Rotundo Engaño

24.9K 1.5K 79
                                    

Rotundo Engaño

Estuve dando vueltas de un lado a otro buscando la ropa adecuada para ir a mi «plan malévolo»  preparado para Ángel. Tenía que llevar algo lindo para fingir que íbamos a una fiesta y no a una simple reunión informal para pasar el rato.

Caminé deprisa hacía mi gran ropero y lo abrí viendo muchos conjuntos. Batí y moví todos pero no hallaba que ponerme, era tan estresante cuando sabiendo que tienes mucha ropa no sabes que vestir. Y siempre la frase de una mujer es:

—¡No tengo ropa! —alcé la voz volviendo a mover los ganchos para  ver si mágicamente aparece un nuevo conjunto.

Solo esperaba que no saliera mi hada madrina porque no aceptaría su chantaje de «regresa a la media noche» ¡Pf! Si hubiera sido yo Cenicienta, hubiera agarrado a la hada por el cuello y la hubiera amenazado para que en vez de una tonta calabaza convertida en carruaje fuera un Ferrari deportivo y en vez de los inútiles caballos fueran guardaespaldas para que le pateara el trasero a todos lo que osaran acercarse a mí sin mi autorización.

Esa hubiera sido una magnífica versión de Cenicienta, una rebelde y salvaje chica que en vez de una «zapatilla mágica» hubiera tenido converse. Bueno, tal vez no se hubiera quedado con el príncipe como quiera que se llame. Pero no había nada lógico en ese cuento de Disney. ¿Desde cuándo una chica se queda totalmente enamorada de un tipo con el cual baila algunas canciones? ¡Es un desconocido! ¿Qué tal si hubiera sido un maniático homicida violador? ¿Y qué onda con la zapatilla? Yo calzo igual que Katherine y eso no significaba que ambas fuéramos somos Cenicientas ¿Qué hubiera pasado si el príncipe perfecto se hubiera equivocado de persona y se hubiera quedado con una de las hermanastras? ¿Hubieran sido igual Felices para siempre?

Sentí un almohadazo en mi cabeza que me hizo despertar del país de nunca jamás… Vaya, ya casi me iba hasta con Peter Pan, ese chico si tenía un serio problema. ¿Por qué no quería crecer? ¡Qué idiota! Todas las cosas geniales pasan cuando eres mayor, y ese chico sólo quería seguir jugando a las Barbies y muñecos de Winnie Pooh. Gracias a él teníamos un nuevo nombre para una enfermad psicológica para personas infantiles que viven en su mundo de caramelos y chocolate junto con Bob Esponja, llamado síndrome de Peter Pan. ¿Y a quién se le ocurrió que pudiera volar con pensar cosas felices? ¡Oh, por dios! Si yo estuviera en ese país, ya estuviera en las puertas del infierno, en vez de subir iría hacia abajo. ¿Y por qué se llamaba país de nunca jamás? Si no había nunca y tampoco jamás…

—¡Ailyn! —sentí un grito cerca de mí, que me sobresalté al escucharlo. Miré a todas partes y mis dos amigas observándome confusas.

—¡Hey! ¡Vuelve al mundo llamado Tierra! ¿Dónde estaba tu cabeza, eh? —Kath tronó sus dedos frete a mis ojos.

—En el país de nunca jamás —susurré algo aturdida, no sabía por qué estaba pensando en los personajes de mi infancia.

Tal vez porque mi niñez no fue muy grata, siempre pensé en las cosas malas de los cuentos buscando el ¿Y qué paso después? Mi mente no era capaz de procesar el “Y vivieron felices para siempre” No lo hizo antes y no lo hará ahora. El Amor, para mí no existía.

—¡Giselle! —otro gritó me puso más alerta.

—¡Hey! ¡Ya estoy aquí! ¿Por qué me llamaste Giselle? Sabes que no me gusta me llamen así. —refunfuñé alzando una ceja.

 Giselle era mi segundo nombre y nunca me gusto, no sabía el por qué pero me sentía más identificada con Ailyn.

—¡Estabas en la luna! Y se te hace tarde, debes elegir que ponerte.

Doctora CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora