Capítulo 67.

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Amanda Turner

No quise ni ver cómo se alejaba por la calle en el coche. Respiré hondo antes de entrar en mi casa con el bolso colgado del hombro. Lo dejé en el pasillo y entré al salón. Esta vez ni siquiera intenté mi técnica de "sube a la habitación como si nada pasase" porque sabía que sería inútil. La mentira que habíamos construido había alcanzado a estas alturas un nivel muy alto y había llegado la hora en que explotara. Ahora solo me quedaba ver las consecuencias y enfrentarlas lo mejor que pudiera.

— ¿A ti te parece normal lo que hiciste? Eso de escaparte de casa es nuevo —allá vamos. Tú puedes, Amy.

— ¿Y a ti te parece normal cómo le has tratado sin conocerle siquiera? Porque esto de que seas un mal educado también es nuevo —contraataqué.

— ¿No te das cuenta de que eres un capricho para él? Te creía más inteligente, hija. ¿Desde cuándo un cantante se fija en gente normal y menos en una chiquilla?

— ¿Y desde cuándo los Turner somos gente normal? No nos persiguen los periodistas, pero la mitad del tiempo estamos en boca de la gente y tú estás siempre preocupado por la imagen que demos mi hermano y yo de la familia. Si fuéramos gente normal, no obligarías a Dani a estudiar Administración y Dirección de Empresas y a mí no me empujarías a seguir el mismo camino cuando sabes que lo odiamos.

—No te desvíes del tema. Es vuestro futuro, tendréis que haceros cargo de la empresa.

— ¿Y para qué? ¿No estabas planeando casi ya mi boda con Sam Lawrence para asegurar ese futuro de tu empresa? ¡Por Dios, papá! No estamos en el siglo dieciocho.

—Me da igual en el siglo en el que estemos, vives bajo mi techo y harás lo que yo diga.

—No tendrás que aguantarme mucho más por aquí.

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Irte a vivir con él? ¿Vas a ser una mantenida toda tu vida?

—Todo lo llevas al terreno del dinero. Eso es lo único que te importa, ¿verdad, papá? —dije intentando mantenerme imbatible.

— ¿Te crees que hago todo esto solo por el dinero? Pues no es así. Todo lo que hago lo hago por vuestro bien.

—No, papá —no pensaba dejar que se escudara bajo aquellas palabras—. Si lo que más te importara fuera nuestra felicidad, no estaríamos teniendo esta conversación y me dejarías estar con la persona que quiero.

— ¿Querer? Solo tienes diecisiete años y ya te crees toda una experta en el amor —no me dio tiempo a hablar porque continuó él—. Experta o no, no voy a dejar que salgas con ese chico que, a parte de sacarte cinco años, hará que estés día sí y día también en las revistas.

—Pero papá.

—Esa es mi última palabra. Y no quiero más tonterías. Dejé pasar lo de que te hicieras ese tatuaje que llevas —¿También se había enterado de eso?— porque supe que solo era un acto de rebeldía, pero se acabó. A partir de hoy te quiero en casa antes de las diez de la noche y ni se te ocurra intentar verte con él porque soy capaz de mandarte a estudiar a otro país —mis ojos se abrieron como platos ante aquella última amenaza. No estaría hablando en serio, ¿verdad?

—Gracias por echarme un cable, mamá —fue lo que dije antes de ir camino de las escaleras para encerrarme en mi habitación.

—Una última cosa, Amanda.

— ¿Qué pasa ahora? —pregunté de mala gana, sin volver la cabeza para mirarle.

—Dame tu móvil.

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