capítulo 51

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Capítulo 51
Red


Me despierto bruscamente, una inquietud ansiosa perforando mi sueño. El espacio vacío al otro lado de la cama era un frío recordatorio de mi soledad. No era solo la ausencia de calor lo que me alertó, sino el sutil sonido de agua corriendo en algún lugar de la noche silenciosa.
Pocos segundos bastaron para abandonar el confort de las mantas. Mis pies descalzos apenas sentían el frío suelo mientras avanzaba, guiado por el murmullo del agua. La puerta del baño estaba entreabierta, una línea de luz débil y temblorosa se escapaba, cruzando la oscuridad como un faro solitario.
Empujé la puerta con cuidado, revelando la escena ante mí: Athenea en la bañera, enfrascada en una frenética limpieza de sus manos, su piel rojiza por el esfuerzo y el vapor. Nosotros nos quedamos allí, mirándonos fijamente en un silencio cargado, los segundos estirándose eternamente. Su mirada, estaba velada por la sombra de una inquietud profunda.
Sin decir una palabra, cerré la llave del agua y probé la temperatura con mis dedos. Estaba caliente, demasiado tal vez. En un acto que se sentía tanto invasivo como íntimo, me deslicé dentro del agua, mis pants de dormir absorbieron el líquido inmediatamente, provocando una pequeña inundación en el suelo del baño. Athenea suspiró, un sonido pesado con una resonancia que parecía ir más allá del cansancio.
──El olor a pólvora no se quita. ──dijo ella finalmente, su voz era un murmullo fatigado. ──. Lo siento, si te desperté… pero no podía dormir.
La observé, tratando de descifrar las sombras de sus palabras.
──¿Por qué? ──pregunté, simplemente.
Ella vaciló antes de responder, su mirada fluctuaba entre la confrontación y la vulnerabilidad.
──El sonido se reproduce en mi cabeza una y otra vez, y la sangre… sólo veo sangre. ──murmura. ──. ¿Cómo te convertiste en Red? ¿Cómo llegaste a ser lo que eres ahora? ¿Cómo haces que el olor se vaya?
Mis ojos nunca dejaron los suyos. Tomé su mano entre las mías, llevándola cerca de mi nariz.
──El olor se irá… ──dije, pausando para medir las sombras en sus ojos. ¿Y cómo llegué aquí? Por derecho…  mi padre era el jefe de jefes, decidió irse a Irlanda y aquí estoy, nací y crecí en este mundo. 
──¿Tú padre está vivo?
Asiento.
──¿Y tú mamá?
Niego. Traga grueso.
──¿Cómo llevaba ella esto? ¿Este mundo?
──Ella nació en este mundo, en uno quizás más crudo, y más duro. En Irlanda no se media con palabras, no hay reglas que seguir, allá es todo o nada. Y eso ella lo vivió. La mujer perfecta para estar junto al jefe de la mafia.
──¿Y crees que yo pueda con este mundo?
──Estás aquí… después de todo lo que has visto. Si puedes. Estoy seguro de ellos.
Su mirada azulada me escruta, traga grueso y asiente.
──¿A qué se dedica tu mafia, específicamente?
──A diferencia de lo que muchos piensan, no nos involucramos en la droga. Eso sería demasiado obvio para nosotros. ──comencé, explicando con franqueza. ──. Nuestros negocios se centran en la extorsión, protección, juegos de azar y armas. Controlamos territorios y empresas a través de acuerdos y alianzas estratégicas, manteniendo un equilibrio de poder sutil pero efectivo en la ciudad. Para mantener este negocio tan lucrativo en pie, necesitamos aliados poderosos. El alcalde y el jefe de policía de Nueva York son piezas clave en nuestro entramado. Su influencia y poder nos protegen de miradas indiscretas y nos aseguran cierta impunidad en nuestras operaciones.
Athenea escuchaba atentamente, absorbiendo cada palabra con curiosidad.
──¿por qué no te deshiciste de Tom Hills de una vez?
Apartando un mechón de su rostro, expliqué en voz baja mientras el vapor del agua llenaba el ambiente.
──Athenea, Hills es más que un simple objetivo para mí. Es un agente encubierto del FBI con una misión específica. Cualquier atisbo de violencia hacia él podría desencadenar una investigación que nos involucre a mí o al jefe de la policía. Ambos seríamos los principales sospechosos si algo le sucede. Tendrían suficiente material para empezar llenarme de cargos. ──Continué, enfocando mi mirada en la determinación de Athenea. ──. En este momento, mi enfoque es sacarlo del juego temporalmente. Necesito tiempo para planear su desaparición de forma meticulosa y sin levantar sospechas. Quiero que Hills vea en Mark un defensor, un aliado, para confundir sus lealtades y facilitar nuestras operaciones futuras.
Athenea asintió, captando la gravedad de la situación.
──¿Y qué hay del jefe de la policía? ¿Podemos confiar completamente en él? ──preguntó, buscando claridad en medio de la intriga.
──El jefe debe ser clave en nuestra estrategia. Si demostramos nuestra confianza en él le daremos un mensaje claro de lealtad. También prometeré un incentivo económico adicional para asegurar su cooperación total. ──respondí, vislumbrando un plan que dependía de alianzas y manipulaciones cuidadosamente tejidas en las sombras de nuestro mundo criminal. ──. Así que si, podemos confiar en él. Tiene más que perder.
Me encanta que se involucre, que quiera saber.
──¿Te sigue molestando el olor?
──Ya no. Tenías razón… el olor se irá.

****
Desperté con el amanecer, a través de la ventana el sol apenas comenzaba a asomar, creando sombras suaves en la habitación. Athenea estaba a mi lado, su respiración tranquila y rítmica, como si el mundo exterior aún no existiera, me deslicé fuera de la cama, intentando no perturbar su descanso.
Cuidadosamente, me vestí, dejando la corbata a un lado. Antes de salir de la habitación, me acerqué nuevamente a Athenea, depositando un beso suave en su mejilla.
──Te veré pronto. ──susurré, aunque sabía que no podía oírme.
Al bajar, encontré a Nikko y Tony en el comedor, sumidos en una conversación profunda.
──Red, justo a tiempo. ──dijo Nikko, saludándome con una sonrisa. ──. Estábamos hablando del alcalde. Ya sabes, cómo sus decisiones siempre parecen favorecernos.
──El control esencial. ──contesté, tomando asiento. ──Nuestra próxima movida debe ser meticulosa. Necesitamos asegurarnos de que todo se juega a nuestro favor.
Tony asintió, pasándome una taza de café.
──Exacto. Y hablando de seguridad, ¿has pensado en lo de Athenea?
──Precisamente eso me trae aquí. ──dije, haciendo una pausa para tomar un sorbo de mi café. ──Nikko, necesito que consigas un arma para Athenea. Algo discreto, pero efectivo. Vamos a empezar con el manejo de un arma.
──Considéralo hecho. ──respondió Nikko, marcando algo en su teléfono.
Fue entonces cuando Camila entró con un plato de desayuno para mí.
──¿La corbata, señor? ──preguntó, señalando mi atuendo incompleto.
Me levanté para que me ayudara, era algo que de costumbre justo cuando Athenea entró a la habitación.
Athenea me lanzó una mirada, sus ojos comunicando más de lo que las palabras podrían. Camila, ajena a la tensión creciente, ajustaba la corbata cuando nuestras miradas se cruzaron.
──Eso es todo. ──dije, Me giré hacia Athenea, extendiendo mi mano, intentando reconectar. ──. Buenos días. ──dije.
Pero Athenea apenas asintió, sus ojos aún fijos en mi corbata. Sin una palabra, se volteó y subió las escaleras, dejando detrás suyo un silencio incómodo.
Nikko y Tony intercambiaron miradas, eligiendo sabiamente quedarse al margen. Yo me quedé ahí, parado, con la mano aún extendida hacia donde Athenea había estado.
Nunca había sentido algo así antes, y siempre pensé que era impermeable a esos juegos emocionales que parecían afectar a todos a mi alrededor. Pero hoy fue diferente.  No estoy acostumbrado a que me dejen hablando solo, y menos aún a sentir lo que claramente eran celos. Eso fue lo que vio Athenea, lo que sintió: celos. Un torrente furioso y silencioso que debió arder a través de su ser, como lo hizo, inesperadamente, a través del mío.
Dejé a Nikko y a Tony atrás en el comedor, aún sumidos en su eterno debate sobre algo olvidable, probablemente algún partido, subí las escaleras con determinación. Necesitaba confrontar esto, confrontarla a ella, entender qué había pasado exactamente.
La encontré en nuestra habitación, cambiándose de ropa. Se veía concentrada en sus movimientos, evitando mi reflejo en el espejo, como si pudiese borrar mi presencia con solo ignorarme. Me quedé ahí parado, observándola desde la distancia, estudiando el perfil de su rostro, buscando algún rastro de lo que sentía, pero no había nada que leer, o tal vez simplemente no quería verlo.
—¿Qué fue esa actitud? —pregunté, intentando mantener mi voz lo más neutra posible, aunque por dentro, un mar de emociones se agitaba.
No hubo respuesta, ni siquiera un destello de reconocimiento en sus movimientos. Siguió vistiéndose, como si yo no estuviera ahí, como si mi presencia fuese completamente irrelevante en ese momento.
Cierro mis manos en puño.
Dí un paso hacia adelante, casi instintivamente, pero me detuve. ¿Qué buscaba al hacerlo? ¿Una confrontación? ¿Una explicación? ¿Reconocimiento, tal vez? No lo sabía. Todo lo que sabía era que este sentimiento, esta incomodidad emocional, era nuevo para mí, y no tenía ni idea de cómo manejarla.
──Athenea, te estoy hablando.
Ella se mantuvo en silencio, una estatua tallada en hielo, hermosa e inalcanzable. La frustración burbujeaba dentro de mí como un caldero en ebullición. No era bueno en esto, en jugar estos juegos de silencio y palabras no dichas.
Camino hacia ella, cada paso resonando en la habitación como un veredicto. Cuando finalmente la alcanzo, tomo su brazo, quizás con más fuerza de la necesaria, y la obligo a enfrentarme.
──¿Qué te pasa? ──pregunte, mi voz baja, casi un gruñido, cargada de una mezcla de frustración, confusión y un temor sutil de perder algo que ni siquiera sabía que temía perder.
Se suelta de mi agarre con una fuerza que me toma por sorpresa, sus movimientos son firmes, decididos. Athenea me mira finalmente, pero no es el tipo de mirada que había esperado o deseado. Es una mirada que corta, que separa.
Sin una palabra, agarra su bolsa y sale de la habitación. El sonido de la puerta cerrándose tras ella se siente como el final de una conversación que nunca realmente tuvimos. Me quedo allí, solo, preguntándome cómo algo tan simple como arreglar una corbata podría desencadenar un caos tan complicado.
Me quedo parado ahí, aún sintiendo la resonancia de la puerta cerrándose detrás de Athenea. Tomo una respiración profunda e inútilmente intento calmar la tormenta dentro de mí.
Ella no mira atrás; su figura se sumerge en un silencio que grita más que mil palabras. Al final de las escaleras, sin detenerme a pensarlo, mi voz corta el silencio.
──Nikko. ──lo llamo, ya que está cerca, quizás demasiado consciente del drama desplegándose. ──. Ve detrás de ella. Llévala a donde quiera ir y no la dejes sola. ──Nikko, entendiendo la urgencia y la gravedad de mi voz, asiente brevemente y cumple. Lo veo salir tras Athenea, deslizándose como una sombra protectora detrás de ella.
Ahí es cuando Tony aparece desde el comedor, sus ojos pasando de mí a la puerta por la que Athenea y Nikko acaban de desaparecer. Se aproxima, su presencia es calmada pero su mirada es penetrante, observadora.
──¿Puedo darte mi opinión? ──me pregunta, su tono sugiere que no es simplemente una pregunta cortés. Asiento, finalizando mi descenso por las escaleras, permitiendo este intercambio a pesar del tumulto en mi mente.──. Ella no está acostumbrada a lo que es tu vida, Red. ──Su voz es firme, cada palabra cargada de un significado que va más allá de su simplicidad. No necesito preguntar a qué se refiere; lo sabemos ambos. Mi vida no es común, está llena de expectativas, responsabilidades y un constante escrutinio que ahora pesa más que nunca. ──. Ella te quiere sólo para ella. Es lo que se acostumbra.
Dando unos pasos hacia el comedor, respondo, movido más por la frustración que por la convicción.
──Su escena de celos está demás… ──Mi voz es casi un gruñido, reflejando el conflicto interno que se desata dentro de mí. Soy sólo de ella.
Tony chasquea la lengua, un gesto que conozco bien, uno que precede a una observación que no quiero, pero necesito escuchar.
──Si fuese al revés, ¿creerías que está demás? ──Su pregunta cuelga en el aire, una provocación, un desafío a ver la situación desde otra perspectiva, a entender el peso de mis acciones y su impacto en Athenea.  ──. ¿Qué les ha pasado a los hombres que la han tocado?
Me giro a verlo.
──Vamos a trabajar.
La conversación con Tony es breve, pero intensa, dejándome con más en qué pensar. A medida que me alejo, me doy cuenta de que esta noche ha cambiado algo fundamental entre Athenea y yo. Mi vida, nuestra vida juntos, de repente parece estar en una encrucijada, y las decisiones que tome ahora, influenciadas por este intercambio, podrían muy bien determinar el curso de nuestro futuro.

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