prioridades

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Capítulo 12: prioridades

Esa noche, Lia no pudo descansar. No paraba de dar vueltas a lo que le había dicho Allen. Según él, no le quedaba mucho tiempo de vida y no sólo eso, además él había perdido las esperanzas de vivir. En realidad no hacía falta conocerle demasiado para darse cuenta de que echaba de menos tener amigos.

“Seguro que él es el primero que se niega a hablar con la gente”, pensó Lia. Había demostrado que, aunque quería llevarse bien con alguien, no podía soportar que la gente no le rechazase.

Al final, Lia se durmió pensando en una forma de ayudar a Allen. Ella misma estaba sorprendida de la facilidad con la que su propia enfermedad había pasado a un segundo plano.

A la mañana siguiente, un pitido despertó a Lia. Era su teléfono, que estaba sonando en la mesita de noche en la que solían dejarle el desayuno. Cuando fue a descolgar, el teléfono dejó de sonar. Medio dormida y con la vía intravenosa que la conectaba a una bolsita del remedio que le había puesto su hermana para la anemia, Lia miró el número de entrada.

Era anónimo. Sin ganas de devolver la llamada y deseando volver a dormirse, Lia dejó el teléfono de donde lo había cogido y se volvió a acomodar en la cama del hospital. Pero fuera quien  fuera, no quería que ella se volviese a dormir. El teléfono empezó a sonar y unos segundos después se apagó.

Lia se levantó decidida a hacer callar al que la estuviera molestando cuando el sol apenas había terminado de salir. Devolvió la llamada y esperó a que lo cogiesen.

-          ¿Sí?- dijo una voz masculina al otro lado.

-          ¿Se puede saber quién eres?- preguntó ella completamente irritada y sin reconocer la voz.

-          Siento haberte despertado, Lia. Soy Allen- dijo él

-         ¿Por qué tienes mi número de teléfono?- preguntó Lia extrañada.

-         Me lo dio la chica que estuvo en tu habitación el otro día entes de irte- explicó él deseando cambiar de tema-. Te llamaba por si te apetecía ver una cosa que descubrí hace algún tiempo mientras jugaba con Miriam.

Lia supuso que Miriam sería la pequeña que iba siempre con él. Viendo que sería incapaz de volver a dormirse, aceptó la invitación y quedaron en la puerta de la biblioteca en diez minutos.

Lia se cambió de ropa después de darse una ducha rápida. Salió al pasillo con el pelo mojado pero sin ninguna máquina a la que estuviera conectada. Llevaba unos días consciente en el hospital y ya odiaba su habitación.

Cuando llegó a la biblioteca, Allen ya la estaba esperando. La saludó con una sonrisa y, sin decir nada, avanzaron por los pasillos con Allen delante guiando a la chica. Al final, salieron a un pequeño jardín trasero en el que había un círculo de árboles en el medio. Lia pensó que era imposible ver qué había allí dentro.

Pero Allen la cogió de la mano y la arrastró hasta el círculo de árboles. Sin saber demasiado bien por qué, Lia se puso colorada cuando el joven con esos ojos marrones que tanto le habían llamado la atención le cogió la mano.

Allen entró por un pequeño hueco dentro de la maraña de ramas.

-          ¿No pretenderás que entre yo también?- preguntó ella escéptica.

-          Claro que sí- contestó él sin levantar demasiado la voz para que no les descubrieran-. Entra por donde he pasado yo.

Lia levantó una ceja, pero finalmente, acabó por seguir los pasos de Allen y pasó por el hueco. Dentro, estaba todo a oscuras. Como si pudiera leerle el pensamiento, Allen dijo:

-          A medio día el sol entra por arriba. Pero el resto del día apenas se ve nada. ¿No te parece emocionante?

Lia se rio al oír a Allen hablar como si fuera un niño entusiasmado con la idea de hacer alguna travesura.

-          Pero lo mejor de todo es esto- Allen apartó unas cuantas ramas de un árbol e iluminó con la pantalla del móvil.

En la rama que iluminaba, había tres polluelos a los que aún no les habían salido ni las plumas.

-          Miriam les vio nacer antes de irse- comentó Allen con la voz rota.

-          Tuvo mucha suerte de verlo- trató de consolarle Lia.

La joven estaba sorprendida de que Allen le hubiese hablado de su pequeña amiga. Tal y como se imaginaba, Miriam había muerto. Las palabras de Allen se lo acababan de confirmar. Eso explicaba por qué él no estaba seguro de querer ser amigo de Lia. Si ella estuviese en su lugar, tampoco querría hacer pasar a nadie por lo  que había pasado él.

Pasaron cerca de una hora dentro del círculo de árboles. Hablaron de sus familias, de cómo los padres de Allen le habían abandonado por su enfermedad y de cómo conoció a Miriam. Al parecer, se trataban como hermanos. Se cuidaban mutuamente.

Cuando decidieron salir para volver cada uno a su habitación, no se entretuvieron mucho en la despedida. Pero Lia no pudo aguantar y se volvió corriendo hacia Allen para abrazarle por detrás.

-          No me importa lo enfermo que estés- le dijo sin soltarle-. Ni tampoco me importa lo que me digas. A partir de ahora yo voy a estar aquí por si me necesitas. Desde ahora, hasta siempre.

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Espero que os haya gustado este capítulo ;) aquí empieza la verdadera historia… tal vez os preguntéis por qué he tardado tanto en llegar hasta aquí… pero creedme que todo lo demás también era necesario :)

Decidme qué opináis de Allen ;) y si queréis decirme cualquier otra cosa, yo estaré encantada de contestaros a todos los mensajes :D o si no… siempre podéis votar ;))

Un besooooo!!!!! :D :D :D

Hasta siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora