Capítulo 63

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Veronica Reed

Era un martes como otro cualquiera con la diferencia de que mi querida amiga/compañera de piso Eli había salido con su chico y me había dejado sola en aquel apartamento, rodeada de mis apuntes de la universidad. Tenía puesta la radio para entretenerme mientras copiaba de nuevo todas mis notas a limpio pero aún así, se me estaba haciendo una tarde-noche eterna. Escuché un pitido que indicaba que acababa de recibir un mensaje de WhatsApp y me puse a rebuscar debajo de los papeles hasta que encontré mi teléfono móvil. Deslicé el dedo sobre la pantalla táctil para desbloquearla y encontrarme con un mensaje de Liam. Acepté sin dudar y bajé de la cama para ir directa hasta la ducha. Me vestí de manera informal —unos vaqueros pitillo, un jersey de cuello alto porque ya hacía bastante frío y unas botas a juego— ya que suponía que no iríamos a ningún restaurante elegante. Me recogí el pelo en un moño y me maquillé ligeramente. Estaba echándome un poco de colonia cuando sonó el telefonillo. Salí corriendo del baño hasta la puerta y descolgué.

— ¿Quién?

—Soy yo, Ron. ¿Estás lista?

—Bajo en un minuto.

Volví a mi habitación para coger un bolso pequeño y meter la cartera y el móvil. Me puse un abrigo, cogí las llaves y salí de casa, cerrando la puerta tras de mí. Como solía hacer, no cogí el ascensor para bajar desde el segundo piso. Bajé las escaleras y me le encontré apoyado en la pared de la calle. Abrí la puerta del portal y le saludé con una sonrisa.

—Hola.

— ¡Menos mal! Estaba a punto de morir congelado —se quejó medio riendo.

—Eres un exagerado —afirmé antes de que él besara mi mejilla.

—Ahora te va a tocar pagar la cena a ti, por meterte conmigo.

—Entonces mejor me vuelvo a casa —hice un ademán de sacar las llaves del bolso para abrir la puerta, bromeando.

—Oh venga, Ron. Solo estaba de broma —sonreí levemente antes de girarme para tenerle frente a mí de nuevo.

— ¿Piensas llevarme a cenar o nos vamos a quedar aquí toda la noche?

Nos montamos en su coche y, tras unos minutos conduciendo acompañados por la música que ponían en la radio, llegamos a un pequeño restaurante: tal y como yo pensaba, algo informal.

Decidimos en seguida que queríamos cenar cada uno y una camarera muy amable, pero que prácticamente babeaba por Liam, nos trajo la comida unos minutos después. Pasamos toda la cena hablando de nuestras cosas, como hacíamos al principio, cuando yo aún no sabía que el chico de ojos marrones me estaba enamorando poco a poco con esa sonrisa tan adorable que le caracterizaba.

Terminamos de cenar y, al final, conseguí que pagáramos a medias. Volvimos a su coche y fuimos en silencio prácticamente todo el camino aunque no era un silencio para nada incómodo.

—Ha sido una noche divertida —afirmé cuando estacionó el coche frente a la puerta del portal de mi apartamento.

—La verdad es que sí —coincidió conmigo.

—Gracias por traerme —agradecí y llevé mi mano hasta la puerta para abrirla y salir.

—Ron —me llamó y volví a mi posición anterior—, tengo algo que decirte —fruncí el ceño mirándole.

— ¿De qué se trata?

—Es sobre —se rascó la nuca, visiblemente nervioso—, bueno, sobre lo que estuvimos hablando hace unas semanas.

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