capítulo 34

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Capítulo 34
Red



Paso tras paso, la llevo por los opulentos pasillos de mi mansión hasta llegar al despacho, cada baldosa bajo nuestros pies es un testamento de la distancia que me gusta mantener con el mundo… con los sentimientos. Pero Athenea, con su presencia que desborda los límites que he construido, inevitablemente me saca de mi zona de confort.
Hace solo unos minutos, mis labios capturaron los suyos, desatando un caos en mi meticuloso control, una anomalía en mi habitual frialdad. No soy un hombre que se pierda en los romances o los gestos cariñosos; son distracciones, debilidades que he aprendido a sofocar bajo capas de pragmatismo y decisión.
Sin embargo, su beso no fue simplemente un cruce de labios. Fue un eclipse en mi razón, una perturbación que no puedo o tal vez sepa que no quiero analizar en este momento.
Al entrar en el despacho, siento las manos de Athenea jugando nerviosas una contra la otra, como mariposas atrapadas buscando libertad. Me detengo y giro hacia ella, imponiendo la cercanía de nuestros cuerpos, y la fuerza en mis ojos exige su atención.
──Mírame. ──ordeno con esa voz que he afinado para que no quede espacio a la duda ni a la réplica.
Ella levanta la mirada lentamente, sus ojos encontrando los míos, y puedo ver las chispas de incertidumbre y la bruma de emociones que está tratando de descifrar. Es un reflejo de mi propia turbulencia interna, una que me niego a reconocer.
No hay ternura en mi postura, ningún rastro visible del cliché enamoradizo. Sin embargo, algo en su presencia derrumba mis defensas, me desarma de una forma que ninguna estrategia o táctica podría haber previsto. La deseo…
──¿Entiendes que todo lo que conocías va a cambiar?
Asiente.
──¿Qué tanto?
──Demasiado, Athenea.
──A partir de este momento, las cosas no serán iguales. ──susurro con firmeza, asegurándome de que cada palabra imprima la seriedad de mi decisión. Athenea, cuyos ojos buscan los míos, espera en silencio. ──. No pienso alejarme, Athenea. He decidido permanecer a tu lado, protegerte con todo lo que soy. ──continúo, observando cómo su semblante cambia a una mezcla de alivio y confusión. ──. Sin embargo. ──agrego, levantando una mano para detener cualquier interrupción, ──. tú no tendrás nada que ver con mis negocios. No deberías preguntar, no suponer nada.
Camino lentamente hacia la ventana, la luz temprana del alba jugando sobre mi espalda.
──Si llegas a pensar, aunque solo sea por un instante, que he sido responsable de algo… lo más seguro es que así fue. Pero siempre y cuando te mantengas alejada de mis asuntos, de la mafia. ──digo, dándome la vuelta para enfrentarla de nuevo. ──. yo podré protegerte de lo que sea.
El silencio se posa entre nosotros, un velo delicado que se rompe solo con mi voz.
──No debes confiar en el oficial Tom Hills. ──advierto con un tono más bajo, cada palabra teñida de una advertencia letal. ──. Estoy seguro de que busca algo, cualquier cosa, para atraparme y meterme tras las rejas. Y no permitiré que nada te alcance, Athenea, ni siquiera las sombras de mis propios actos. Sé que te fuiste con él.
Athenea se tensa.
──Él solo me llevó a casa. Nada más. Lo juro. ──Susurra.
──Te creo. No necesito que jures nada.
Ella asiente, su miedo es  palpable en el aire que nos rodea.
──Te dije; que no deberías tenerme miedo. ──Frunce sus labios, y baja la mirada.
──¿Y nuestros encuentros? ──pregunta con una valentía que admiro, y que me gusta.
──Serán aquí, en esta mansión. Y solo se darán cuando yo te busque.  ──respondo, mi tono no deja lugar a dudas. ──. Es por tu seguridad, es lo mejor.
En su mirada se refleja la tormenta de emociones que mi presencia trae a su vida. Pero también veo esa llama indómita, esa parte de ella que ha desafiado a tormentas mucho mayores.
──Entiendo, Redgar. ──susurra, su voz apenas un hilo de sonido. ──. Confío en ti.
A su respuesta me acerco y, con un respeto que no había sido planeado, deposito un beso suave en su frente. Es una promesa silenciosa, un voto de protección y honor.
Probarla… sentirla me hará volver loco.
Ella asiente, y en su mirada firme encuentro la respuesta que mi alma buscaba.
Me quedo quieto con mi mirada perdida en ella, cuando, de repente, como insuflada por un aliento de vida que desafía el silencio sepulcral, Athenea se levanta. Todo en ella es gracia y determinación, su figura recortada contra la sobriedad del lugar. Mis oídos perciben tan solo el rítmico palpitar de mi corazón, un eco sordo que amenaza con romper el silencio.
Observo, algo dentro de mí se agita mientras ella se acerca, pese a la timidez que la envuelve y la hace parecer tan frágil. Allí, adelantándose hacia mí, cada paso disminuye la distancia que he mantenido por nuestra seguridad. La suya, más que nada. Siento el espacio cerrarse, la atmósfera cargarse con una tensión palpable.
Cuando se detiene frente a mí, sus ojos se encuentran con los míos y en ellos veo un universo de confianza.
──De verdad confío en ti. ──dice con una voz que se templa con la sinceridad. Cada palabra suya retumba en mi pecho, más fuerte que cualquier estruendo. ──. No deseo dejar de verte. Por favor, no me alejes.

Ella implora por cercanía, ignorante de los peligros que nos rodean.
──Haré todo como tú digas. ──prosigue Athenea. ──siempre y cuando tú no me alejes. ──En mi mundo de sombras y silencios, su oferta suena casi a un sacrilegio, un riesgo demasiado grande.
Sé que estoy en la mira, que mi historia está plagada de enemigos que no dudarían en usar su pureza contra mí. Ella es mi debilidad, la única capaz de romper mi fachada de indiferencia y distancia, de exponerme frente a un escenario lleno de predadores.
He sido siempre un hombre de hielo y sombras, impermeable a las trivialidades del afecto y la fragilidad. Pero Athenea, con esa timidez, me desarma completamente, resquebraja la armadura que con tanto esfuerzo he forjado. Ella desconoce su poder sobre mí, no sabe cuánto me desvanezco con su mera presencia. En esos momentos, me doy cuenta: estoy expuesto, un enigma desentrañado, vulnerable como nunca antes. Y eso me aterra más que cualquier amenaza.
Mi garganta se seca al desviar mi mirada a sus labios rojos y carnosos, mi impulso toma el control y la sujeto del cuello con fuerza para pegarla a mi uniendo sus labios con los míos, el néctar de sus besos ensordece mis sentidos.
La sujeto con fuerza de la cintura, y la giro haciendo que ella quede sentada en mi escritorio mientras me hago espacio entre sus piernas, puedo sentir como su cuerpo reacciona al mío, a mis besos, y las caricias firmes que le proporciono, un leve gemido escapa de sus labios perdiéndose en el silencio del despacho.
Nos separamos ligeramente, ella está con los labios ligeramente separados buscando aire, eleva su mirada hacia la mía.
──No nos separes… ──pide agitada. ──. No lo hagas. Déjame correr el riesgo de estar a tu lado. No voy juzgarte, no voy a señalarte…



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