesto duro se fue suavizando.

"... Y unos pequeñitos para nuestros bebés".

Mi corazón se hizo trizas, me dolía mucho y ese dolor aumentaba conforme pasaban los segundos... Y lo peor de todo es que no podía demostrarlo delante de él. No podía llorar hasta que me duela la cabeza por la deshidratación. No podía.

¡Madam!  — la llamó en inglés. La vendedora lo ignoró.

Theo frunció el entrecejo al no recibir respuesta alguna de la señora. Me tomó de la mano y comenzó a caminar en su dirección. Él se veía muy decidido en conseguir esos chullos para nosotros.

— 왜 내 말을 듣지 않느냐? — se preguntaba a sí mismo en su idioma natal. Me reí con disimulo.

¿Por qué no me hace caso?

—Cariño... No todos hablan inglés aquí — le recordé.

—Pero es un sitio turístico. Ellos tienen la obligación de hablarlo con fluidez — me contestó muy seguro de lo que decía.

—Si estamos hablando de obligación. Creo tú debiste haberlo pensado mucho mejor antes de venir a un país de habla hispana, bobo. Mínimo unas palabritas en español — me mofe de mi esposo.

— 바보.

Tonta.

— Pues esta tonta, maneja muchos más idiomas que tú — me jacté en broma. Él rodó los ojos al ver mis intenciones —. Señora, por favor. ¿Podría vendernos sus chullos? — la llamé con una perfecta pronunciación en español.

La señora volteó sonriente y caminó hacia nosotros con sus productos. Nos mostró cada uno de sus modelos de múltiples mezclas de colores y tamaños, mientras que me contaba que ella era quién los hacía junto a su esposo e hijos.

AMAR ENTRE REINOS [02]Where stories live. Discover now