Capítulo 38.

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Harry Styles

Era nuestro último día en Los Ángeles. En un principio, nuestro vuelo salía a las seis de la tarde pero Paul me llamó para avisarme de que se había retrasado y no saldríamos hasta las siete así que bajé las escaleras para avisar a los que aún estaban en la planta de abajo. Empecé a escuchar voces a medida que me acercaba al salón. Alguien estaba discutiendo y estaba seguro de quién se trataba.

— ¡Me tienes harta, Louis! ¡Haz como si no existiera! —gritó ella y se cruzó conmigo en el pasillo. Juraría que había visto un par de lágrimas por sus mejillas.

— ¡Es lo que hago! —le contestó él gritando. La vi subir corriendo las escaleras y decidí entrar en el salón.

— ¿Qué os pasa ahora? –pregunté.

—Nada. Lo de siempre.

—No ha podido ser lo de siempre. Esta vez la has hecho llorar.

—Si vas a empezar a echarme la charla, largo.

— ¿Pero tú te estás oyendo? Ni charla ni nada. Lo único que quiero saber es qué demonios te ocurre con ella. No la dejas tranquila ni un minuto.

—Es ella la que no me deja en paz.

—Louis, ¿quieres decirme qué coño te pasa? Tú no eres así.

— ¿Qué pasa? ¿Es que siempre tengo que ser la alegría de la huerta o qué? ¿No me puede caer mal y ya? —estaba enfadado. Lo notaba.

—No. Es que no lo entiendo. Es una chica adorable —defendí a mi amiga.

—Ya sé que a todos os encanta esa niña —resopló mirando hacia el techo negando levemente con la cabeza—. Y yo la odio —afirmó. No podía creer lo que estaba oyendo. ¡Si no le había hecho nada! Al menos, nada que yo supiera, claro—. La odio porque se ha metido en mi cabeza y no quiere salir —murmuró.

— ¿Qué? —pregunté bastante sorprendido.

—No me hagas repetirlo, Hazza —pidió esta vez mirándome.

— ¿Qué se supone que ha pasado entre vosotros y que yo me he perdido? —se quedó callado— No te vas a mover de aquí hasta que me lo cuentes todo —aseguré y resopló. Fue entonces cuando me empezó a contar lo que había sucedido: que se habían besado y, al parecer, ese beso había significado demasiado para mi amigo.

—Lo intento, de verdad que sí, pero desde esa noche aparece en mis sueños. No puedo evitarlo.

—Pero... ¿Tan grave es? —pregunté intentando no reír ni sonreír. A él se le veía bastante preocupado por la situación pero a mí me divertía, sinceramente.

— ¿Crees que de verdad estaría así si no lo considerara grave?

—Yo no veo que sea tan "grave" —hice las comillas con los dedos—. Has descubierto que te gusta, ¿y? ¿Qué hay de malo?

—Que ella tiene diecisiete años. ¿Qué clase de relación podríamos tener?

—Una como la de tus sueños, por ejemplo —afirmé dándole un pequeño codazo y soltando la risa que llevaba reprimiendo.

—Harry, esto es serio.

—Lo sé, perdón —dije alzando las manos—. ¿Y qué va a pasar con Els ahora? —me atreví a preguntar. Resopló y se pasó las manos por el pelo, revolviéndolo.

—No lo sé, Hazza. Yo la quiero mucho —admitió—. Pero no puedo seguir así.

—En eso estoy de acuerdo —le apoyé—. Terminarás haciéndola daño aunque no quieras si de verdad sientes algo por Amy.

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