Flechados por Cupido

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Flechados por Cupido

 

Nos detuvimos unos cinco metros antes de entrar a mi departamento y entregarnos a la tortura de las calumniadoras miradas que seguramente tendrían mis amigas. Me giré lentamente hacía Ángel, que con las manos en los bolsillos miraba por encima de mi hombro la puerta con una enorme sonrisa. No comprendía aquella felicidad que lo embargaba y mucho menos la despreocupación que poseía su cuerpo, el cual no hacía nada por compartir un poco de esa tranquilidad sobre mí.

—Tu calma me altera —repliqué mirándolo por el rabilo del ojo.

Ángel se limitó a alzar los hombros.

 —Sólo estoy feliz… No entendiendo porque tú estás tan nerviosa, no hicimos nada malo, ¿o sí? —Me giñó y golpeó mi cuerpo con su hombro, haciendo que diera un forzado paso al frente.

—Claro que no, pero...

—Pero nada, ahora avanza. Tenemos que darle la buena noticia a tus amigas. —Me tomó de los hombros y me empujó hasta quedar a escasos centímetros frente a la puerta. Lo fulminé con la mirada y éste me sonrió encantadoramente dejándome sin defensa alguna. Bajé la cabeza y sólo tuve fuerzas para asentir sumisamente.

—¿Lista? —preguntó bajito en mi oído.

—Li-sta. —Me estremecí sintiendo su respiración en mi cuello.

Saqué la llave de mi bolso y justo cuando estaba por meterla en la perilla, la alejé. Ángel me miró expectante y le devolví una mirada meticulosa.

—Espera… Tu cuello.

Mandé mis manos directamente al cuello de su camisa, el cual estaba mal acomodado, dejando expuestos los chupetes morados que inconscientemente horas antes le había hecho. Apenas me di cuenta de los daños que había provocado al cuerpo de mi novio: las mordidas, los moretones y los labios hinchados fueron provocados por mí efusividad, y que ahora mismo hacía todo lo posible porque no se notaran. Alcé levemente si cuello negro para que opacara las consecuencias de nuestro encuentro pasional y adicionalmente me aventuré para acomodar su cabello desalineado.

Ángel notó mi preocupación por su aspecto delatador, pero no hizo nada excepto reírse de mi paranoia.

—¿Ahora sí?

—Sí, listo. Yo entro primero, actúa normal —pedí mientras acomodaba mi chaqueta y me relamía los labios.

Mi mano temblaba demasiado que Ángel tuvo que ayudarme para abrir la puerta. La empujó lentamente y me dejó pasar primero como había dicho. Antes de que pudiera saludar y fingir demencia a cualquier tipo de conversación referente a Ángel, escuché la voz de Sherly hablar en voz alta.

—¡Ya te he dicho que no la llames! ¡Quizás interrumpimos algo importante! Quién sabe que estará haciendo ahora mismo…

Fruncí el ceño y me escondí detrás de la puerta para seguir escuchando su conversación. Ángel estuvo a punto de decir algo, pero lo callé poniendo bruscamente una mano sobre su boca.

—Ese es el problema Sherly, no sabemos que hace ni mucho menos con quien está ahora. Quizás la secuestraron o se perdió en algún lugar ¿recuerdas que no quiso decirnos a donde iba? ¡No llegó a dormir y ya es muy tarde! Estoy preocupada…

Katherine se escuchaba inquieta; ya me la imaginaba mordiéndose las uñas mientras caminaba de un lado a otro.

—Tengo una hipótesis.

Doctora CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora