Escapando de la verdad

18.4K 1.1K 14
                                    

Escapando de la verdad

Estaba ansioso, desesperado y estúpidamente impaciente. Casi corrí abriendo la puerta y la azoté detrás de mí, avancé apresuradamente hacía mi auto cuando me di cuenta que no tenía las llaves. Grité quejándome y me devolví por ellas. Encendí el auto y no tenía gasolina.

—¡No me jodas! —grité alterado.

Golpeé varias veces el volante con mis manos hasta que me tranquilicé un poco. El maldito karma no debía hacer efecto en mí. No había hecho nada malo todavía ¿verdad? Bueno, según yo ya no contaba lo del pasado ¿o sí? Si no tenía toda una vida por delante llena de torturas.

Traté de encenderlo de nuevo pero se apagaba, refunfuñé y lo intenté quien sabe cuántas veces más hasta que avanzó, solo fueron unos metros para entrar en la calle cuando se paró definitivamente. Dos autos detrás de mi me pitaban sin cansancio haciendo que mi amargura aumentara.

—¡Muévete imbécil! —gritaban los de atrás que poco a poco empezaba a formarse una larga fila de tráfico.

—¡Quita tu estúpido auto! —gritó otro más y abrí la puerta.

No toleraba que nadie, absolutamente nadie me metiera con mi auto. Caminé dando zancadas hasta aproximarme al primer carro y azoté las manos en el cofre.

—¡Si quiere que me mueva entonces llévenme a una gasolinera! —arremetí mirando al conductor gordo.

Me regresé a mi auto y puse la música a todo lo que daba para no escuchar los claxon. Cerré los ojos tratando de no pensar en nada, ni siquiera en las personas furiosas a mí alrededor, tampoco en mi tanque vacío, ni la piel crema de Ailyn siendo profanada por las manos de otro hombre.

—¡Maldita sea! ¡No! —alcé la voz abriendo los ojos de par en par.

Sentí una sensación amarga en la garganta cada vez que pensaba que sus labios fueras besados por otra personas que no fuera yo. Estaba a punto de marcar de nuevo el número de Ailyn cuando un golpe en mi ventanilla llamó mi atención.

Bajé el cristal polarizado y miré a un oficial de tránsito. Lo que me faltaba.

—Buenas tardes joven. Veo que está estorbando la calle ¿Por qué no se mueve? —habló mirándome fijamente y con una mano en su pistola.

—Porque no tengo gasolina —mascullé tratando de no parecer hostil, no quería que me detuviera perdiera más mi tiempo, necesitaba llegar al departamento de Ailyn ¡Ahora!

—Me permite sus papeles. —Se los di con apuro y éste lo revisó apenas en una hojeada —. Llamaré a una grúa, para que lo dejen en una gasolinera. —Me avisó y en pocos minutos llegó.

Después de llenar completamente el tanque, salí a toda prisa a mi destino. Cuando llegué recé para que estuviera, de lo contrario no sabía de lo que era capaz de hacer… podría obligar a que me dijeran su paradero, llegar a ellos y darle una buena paliza al tipo pretencioso que contestó el teléfono.

Gruñí apretando los puños hasta llegar a su puerta, antes de llamar respiré hondo hasta contar hasta diez. Uno… dos… tres… seis… nueva… diez ¡Listo!

Golpeé varias veces con suavidad no quería verme muy ansioso.

Esperé a que abrieran, pero no se escuchaban los pasos acercándose, me preocupé. Toqué de nuevo pero nada…

—¡Chicas, abran! Soy yo Ángel—hablé alto para que me escucharan, tal vez están dormidas o salieron a algún lado. ¡No! ¡Ailyn debía estar aquí no en otro lado!

Doctora CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora