Único aliado: un único método

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Único aliado: un único método

 

Ángel POV

 

La escuché con perfección, la miré con absoluta claridad, la sentí abrumadoramente cuando su hombro empujó mi brazo, pero no podía creerlo. El odio y la decepción en sus ojos fueron como miles de cuchillas en mi pecho siendo incrustadas al mismo tiempo. Su mirada reflejaba todo menos el amor que alguna vez creí que sentía por mí, era tan doloroso.

Se abrió un hueco en mi estómago cuando escuché sus palabras llenas de desprecio. Era indescifrable lo que sentí en ese mismo momento, cuando la vi alejarse sin mirar atrás. Y aunque me sorprendió su despiadado reproche, estaba agradecido porque al menos me hubiese hablado. Supongo que eso ya era algo, me hubiera sentido más despreciado si no lo hubiera hecho.

Traté de seguirla, tomar su brazo y abrazarla mientras le suplicaba que me perdonara, que era un estúpido y que la amaba demasiado para dejarla ir…pero no pude. La miré perderse entre la multitud de universitarios al mismo tiempo en que mi alma se desvanecía.

Suspiré por lo bajo y me apreté el tabique con frustración. Había ocasiones en que el orgullo de Ailyn me sacaba de quicio, que deseaba que fuera más dócil y hasta algo menos rencorosa, pero la mayoría de esas ocasiones, su fuerza, su ego y sarcasmo me volvían loco. Era algo difícil de explicar pero me encantaba cuando se ponía en ese plan indiferente, podría sonar algo masoquista y tal vez lo era, pero amaba su forma petulante de ser.

Pateé inconscientemente una piedra en mi camino con más fuerza de la necesaria y fue a dar a la pierna de un chico que caminaba cerca de mí. Éste volteó inmediatamente, quizás mi rostro estaba más colerizado de lo que imaginaba, ya que el pobre chico me miró con una cara de espantado y caminó aun más deprisa alejándose de mí. No me dieron ganas ni de reírme y esas situaciones eran las más cómicas para mí, pero supongo que después de una gran pelea con tu novia, un rompimiento, unas terribles pesadillas, un sermón de parte de una psicóloca y unas insultantes palabras de tu ex, eran suficientes cosas para ponerte como una maniático depresivo.

Caminé despacio, con la cabeza gacha y sintiéndome el ser más repudiado del planeta. Busqué en mi bolsillo el teléfono de Ailyn, el cual no había dejado de ver ni tocar desde el momento en que son separamos. Ese era el único objeto material que me mantenía con los pies sobre la tierra y al mismo tiempo me hacía alucinar con el recuerdo de Ailyn. No tenía idea de qué hacer con él, en un principio quise tirarlo a la basura, desechar cualquier recuerdo de Ailyn, pero aun así sabía que su existencia quedaría registrada en mi mente y así permanecería por siempre. Otro motivo era que, aunque quisiera olvidarla, simplemente no tenía tal capacidad de fuerza de voluntad y sabía que me desplomaría por cualquier simple toque de sus dedos.

Sacudí mi cabeza tratando de borrar aquellos hirientes pensamientos que comenzaban a causar estragos en mi tórax, ya que parecía que iba a vomitar mi corazón.

Mientras me ahogaba internamente con mis penas y me maldecía por débil al mismo tiempo, miré unos cabellos que me llamaron la atención.

“Destellos dorados” mi mente formuló una respuesta al instante.

Sonreí abiertamente al encontrar una respuesta a mis suplicas. Me apresuré y corrí hasta darle alcance a ese chico de preferencias dudosas.

—¡Hey! —grité cuando estuve a unos dos metros de él. Volteó con elegancia y con una ceja levantada, en una clara muestra de confusión. Fruncí el ceño cuando sus ojos chispearon y me analizaron con meticulosidad.

Doctora CorazónWhere stories live. Discover now