Capítulo 52.

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Amanda Turner

El irlandés comenzó a meternos prisa para poder bajar a cenar algo antes de celebrar su cumpleaños un día antes en la discoteca del hotel. Según los chicos, tendríamos una sala para nosotros solos y se nos unirían los cuatro australianos también. Poco a poco, todos fueron saliendo de la habitación para irse a arreglar menos Harry y Gin porque era su habitación y Louis que se quedó rezagado al igual que hice yo.

—Harold, ¿nos dejarías un momento solas? —le pregunté al rizos. Mi amiga estaba enfadada por todo lo que había ocurrido y necesitábamos hablar cuanto antes.

—Claro —accedió sonriendo—. No me la entretengas mucho que sabes que tarda en arreglarse.

—Será solo un momento.

—Nos vemos luego —dijo Louis a mi lado antes de besar mi mejilla a lo que respondí sonriendo y ambos dejaron la estancia.

—Gin.

—Aún no asimilo que estés con Louis —me interrumpió y solté una risita.

—Pues es muy fácil: tú sales con Harry y yo con Louis —me miró incrédula.

—Hablo en serio, Amy. ¿Por qué no me lo contaste?

—Supongo que no sabía cómo hacerlo. Además, en mi defensa diré que lo dejé con Nick esta semana y prácticamente empezamos a salir anoche.

—Y pensar que os llevábais como el perro y el gato.

— ¡A mí me lo vas a decir! Prometo contaros toda la historia en condiciones a ti y a las chicas cuando volvamos a Londres, ahora tenemos una fiesta que celebrar.

—Más te vale, Turner —dijo amenazante pero en un tono divertido.

— ¿Ya no estás enfadada? —pregunté poniéndole mi mejor cara de inocente.

—Claro que no, tonta —ambas nos abrazamos—. Pero me has hecho perder una apuesta, capulla.

—Lo sé, Harry me lo ha contado. Ya puedes ir pensando en el menú.

— ¿Te he dicho ya que te odio? —le lancé un beso antes de salir.

—Nos vemos abajo en un rato —me despedí y me encontré con Harry en el pasillo.

— ¿Ya habéis solucionado vuestros problemas? —bromeó y asentí con la cabeza.

—Me voy a vestir.

—Hemos quedado en recepción dentro de una hora —informó.

—Perfecto —dije antes de recorrer el pasillo hasta la habitación que Ron y yo compartíamos.

Cuando entré, me la encontré recién duchada, sacando la ropa que se pondría esa noche de la maleta. Tras un par de comentarios sobre la conversación que había tenido lugar minutos antes, me dirigí al baño. Me deshice de la ropa que llevaba y me metí en la ducha. Dejé que el agua cayera durante unos minutos por mi cuerpo y tras enjabonarme el cuerpo y lavarme el pelo, me quité todo los restos de jabón y salí para envolverme en una toalla blanca. Me desenredé el pelo y lo dejé que suelto para que se secara un poco mientras me vestía.

—No le des más vueltas, Ron. Solo te has traido eso —comenté posicionándome al lado de mi maleta para abrirla.

—Es que no me convence —admitió mirándose al espejo.

—A mí me parece que estás genial —afirmé. Llevaba un vestido blanco con un montón de flores de diferentes tonos de rojo, de tirantes finos y que llegaba con un poco de vuelo un pelín encima de sus rodillas.

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