Planeación malévola

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Planeación Malévola

Me quedé sumergida en mis pensamientos, ahí estaba acostada en el amplio sillón de la sala. ¿Qué podría hacer para que Ángel se rindiera? Debía de ser algo terriblemente desagradable para que lo hiciera ¡¿Pero qué?!

Sabía que era un tipo fuerte y tenaz, no se rendiría de la manera fácil… ¿Cuál era su punto débil? Sabía que era alérgico a la pimienta, de niño le tenía miedo.

—Podría prepararle algo lleno de esa especia—pensé en voz alta.

Sería gracioso, su cara se hincharía y se tornaría roja. Tenía una pequeña lista de cosas que podía hacerle.

No sabía por qué me había metido en eso, nunca quise una guerra ni tampoco competir con alguien como Ángel. Yo no tenía experiencia en torturar a las personas, en cambio él sí. Yo ni siquiera sabía que bromas eran tomadas como “ilegales” o demasiado malas. Ángel siempre había sido el chico líder de su grupo, el que dirigía a los demás porque era el más atrevido, divertido y rudo que los demás.

—Un líder innato. —susurré arrugando la frente.

Me molestaba que pensara que era mejor que yo, nadie era mejor ni peor que nadie. Pero él me daba la impresión que se creía superior a los demás y eso no lo toleraba. Alguien tenía que ponerlo en su lugar y hacerlo que mantuviera los pies sobre la tierra, ya que él estaba volando muy alto y pronto caería en la realidad sobre piedras puntiagudas.

Una sonrisa brotó de mis labios. Es cierta forma me alegraría que tuviera alguna desilusión porque así aprendería, sin embargo, algo en mí deseaba no verlo sufrir. De niña lo veía como un chico impenetrable y sin sentimientos, demasiado cruel para mí. Siempre buscando la manera de verme llorar, nunca lo entendí y todavía no lo entiendo. ¿Por qué Ángel decía que también me odiaba? No tenía motivos, yo sí.

Pero ante mis ojos todavía seguía siendo un hombre fuerte, serio y muy frio. Por más que intentara imaginarlo en una situación con desventaja y llorando en un rincón, no podía hacerlo. Antes de que mi mente pudiera imaginar a un Ángel apunto de derramar una lágrima todo cambiaba y su rostro se volvía arrogante y emitía una sonrisa divertida, luego se invertían los papeles y yo me encontraba llorando desconsolada.

En mi infancia, odiaba sentirme débil y pequeña a su lado, todos los niños lo buscaban para salir a jugar con él y nunca conmigo, solo tenía amigas más no amigos. Todo su grupo de “hombres” salían por las calles a marcar su territorio y como yo era siempre la victima de Ángel, eso me ponía automáticamente en el blanco de los demás chicos.

No sabía porque todavía siento como si esa época no hubiera acabado, caminaba por las calles con mis amigas y como antes los hombres nos miraban son suspicacia. Pero ahora no buscando hacernos bromas, sino para algo más intimo.

Y por mi parte, yo todavía seguía evitándolos, alejándome con cierto temor de ellos, pensando nerviosa si pretendían jugar conmigo. Más nunca llegó a mi mente que alguno quisiera en verdad conocerme y quererme.

Ahora que se suponía que era una mujer madura, seguía comportándome como una niña. Aunque exteriormente las personas me vean como una persona fría, inteligente y pareciera que nada me afecta, era todo lo contrario. En mi interior sufría todos los daños  y cuando algo me lastimaba, tenía que aprender a tragarme toda esa tristeza, miedo, dolor y hasta felicidad, para no mostrarme débil.

Muchas personas y incluso Katherine y Sherly me consideran una persona muy fuerte y segura de mí misma, sin embargo, interiormente solo era la misma niña tímida y asustadiza que buscaba una manera de ponerse una máscara y fingir algo que no es para sentirse segura.

Doctora CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora