Capítulo 11.

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Amanda Turner

Llevaba toda la tarde tirada en la cama, escuchando música y pensando en todo lo que había pasado el día anterior con Gin. Seguía sin entender por qué si se suponía que era mi mejor amiga había decidido no creer ni una sola palabra que pronunciara respecto al tema Harry. Pensé en volver a llamarla para hablar con ella esa tarde, incluso pensé en invitarla a que viniera conmigo a la fiesta de los chicos, pero supuse que sería inútil. La conocía demasiado bien. Era bastante cabezota y que apartara aquella estúpida idea de su cabeza me iba a costar mucho más de lo que me gustaría.

No estaba en mi mejor momento para salir de fiesta, pero la noche prometía ser divertida y no iba a perdérmela. Me metí a la ducha y conseguí que el agua me relajara un poco. Salí rodeando mi cuerpo con una toalla y el pelo en una más pequeña. Caminé unos pasos hasta mi habitación y abrí el armario para elegir la ropa que llevaría. Me decanté por unos pantalones largos, azules desteñidos que remangué hasta el tobillo para que se viera la doblez de un azul más oscuro, haciendo contraste con el resto del pantalón. Elegí una camiseta de manga corta blanca, con la palabra smile escrita en el medio en letras mayúsculas de color negro. Después de vestirme, me dirigí nuevamente al cuarto de baño, me deshice de la toalla que llevaba en el pelo y me lo sequé un poco con el secador. Lo dejé suelto, por lo que quedaba un pelín ondulado y, a continuación, me pinté la raya inferior del ojo con el lápiz negro, me puse un poco de colorete rosa, me eché rímel y, por último, me pinté los labios de un brillo rosa clarito. Volví a la habitación y en una pequeña mochila de esas que se encogen por la parte de arriba metí el móvil, el monedero con algo de dinero por si a la vuelta tenía que coger un taxi y mi inseparable cámara de fotos. Seguro que la noche de hoy daba para hacer unas cuantas. Me puse mis converse blancas bajitas y salí de la habitación.

— ¿Dónde va usted a estas horas, tortuguita? —preguntó mi hermano a mi espalda.

— ¿Qué versión quieres? ¿La de papá o la buena? —ambos reímos.

—Las dos.

—La de papá es que estaré con Eli en su casa. La buena, que iré a casa de Harry.

—Pues que lo pases bien. Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy.

Bajé las escaleras rápidamente y, después de decirle a mi padre que estaría en casa de Eli, salí para poner rumbo a la casa de Harry. Por la mañana, Zayn me había enviado la dirección y me había indicado cómo llegar hasta allí. Cogí el metro y, tras algún trasbordo y unas cuantas paradas, salí en la estación que me había indicado. Según él, ahora tenía que girar a la derecha, luego a la primera a la izquierda y habría llegado.

Debe ser esta calle, pensé.

Ahora tenía que buscar el número 12. Caminé un par de veces por la calle pero no había ni rastro de la casa correspondiente a ese número, la última casa de la calle tenía el 10. Volví a hacer mentalmente el recorrido desde que salí del metro. Había seguido sus indicaciones, pero estaba claro que algo había hecho mal. Miré a ambos lados de la calle, afortunadamente aún no había anochecido del todo y un señor mayor se acercaba a donde me encontraba.

—Disculpe, ¿sabe cómo llegar a esta dirección? —le pregunté educadamente, enseñándole el móvil donde tenía apuntado la calle.

—Sí, claro. Es justo al contrario.

— ¿Está seguro?

—Completamente.

—Muchísimas gracias —dije despidiéndome de aquel hombre y caminé sobre mis pasos, de vuelta a la parada del metro para hacer el mismo recorrido pero totalmente al revés.

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