Capítulo 31.

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Veronica Reed

En cuanto me bajé del coche de Liam, caminé hasta la puerta de la casa de mi mejor amigo llevando mi pequeña maleta en la mano derecha. Tuve que llamar un par de veces al timbre antes de que mi amigo de ojos azules y pelo alborotado saliera a recibirme. Sin darme tiempo a nada, me abrazó fuertemente, haciendo que la maleta cayera al suelo y mis pies dejaran de tocarlo por unos instantes.

—Lo siento, lo siento, lo siento y mil veces lo siento.

—Boo, me estás ahogando.

—Perdón —dijo mientras me soltaba—. Eh, me has llamado Boo. ¿Eso quiere decir que ya no estás enfadada conmigo? —preguntó poniendo la cara de un niño de cinco años.

—Sigo enfadada contigo, Tomlinson.

—Vaya, yo pensaba que ya se te habría pasado —murmuró cogiendo mi maleta y entrando en casa. Le seguí esbozando una pequeña sonrisa.

Claro que ya no estaba enfadada con él. Era mi mejor amigo desde hacía mucho y sabía cómo era. Por eso, era consciente de que lo que había hecho no había sido con mala intención.

— ¿A qué hora es la cena en casa de Hazza?

—A las ocho.

—Voy a deshacer la maleta —él asintió con la cabeza y salió de la habitación.

Sabía que lo estaba pasando mal. A ninguno nos gustaba estar en esa situación, pero de alguna manera tendría que cobrarme su incapacidad de mantener la boca cerrada así que le haría un poco de rabiar.

Guardé la ropa que me había llevado a Doncaster mientras escuchaba un poco de música. Estuve revisando un poco mis redes sociales y sobre las seis y media decidí ir a darme una ducha para empezar a arreglarme. Pasé un par de minutos con las puertas del armario abiertas de par en par pensando qué ponerme para aquella noche hasta que finalmente decidí llevar un vestido de tirantes con vuelo azul marino y estampado de flores rosas.

— ¿Puedo pasar? —pregunté después de llamar a la puerta del baño.

—Claro —me respondió. Abrí la puerta y me le encontré con la toalla anudada a la cintura, peinándose frente al espejo. Me miró cuando yo fui a coger mi bolsa de aseo.

— ¿Qué?

—Nada, nada —sonrió levemente volviendo a mirarse en el espejo—. Vas muy guapa. Meterás a Liam en un gran dilema.

—No bromees conmigo cuando estoy enfadada —él me sacó la lengua. En realidad, no aguantaría a chincharle durante mucho más tiempo.

Volví a la habitación y me senté frente al espejo para maquillarme un poco. Me recogí el pelo en un moño para que el detalle de la espalda del vestido se luciera, me calcé unos zapatos de tacón rosas y me puse a meter lo esencial en un pequeño bolso.

— ¿Estás lista, Ron? —escuché gritar a mi amigo.

—Podemos irnos ya.


Amanda Turner

Cena en casa de Harry y después, ¡a bailar! No había un plan mejor para una noche de sábado.

Terminé de ducharme y no me costó mucho elegir qué me pondría en aquella ocasión: unos pantalones cortos negros de cintura alta acompañados por una blusa sin mangas fucsia algo ancha. No tardé apenas tiempo en arreglarme el pelo ya que lo dejé suelto, pero con el maquillaje fue completamente distinto. Harry me había advertido aquella mañana que, aunque ellos tenían enchufe para entrar en la discoteca a la que iríamos, debería maquillarme más de lo normal para aparentar más de dieciocho y que me dejaran entrar en su compañía sin poner ningún obstáculo así que, ¡manos a la obra! Escogí una sombra bastante oscura por no decir casi negra para darle un toque ahumado a los ojos, los delineé de negro tanto por arriba como por abajo y apliqué rímel para alargar mis pestañas. Di un tono más sonrosado a mis mejillas con un colorete rosa y los labios los pinté del mismo color. Entré de nuevo a mi habitación para ponerme unos zapatos negros de cuña, abiertos un poco por delante y coger una americana del mismo color. Me colgué el bolso y me miré en el espejo antes de salir: claramente, había conseguido mi objetivo y no parecía la niña inocente de siempre.

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