Entre amigos

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Entre amigos

Los días pasaron tan lentos, tal vez eran mis ansias de volver a ver a Ángel o quizás la razón era que no tenía muchas actividades que hacer en la casa de mi madre. Era un tanto abrumador estar encerrada, y por más salidas de compras o juegos de mesa que me obligaba a jugar, mi ansiedad no se calmaba. En cierta forma la comodidad que antes sentía al estar aquí se había ido disminuyendo sin notarlo. Antes solía estar horas y horas frente al televisor, comiendo cualquier cosa y charlando tonterías con mi mamá, ahora las cosas habían cambiado. No podía decir que fue ella la que cambió porque sabía claramente que había sido yo. Ya no era la niña atrevida que hacia lo que se le antojaba o la desinteresada que no le importaban los demás.

Era extraño y confuso no saber que está mal en tu vida, sí son las personas a tu alrededor, el lugar en donde estas o simplemente eres tú. Es imposible darse cuenta en las cosas que hemos cambiado, ya que todo para ti es igual que antes o quizás simplemente te acostumbras a tu habitual comportamiento.

Era Enero, un nuevo año comenzaba así como también las esperanzas y sueños que siempre prometes, y los cuales probablemente nunca cumples. Este mes era uno de mis favoritos pero extrañamente no me sentía completamente feliz y no sabía por qué. Estaba junto a mi madre, ella me apoyaba en todo, además de que el amor imposible del cual creí que jamás sería dueña, por fin estaba conmigo. Había aclarado mis sentimientos y él los suyos, pero una parte de mí desconfiaba todavía, no de mi persona sino de él.

No sabía realmente cual sería su reacción cuando le dijera toda la verdad, eso incluía mi relación con Dylan, la engaño de Karoline al acostarse con mi ex y un par de cosas más que estaba dispuesta a aclarar antes de que todo se complicara. Era lógico que sintiera temor, nunca había sido buena en admitir mis errores ni mucho menos sentía la necesidad de explicarle algo a alguien porque eran cosas mías, pero la sinceridad ante todo, ¿cierto?

Iba a decirle todo, no importaban las consecuencias, al fin y al cabo eran cosas el pasado.

Había recibido muchas llamadas de Ángel, hablamos y charlábamos bastante tiempo. Me gustaba que nuestras conversaciones, aunque decíamos puras tonterías y cosas sin sentido era agradable escuchar su voz y que los temas de conversación nunca faltaran. Eso era importante para mí, saber que no nos aburríamos uno del otro aunque pasaran horas y horas.

Además de mi amor, se iba ganando poco a poco mi confianza y lealtad, algo que no quería que pasara, ya que si le daba todo de mí, cuando algo fallara todo se destruiría y acabaría conmigo especialmente. Que sea fuerte no quiere decir que no puedan herirme; que me comporte indiferente no quiere decir que no me duelan los insultos. Así eran las cosas, tal vez era de un material resistente pero no de acero, mi corazón era de piedra pero de una piedra quebradiza.

Antes de que pudiera volver a pensar otras inútiles metáforas y ponerme más susceptible, la bocina de la camioneta de mi mamá me sacó de concentración. Escuché unos cuantos gritos de su parte pero no entendí lo que decía.

Me quité uno de los audífonos y miré en su dirección.

—¿Qué dices? —pregunté en voz alta mientras trataba de localizarla.

De nuevo escuché unos cuantos sonidos distorsionados que no alcancé a comprender.

—¿Qué? —seguí algo alterada y como no pude escucharla, me levanté perezosamente del sillón hasta ir con ella—. ¿Qué pasa…? —Mi voz perdió volumen cuando miré a mi mamá sosteniendo a duras penas mi enorme maleta mientras trataba en un inútil intento de subirla en la cajuela.

—¡Ayúdame! —gritó apretando los dientes y poco a poco sus piernas se iban doblando.

Me acerqué de inmediato para ayudarla y logramos subirla con cierta dificultad.

Doctora CorazónWhere stories live. Discover now