capítulo 62

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Capítulo 62
Athenea Jones
Una verdad.

──Athenea… estoy esperando. ──la voz de Redgar resuena en toda la entrada de la casa, el eco se esparce.
Me encontraba de pie en medio de la imponente sala de la mansión, tratando de reunir la valentía necesaria para abordar los oscuros recuerdos que atormentaban mi pasado. Mis manos temblaban con fuerza, incapaces de contener la marea de emociones que se agolpaban en mi mente. Los recuerdos de las terribles experiencias vividas en mi infancia se desencadenaban como un flashback; las manos, sus lenguas, las humillaciones, la sensación de suciedad, los golpes… haciéndome revivir el dolor y la angustia que nunca parecían desaparecer por completo.
Nunca. Por más que creía que lo había superado volvían, siempre volvían.
Redgar se acercó a mí con paso cuidadoso, quizás percibiendo la lucha interna que me consumía. Cuando sus dedos rozaron ligeramente mi brazo, un escalofrío recorrió mi cuerpo y me aparté de él de forma brusca, dejándolo con la mano en el aire, ladeo su rostro notando mi reacción de huida y cerró su mano en puño en el aire. Desde la distancia, lo observé detenidamente, notando la mezcla de compasión y confusión en su gesto.
En el silencio tenso que se había instalado entre nosotros, pude percibir que Redgar, a través de su mirada, parecía comprender el sufrimiento que cargaba en mi interior. Sin necesidad de pronunciar una sola palabra, en su semblante descubrí la certeza de que él sabía, de alguna manera, los horrores que había enfrentado en mi pasado. En ese instante, esa conexión silenciosa parecía comunicar más de lo que yo misma era capaz de expresar con palabras.
──¿Los Dos? ──inquiere, me abrazo a mi misma. ──. ¿Qué edad tenías Athenea?
Seco mis lágrimas con brusquedad.
──Athenea. ──gruñe perdiendo la paciencia.
──Empezó cuando tenía 7. ──susurro, mi mirada se nubla.
──¡Tony! ¡Nikkos! ──grita con todas sus fuerzas, se aproxima a mi con paso firme, acuna mi rostro. ──. ¿Las cicatrices? ¿fue tu padrastro?
Asiento.
──Calentaba un tenedor y lo pegaba en mi piel cuando me negaba a… ──oculto mi rostro en su pecho, sus brazos me arropan como si buscase protegerme de los recuerdos, como si, quisiera evitar que a esa niña que vive dentro de mi la siguiesen lastimando.
──Maldito. ──gruñe aferrándome a mi cuerpo. ──. ¿Hasta que edad…?
──Hasta que hui.
──¿Wells?
──El se fue…
──¿Red? ──aparecen Tony y Nikkos.
──Busquen a Jackson Brant hasta debajo de las piedras. Lo quiero vivo. ──musita, elevo mi mirada para ver la determinación con la que habla. ──. Voy a hacerle todo lo que te hizo a ti. ¡Todo! Muévanse. ──suelta hacia Tony y Nikkos.
Yo miraba a través de la ventana sin realmente ver lo que estaba frente a mí. Los recuerdos flotaban en el aire, densos como niebla, y cada intento de Redgar para consolarme parecía empeorar las cosas. Me hundía en esos pensamientos, en esa oscuridad que había jurado dejar atrás. Pero la presencia de John Wells, el hombre que una vez conocí y que ahora regresaba transformado en agente del FBI, había rasgado inadvertidamente las viejas cicatrices, tanto físicas como mentales.

No quería volver allí, a ese lugar de dolor y de sombras, pero el pasado tiene una manera peculiar de aferrarse a uno, especialmente cuando se tiene tanto de qué aferrarse.
──Te juro que van a pagar todo, Athenea. Todos esos años, los van a pagar con creces. Tu dolor y tus lágrimas. ──dijo Redgar, su voz llena de una promesa de venganza y protección. Su mano, cálida y firme, me guía hacia uno de los muebles para sentarme, intentando darme un refugio físico, aunque fuera por unos momentos.
Yo asentí, más por el gesto de él que por creer en sus palabras. Había sido dura, inquebrantable, hasta hace un par de horas. La Athenea que enfrentaba cada obstáculo sin parpadear ahora se veía sacudida por la simple presencia de un fantasma del pasado.
“¿Cómo puedo seguir adelante cuando el pasado se empeña en arrastrarme hacia atrás?” pensaba. Sin embargo, no expresaba estas palabras en voz alta. Redgar no necesitaba escuchar mi turbulencia interna; él tenía sus propios demonios con los que lidiar, imagino la furia que está conteniendo, y lo que debe estar imaginándose también.
John Wells, con su placa del FBI, necesitaba respuestas sobre el incendio en el restaurante. Respuestas que yo temía dar, no por mi seguridad, sino por la de Red… Aquel incendio no era solo un suceso aislado; Redgar había incendio todo para borrar sus huellas, había matado a todo el personal para no hablarán pero quedaba yo.
La estrategia de Wells era evidente: usar mi pasado, mi dolor, como una herramienta para abrirme. Pero lo que no sabía es que ese dolor era también mi fortaleza. Cada cicatriz en mi piel, cada sombra en mi mente, eran testimonios de supervivencia.
──Lo haré vivir un infierno, van a arrepentirse y tú serás quien dicte su sentencia. ──Dice Redgar, y en su voz, por primera vez en mucho tiempo, encontré un atisbo de paz. Tal vez, solo tal vez, enfrentar mi pasado sería la clave para liberarme de él. Pero aún así, la duda persistía, flotando en el aire junto con los recuerdos de lo que una vez fue y lo que nunca volvería a ser.

No quiero volver a ser esa niña.
No quiero desear estar muerta.
No quiero
No puedo.

RedWhere stories live. Discover now