Sorpresa en el amanecer

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Sorpresa en el amanecer

 

—Deja de hacer eso —repetí por enésima vez.

Giselle seguía brincando de un lado a otro en mi casa y agarrando sin permiso mis cosas, además de comer mis postres de mi refrigerador. Llevaba cerca de una hora así de eufórica, parecía no cansarse nunca, no sabía con cuántas dosis de éxtasis o marihuana habían preparado esos brownies, pero estaba seguro que ¡nunca más se lo daría a una persona! ¡Y mucho menos a Ailyn!

Estaba muy, muy molesto e irritado. Mantenía mis manos en mi cabeza y con los dedos pulgares tapaba mis oídos para evitar escuchar su escándalo. Había intentado sobornarla con dulces para que se callara, incluso le grité y traté de someterla, pero no lo logré, sus malditas energías era mayores que las mías.

—¿Qué es esto? —escuché nuevamente su enfadosa voz que preguntaba lo mismo desde que llegamos.

La miré cerca del buro de madera  y su mano señalaba un objeto.

—Un teléfono —respondí con tono cansado.

Tenía que contestarle, ya que una vez que no lo hice pegó un grito diabólico sacado de la misma película del Exorcista. ¡Y yo tenía vecinos! No quería que llegaran a reclamarme o que pensaran que estaba en inicio para asesino en serie.

— ¿Y qué es esto?

—Una lámpara.

— ¿Y esto?

— Un sillón.

—¿Y sabes qué es esto? —señaló con su dedo índice una guitarra acústica que estaba recargada contra la pared. ¿Cómo había llegado tan rápido hasta allá? Al parecer ese panecillo de chocolate le había dado súper poderes.

—Es un perro salchicha con seis pelos. —mascullé para que se callara de una buena vez.

—¡Claro que no lo es! Es una guitarra. —me contradijo mirándome ofendida.

—¡¿Entonces para qué diablos me preguntas si ya lo sabes?! —grité apunto de pararme y matarla a sangre fría. Un cojín suficientemente grande para tapar su rostro estaba justo a mi lado, mi mano se sentía ansiosa por tomarlo.

—Es que me gusta escuchar tu voz. —habló en voz baja mientras hacía un gesto tímido.

La miré con suspicacia, la mayoría de las veces me atacaba para darme un beso en vez de decir cosas de niña enamorada.

—Si tanto te gusta escuchar mi voz puedo darte una grabación y así podrás escucharla tantas veces quieras, pero ahora…dé-ja-me-en-paz. —separé las silabas de la última frase para que entendiera.

Giselle se le iluminó el rostro y se acercó a mí.

—¿Enserio me darías la grabación? —preguntó ignorando la parte más importante. Primero, había sido sarcasmo; y segundo, ignoró la parte de «Déjame en paz».

—No. —gruñí levantándome y sentándome en el otro sillón más grande.

Giselle suspiró y algo llamó su atención, tomó un recuadro del estante y la miró con una sonrisa.

—¿Eres tú? —preguntó mirando la fotografía mía cuando tenía cerca de nueve años junto con mis tíos, más bien mis padres adoptivos pero nunca los llamé papá y menos mamá. Los tres estábamos sentados en el patio junto a unos columpios de color rojo.

Doctora CorazónTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang