Capítulo 2.

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Amanda Turner

Pasé todo el día siguiente prácticamente de la cama al sofá y del sofá a la cama porque estaba castigada como una niña de cinco años. Por la tarde, decidí llamar a mi mejor amiga. Cuando estaba en España solíamos mantener el contacto: nos llamábamos por teléfono una o dos veces a la semana y solíamos hablar todos los días a través de WhatsApp. Me tumbé en la cama con el móvil en la mano y busqué su número.

—¡Amy!

—Hola Gin —saludé— ¿Qué tal estás?

—Bien. Muy bien, ¿y tú?

—Aburrida—reímos—.   Tengo algo que decirte.

—¿Y a qué esperas para soltarlo? —dijo impaciente.

—He vuelto a Londres.

—¿Qué? —chilló— ¿Cuándo? ¿Y por qué me lo dices ahora?

—Tranquila —reí—. Volví el viernes por la tarde.

—¿El viernes? ¿Y me tienes a mí durante un día y medio pensando que sigues en España? Tú no eres una amiga, eh.

—Lo siento, lo siento. En realidad planeaba ir hoy a tu casa a darte una sorpresa, pero anoche me castigó mi padre. No puedo salir.

—Ya, ya. Ahora intenta arreglarlo. ¿Crees que tu padre me deje entrar si voy a verte?

—No creo —reí de nuevo—. Ya sabes cómo es: si estoy castigada, estoy castigada —resopló.

—Bueno, entonces, avísame cuando estés libre, ¿de acuerdo?

—Lo haré. Tengo ganas de verte.

— ¡Más te vale! —amenazó y, después de despedirnos, colgué.

No dejé el teléfono y le mandé un WhatsApp a Eli para decirle que nuestra charla pendiente tendría que esperar por culpa del castigo. No sabía qué hacer, estaba realmente aburrida. Mi hermano había salido con Josh y, si bajaba al salón, probablemente me encontraría con mis padres y no tenía ganas de ponerme a entablar una conversación ahora él, así que opté por quedarme en la habitación, escuchando un poco de música. Al rato, mi móvil empezó a sonar.

Hey, how ya doin? Sorry you can't get through, why don't you leave your name and your number and we'll get back to you...

—¿Y ahora qué quieres? —dije sin poder evitar reír. Era Gin y habíamos estado hablando hacía menos de media hora.

—Es que he estado pensando que me debes una por no haberme avisado antes de que estabas aquí.

—Miedo me das.

—No es nada malo—aseguró—. Tienes que acompañarme el sábado a un sitio.

—¿Qué parte de "estoy castigada toda la semana" no entiendes, Gin?

—Me da igual. Apáñatelas como puedas. Te quiero el sábado a las doce en mi casa, comemos juntas y nos vamos.

—¿Y dónde vamos a ir? Si puede saberse, claro.

—El sábado te lo digo.

—Está bien, veré que puedo hacer —dije resignada.

—¡Chachi! Te quiero, eres la mejor.

—No seas pelota.

—Te espero el sábado.

—Que sí, pesada.

—Adiós.


Lunes por la mañana. 

Hoy tendría que ir al instituto al que iba antes de mudarme a Madrid para arreglar los papeles y que me dejaran terminar el curso aquí. De lo contrario, tendría que repetir y eso no me hacía ninguna gracia. Mi madre me acompañó así que, después de desayunar, nos pusimos camino del instituto. Cuando llegamos, la directora seguía siendo la misma por lo que ya me conocía, y aunque al principio parecía que la cosa estaba complicada, al final, dijo que si hacía una especie de prueba de nivel y la pasaba, no había problema alguno en que me incorporara a estas alturas del curso.

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